LOS AFECTOS Y EL PAPEL DE LO NEGATIVO EN LA CONSTITUCION DE LA REALIDAD PSIQUICA. NOTAS SOBRE LA PERPLEJIDAD


Con negativo aludimos a la inversa de lo positivo. Si con realización positiva designamos el encuentro con el objeto, la vivencia en que se satisfacen nuestros deseos, con realización negativa aludimos a la experiencia emocional indicadora de una ausencia, una falta, un estorbo, un retardo, una interrupción por referencia a una satisfacción (ilusoriamente) posible. Concluíamos aquel comentario diciendo “todos sabemos de la hostilidad que nos despierta aquello que vivenciamos como negativo.

Rodolfo Moguillansky
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Vivíamos en un estado de angustiado crecimiento; escuelas, notas, profesiones que elegir, matrimonios para los mayores, libros que salían, facturas, salud... el futuro estaba siempre demasiado cerca y era un interrogante demasiado grande, por lo que no permitía la expresión serena de la propia manera de ser. Además, todas estas actividades dejaban el aire denso de emociones personales y obligaban incluso los niños a desarrollar prematuramente una faceta. Ayudar, hacer algo, era lo deseable y no manifestar tímidos deseos, irrelevantes y probablemente caros.

Virginia Woolf, Momentos de vida.

UN MARCO POSIBLE  PARA SITUAR  LO NEGATIVO

Las discusiones sobre el afecto, sabemos, han desatado en el seno del movimiento psicoanalítico intensas pasiones; es uno de los temas más controvertidos entre nosotros. No voy a intentar abarcarlo, sólo me dedicaré a un punto específico, la tolerancia emocional al sentimiento de perplejidad, a la que trataré de situar dentro de este complejo problema. 

La noción de afecto remite a múltiples distinciones dentro de la teoría  psicoanalítica; fue inicialmente  modelizada desde la física, describiéndola desde el vértice de su realización positiva, como el correlato subjetivo de la descarga de la pulsión. Se completaba esta conceptualización afirmando que, en la realización de deseos el objeto era contingente, desestimando el carácter vincular de dicha realización. Esta concepción fue cuestionada por diversas líneas teóricas; algunas  han enfatizado el papel que tiene el afecto en la constitución subjetiva, relacionándolo con las vicisitudes de la emoción en los vínculos en los que nacemos, nos constituimos y participamos. Es parte de mi forma de pensar que hay vínculo si éste está impregnado de pasión [1] . Pertenecer a un vínculo es correlativo a que los los sujetos que lo integran estén afectados por emociones; esta pertenencia agrega entonces, si esta impregnada afectivamente, una fuente de sentido que los determina .  

Ha sido para mí, de especial interés, los desarrollos que han estudiado el aspecto emocional  que está en juego en los  momentos fundantes del yo. Freud nos enseñó como el yo se unifica en torno a la ilusión de completud. Todo mito de origen, individual o colectivo presupone un paraíso inicial. Mucho se ha escrito acerca de la naturaleza vincular de la constitución de este momento ilusoriamente oceánico, solemos decir que los niños empiezan a existir  en el sueño de los padres. No participar de esta creencia tiene consecuencias, es moneda corriente entre los psicoanalistas la importancia que tiene en el futuro de un sujeto la narcisización del lugar donde advendrá como hijo. Destacaría como aportes que han enriquecido nuestro saber sobre este momento, el contrato narcisista que ha teorizado Piera Aulagnier (1975), o como piensa esta cuestión Rene Kaës (1989), cuando afirma, que la constitución narcisista de cada sujeto está apuntalada en los deseos irrealizados de los padres.

Pero también sabemos  que no hay paraíso de donde no nos sintamos expulsados, o relación en la que no se termine la luna de miel. Le he prestado atención, como diversos autores han pensado, que es central la elaboración, modulación o significación según el caso, de la separación, discontinuidad o desilusión que necesariamente se instala dentro del yo, entre el yo y el ideal,  o entre el yo y el otro.  Los procesos de simbolización tanto individuales como de lo conjunto, tienen como punto de partida  la contención del afecto que emerge de la realización negativa. Un capítulo importante en la construcción de la realidad psíquica individual y vincular es el  procesamiento de la emoción –que acentua el matiz negativo- que subyace a la desilusión,   la extrañeza,  lo incompartible,  o lo que no podemos incluir en una causalidad.

Desde el andamiaje previo he(mos) [2] postulado que en la constitución de cada vínculo se produce una ilusión de completud que remeda aquella que postulamos, ya desde Freud, en la constitución del yo.  Estudiamos, dentro de este campo, la diferenciación entre la cualidad fusional que tiene el afecto en los momentos fundantes de cada vínculo y por ende también en los  constitutivos de cada persona, y la emocionalidad que permite concebir la ajenidad. Para ello he(mos) propuesto la distinción entre el sentimiento  fusional presente en la fundación de cada vínculo, que crea una  ilusión de lo conjunto sin alteridad, ejemplificado  en el vínculo paterno filial en “his majesty the baby”; en la idealización de la igualdad, al modo del “fenómeno de masa” en la fraternidad; en el “enamoramiento”, en el vínculo de alianza,  y aquellos, en donde luego del procesamiento de la pérdida de completud ilusioria, se logra concebir la  ajenidad. Sobre estos últimos, hemos descripto lo que hemos llamado “estados  vinculares”, caracterizados por una capacidad negativa y con posibilidades entonces de contener  lo negativo, la desilusión y semantizar en consecuencia lo ajeno. Creemos que estos estados, los estados vinculares, son precarios, no constituyen algo estable donde estacionarse, perdiéndose a poco andar el sentimiento de alteridad logrado, el cual podrá ser nuevamente recuperado merced a un trabajo vincular. Pensamos la emocionalidad de todo vínculo como pulsátil, alternando entre momentos fusionales  y estados vinculares. Sobre estos últimos, como se desprende de mi desarrollo previo, hemos enfatizado  los fenómenos de lo negativo.

LA  PERPLEJIDAD, SENTIMIENTO QUE CONTIENE  LO NEGATIVO

 Voy a dejar de lado entonces las discusiones, aún no del todo saldadas, acerca de la concepción del afecto sobre el modelo de la energía física [3] . Sin embargo mi ponencia puede entenderse como una toma de posición en este punto, y en algún modo lo es.

Me quiero concentrar en esta comunicación, en cambio, como ya anticipé, en el papel del afecto, -preferiría hablar de emoción-, en la construcción por parte del yo de la subjetividad, la realidad psíquica. Esto  implica considerar el papel que tienen las capacidades negativas  para contribuir al proceso de simbolización, o más aún para  hacerla posible. Mi ponencia en este trabajo va a bordear esta cuestión, mostrando como influye lo negativo en la construcción de la realidad psíquica en un paciente, a partir de una situación vincular que accidentalmente se produce en el campo transferencial. Especial mente me  voy a ocupar de la perplejidad [4] -que es producto de una capacidad negativa-, sentimiento que tenemos, si lo podemos soportar, ante lo desconocido, lo indeterminado, lo azaroso. Sigue ésto algunas líneas exploradas en “Diálogo convencional, diálogo psicoanalítico y su relación con el sentido común (Moguillansky R., 1995) . Allí  enfatizaba como la negatividad  hace a uno de los rasgos diferenciales entre el diálogo común y el psicoanalítico, y como ésta, parafraseando a Green (1984), “desenlutaba el lenguaje”, dando condiciones  emocionales  a posibilidades creativas como las que surgen a partir de los procesos terciarios.  

 

¿QUE TEORÍAS PRODUCE EL YO?

El yo es un productor de teorías que delimitan la realidad [5] y la imagen que tiene de sí. Este proceso está acotado por su tolerancia a las sensaciones desagradables suscitadas al ponerse en contacto con sentimientos e ideas que no  quiere, o no  puede sentir como propios, como así también por entrar en relación con lo desconocido, el azar y más aún lo incognoscible en tanto cuestionan sus certezas, cuestionamientos que son vividos como heridas o injurias narcisistas. Dicho de otro modo, los límites de la realidad que el yo puede concebir, depende de cuanto puede tolerar el desagrado, la angustia que implica  poner en tela de juicio su omnisciencia o el “alma bella” (haciendo uso de la frase que acuño Hegel,  1807) que cree ser. Sin embargo este anhelo, que incluye la conservación de lo idéntico, vivido como preservación de su identidad, debe entrar en relación con una función especifica del yo: “posibilitar una conjugación del tiempo futuro, compatible con la de un tiempo pasado”  (P. castoriadis-aulagnier, 1975, pág. 167).. “El yo se abre a un primer acceso al futuro debido a que puede proyectar en él, el encuentro con un estado y un ser pasado” (ibid, pág. 169). Sin embargo para no caer en un tiempo circular el futuro no puede coincidir con la imagen que el sujeto se forja acerca de él en su presente. Entre el yo futuro [6] y el yo actual debe persistir una diferencia, una x que represente lo que debiera añadirse al yo,... representa la asunción de la prueba de la castración en el registro identificatorio”, que deja como saldo “la esperanza narcisista de un autoencuentro permanentemente diferido”... renunciando “a convertir el futuro en el lugar al que el pasado podría retornar”(ibid 171) [7] . La conservación de esta diferencia depende de esa tolerancia de la que más arriba hablé y permite no pagar el precio de aquello a lo que la psique tiende “por naturaleza”, huir del cambio. Bion  aborda esta cuestión con la encrucijada que se plantea ante el dolor psíquico, “por medio de la evasión o la modificación. El problema se soluciona por medio de la evacuación, si la persona es dominada por el impulso de evadir la frustración, o pensando los objetos, si la personalidad es dominada por el impulso a modificar la frustración”... La modificación se produce a través de “el pensamiento que debiera hacer posible para el aparato mental el soportar una tensión incrementada”. (Bion, 1962, pág. 115)

Una buena descripción de la huida al cambio y de la necesidad de negar lo ignoto y el azar, es la que con cierta impiedad hace André Malraux en sus Antimemorias, cuando afirma  que los intelectuales forman una raza caracterizada por un pensamiento que se apoya más en las bibliotecas que en la experiencia. Este desdén apunta a criticar un modo de pensar que, según su perspectiva, promueve un saber que reproduce lo idéntico, lo conocido, yo agregaría lo predeterminado. Creo, y seguramente todos coincidiremos, que Malraux ha sido injusto, no es un problema que aqueja sólo a los intelectuales, todos los humanos son parte de esa raza y usuarios en muchos momentos de su vida, de ese modo de pensar y de percibir. Bion nos ha iluminado esta cuestión hasta el hartazgo, y  está magníficamente narrada en su ingeniosa y dramática fábula del mentiroso (Bion, 1970), y entre otros también por Laing, en su ensayo sobre lo obvio (Laing, 1970). Este modo de funcionamiento condiciona qué clase de científico es el yo, cuanto “serendipismo” puede albergar dentro de sí, y cuanta perplejidad puede soportar frente a lo aleatorio, el desorden, el azar. Los científicos usan en su jerga un término que todavía no figura en el diccionario: el “serendipity” [8] . Con él se alude a la facultad o don de hacer descubrimientos por accidente de cosas que no se están buscando. Incluye por cierto, capacidad para asombrarse y la transformación en pensamiento de lo que sorprende. No sólo se trata, desde esta perspectiva, descubrir por casualidad, sino que, además, lo hallado debe ser interpretado con sagacidad. Sin embargo aun poniendo atención a los principios de Serendip, si bien se puede tener acceso a lo que explícitamente no se ve, no se puede significar lo que no forma parte de “el hecho seleccionado” -usando el modelo que nos ha propuesto Bion a partir de Poincare-. Lo que queda afuera no es significado, tiene ausencia de significación, la historización por eso siempre deja un resto, aunque con mayor frecuencia que lo deseable lo negamos y tendemos a creer que el mapa coincide con el territorio [9] .

Nuestro yo tiene que distinguir dentro de lo que no ve:  lo que no quiere ver; lo que no  ve, pero es posible significar, como lo hicieron los Príncipes de Serendip, esto es deducir una abstracción que permita comprenderlo; y lo indeterminable [10] . A esto último, en el mejor de los casos, solo se lo puede situar y eventualmente resignificar parcialmente a posteriori. Ignorar su existencia tiene consecuencias, y aunque en el comienzo de mi ponencia hice una crítica sobre la utilización  de la física para modelizar lo emocional, me voy a permitir una licencia diciendo, que lo no significado suele operar en nuestra mente al modo de un  “agujero negro” estelar, ya que posee un alto poder entrópico,  amenaza con hacerle perder complejidad a nuestro pensamiento, y es capaz de atraer y hacer desaparecer enormes zonas y funciones de nuestro firmamento psíquico. En el material clínico que más tarde voy a examinar quiero discutir como para conservarse dentro de un mundo conocido, porque no soporta la emoción que podría significar como perplejidad, el paciente ataca su percepción. Deviene entonces una construcción de la realidad con interrogantes acotables, lo que tiene consecuencias en su pensar. Este es el núcleo duro de mi trabajo.         

 

LA CONSTRUCCION DE LA REALIDAD PSIQUICA DEPENDE DE UNA CAPACIDAD NEGATIVA

         Si exploramos, tal como me he propuesto en este escrito, como juega la emoción en la construcción de la realidad psíquica, esta opción teórica,  lleva inevitablemente a estudiar la relación entre emoción y una capacidad negativa [11] a la que me voy a referir con negatividad. Sugiero que existe una íntima relación entre la mayor complejidad emocional que sustenta una mayor complejidad en nuestros pensamientos y la negatividad.

         Para connotar y denotar la negatividad recurro a las distinciones que hicimos con G. Seiguer (Moguillansky, R. Y Seiguer G., 1996) sobre este punto. Con negativo aludimos a la inversa de lo positivo. Si con realización positiva designamos el encuentro con el objeto, la vivencia en que se satisfacen nuestros deseos, con realización negativa aludimos a la experiencia emocional indicadora de una ausencia, una falta, un estorbo, un retardo, una interrupción por referencia a una satisfacción (ilusoriamente) posible. Concluíamos aquel comentario diciendo “todos sabemos de la hostilidad que nos despierta aquello que vivenciamos como negativo. Tendemos a negarlo, reprimirlo, desmentirlo, repudiarlo,... la operación primitiva de la negación se extiende sobre dos registros: el de lo malo, inadecuado, desfavorable, rechazable, y el que entraña un vacío, una ausencia, un hiato”. Recordemos que Freud (1925) en la Negación, para dar cuenta de estos dos registros, distinguió el juicio de atribución  que opone lo bueno y lo malo, al juicio de existencia que distingue lo que es, de lo que no es. Trataré de mostrar como la negatividad, la capacidad negativa que permite contener la emoción, es condición de posibilidad de poder concebir dentro de la realidad psíquica, tanto lo desagradable como  lo ausente. Con concebir quiero decir tanto significar, historizar, como situar y tolerar emocionalmente lo desconocido.

        

         EL JUICIO DE ATRIBUCION Y LA REALIDAD PSIQUICA.

         El primer registro (el juicio de atribución) fue el preponderante en la teoría general de la neurosis. El yo acoge dentro de sí lo agradable, lo bueno y reprime lo desagradable.          En la represión de lo desagradable sabemos que hay un desinvestimiento preconciente que conlleva una pérdida de realidad psíquica (Freud, 1925, Pérdida de realidad en la neurosis y en la psicosis).  El levantamiento de la represión tiene como primer paso (así  nos lo enseñó Freud en la negación),  la emergencia de la idea desagradable a través de su negación. La afirmación como parte de la realidad psíquica es consecuencia de la negación de la negación [12] . Redundando, es necesaria una nueva negación para que aquello que, en su forma negativa empezó a formar parte de lo que admitimos como parte de la realidad psíquica, tenga una formulación positiva. Estas operaciones no son simples pasos lógicos, son posibles si y sólo si, se toleran los sentimientos negativos que se suscitan. Este logro entonces, se sostiene sobre una compleja trama emocional,  de la cual esta capacidad negativa, la negatividad, es una de sus piedras angulares. Podemos concluir que se conquista un nuevo espacio en la realidad psíquica, al levantar la represión si se toleran los sentimientos negativos,  (aquí encontramos una primera acepción de negatividad) en el sentido de desagradables. El proceso de apropiación por parte del yo de las ideas desagradables,  presupone soportar el dolor psíquico que le provocan sus ocurrencias. Sólo desde esa tolerancia puede ponerla en palabras,  historizarla. Aunque obvio,  necesito enfatizarlo, es condición de posibilidad,  la modulación de la emoción para restaurar la realidad psíquica, convertirla en parte de su historia. No presupongo que al historizarse se llenan lagunas mnémicas,  ni pienso que se recuperan eventos, sugiero que se construye una historia de significaciones sobre la base de una contención del afecto,  que se establecen nuevas correlaciones que determinan una coherencia soportable por el yo, que a su vez es dadora de nuevos sentidos. Esto espero tomará mas espesor en la discusión que sigue. 

         Sobre este primer registro sólo realizaré este  breve comentario para concentrarme en el segundo.

 

         LA REALIDAD PSIQUICA Y EL JUICIO DE EXISTENCIA.

         Además de descartar por el desagrado que nos producen ideas y sentimientos semantizados como prohibidos o pecaminosos, tenemos horror al vacío,  nos suele espantar la falta  de sentido que acompaña al accidente, que eventualmente puede tomar la forma un acontecimiento [13] . Tratamos de semantizar lo incierto como desconocido animados por la esperanza de conocerlo o en otros momentos de normatizarlo en tanto pensamos que se trata de situaciones anómicas. En la angustia que nos provocan estas experiencias emocionales está uno de los motores que ha movido a la ciencia a la búsqueda de conocimiento [14] ,  y  también a la construcción de normas,  leyes,  instituciones,  que a la vez que hacen más previsible la naturaleza, pacifican las relaciones entre las personas. Así se acumula conocimiento y se construyen los variables ritos con que la cultura nos inicia y nos sostiene en cada pasaje, atemperando las crisis vitales a través de sugerirnos como cursar el tránsito de la adolescencia, como aparearnos, como educar a nuestros hijos, como debemos comportarnos si somos varones o mujeres,  en una lista interminable. Podemos así tener la ilusión que deja de ser una aventura como iniciaremos cada día o como serán los encuentros con nuestros congéneres. Una tradición que heredamos y que transmitimos a la generación que nos sigue. Sin embargo la cultura no aporta una total consistencia, y esto no es fácil de tolerar, Freud (1932, El malestar de la cultura) nos advirtió que nos resulta difícil concebir que la cultura no nos proteja totalmente del azar.

         Conocemos el malestar que nos trae la insuficiencia tanto de los hábitos con que ritualizamos nuestra vida cotidiana como del conocimiento que nos aporta la ciencia. Incluso sabemos como intentamos obturar esta insuficiencia con la imaginería del destino o las ilusiones de la religión (Freud, 1927, El porvenir de una ilusión).

         El psicoanálisis ha tratado desde distintas vertientes de estudiar y conceptualizar como nuestro pensar hace lugar a lo nuevo, lo desconocido, lo imposible de conocer.

         Discutiendo el status científico del psicoanálisis Lacán, en Los Cuatro Conceptos, establece una distinción que retomo,  para mostrar como se contrapone el modo de pensar de la “raza” a la que aludía Malraux con otras modalidades. Así diferencia “búsqueda” y “encuentro”, aludiendo con búsqueda a la producción de un conocimiento que sólo reproduce lo conocido,  oponiéndolo a encuentro, que en su modelo remite a un encuentro con un “real”.

         Desde una otra perspectiva Bion (1962) distingue entre el vínculo K y su contrapartida -K. Un vínculo con un objeto “a conocer” contraponiéndolo con un uso de lo conocido que desconoce todo sentimiento de ajenidad, que convierte el saber en un “conocimiento saturado”. Abre así la posibilidad de discriminar dos modalidades de relación con el objeto en tanto objeto de conocimiento.

         Los puntos de vista comentados anteriormente bordean un tema: la curiosidad. Freud postulaba que la fuente de la curiosidad infantil era la sexualidad y su relación con la escena primaria. Las teorías sexuales infantiles son la respuesta que se dan los niños, precoces intelectuales, frente a una escena, la escena primaria –se trata sobre todo de una escena  que se les escapa a su percepción: la de su engendramiento, en la que nunca estuvieron ni tendrán acceso-. Para aludir a ella se han creado una serie de fantasías sustitutivas, la historia de la cigüeña o el repollo, que si las concebimos sólo como mentiras piadosas crean la ilusión de que encubren un secreto que podría ser dicho o al que se podría tener acceso. Accederíamos,  si se develara, “si esuvieramos avivados” una historia que proveería un conocimiento del pasado que nos daría acceso a causas últimas, al modo de un determinismo ontológico. La construcción de un pasado y no la reconstrucción del Pasado,  genera significados,  pero no permite conocerlo,  tiene sentido y eficacia,  pero no provee un conocimiento de la realidad psíquica con la connotación de alcanzar una realidad material (J. Puget, 1994).

 

EL TIMBRE,  ¿QUÉ TIMBRE?

Mi consultorio está ubicado en un piso alto de un edificio de departamentos. Cuando ese día Roberto tocó el timbre de la puerta de entrada a mi consultorio, yo me confundí y pensé que el sonido correspondía al de la puerta de entrada del edificio. Fui caminando desde la habitación en la que está ubicado mi consultorio a la cocina, que está al lado de la puerta de entrada al departamento, donde está el interruptor que permite abrir la cerradura eléctrica de la puerta de entrada al edificio. Al rato me llamó la atención que Roberto no llegara, se me ocurrió que podría haberse demorado con el ascensor. En ese momento llamó nuevamente el timbre, para mí ahora sí en la puerta de acceso del consultorio. En el momento que le abrí, Roberto me dijo con voz angustiada y en tono de pregunta “¿Sonó el timbre la primera vez?”. Entonces me di cuenta de mi equivocación, las dos veces había tocado arriba [15] . Mi cara debía denunciar que estaba confundido e inmediatamente él me respondió, quizás intentando consolarme, “a mí me pareció que sonó distinto la segunda vez”. Como yo no compartía ese parecer, pensé que lo decía para aliviarme, aunque tuve a la vez la impresión que Roberto creía en lo que me estaba diciendo, sin atisbo de hipocresía.

Luego él se acostó en el diván y yo me quedé pensando qué me habría querido decir cuando me preguntó “¿Sonó la primera vez?” ¿Sería un modo aplacatorio de informarme que no le había respondido al primer llamado? El sonido de la chicharra se escucha claramente desde el palier, donde él estaba al pulsarla, y también debía haber escuchado desde allí mis pasos. A poco se aclaró que lo dicho por él no era una mera frase de compromiso. Roberto quería preguntarme literalmente si había sonado el timbre. Él tenía la convicción que el primer timbre no había sonado y que el segundo había sonado distinto, pero si era así, era difícil de explicar por qué había tardado tanto en volver a pulsarlo por segunda vez y el sentido de la pregunta. Volvió a contarme, una vez más que una de sus escenas temidas es que le digan “cargoso” y no quería que yo lo hubiese pensado. Pero para éso tendría que haber sonado el primer timbre y él insistía que no había existido tal sonido. Progresando en la sesión pudimos intelegir que la situación de él esperando detrás de la puerta, era muy angustiante. Por cierto, la angustia  hubiera sido mucho mayor si hubiera sonado el timbre, si hubiera escuchaba mis pasos y yo no le abría la puerta. Si recordaba que se preguntaba, ¿qué estaría ocurriendo, me pasaría algo?. Sus primeras ocurrencias parecían un calco de lo que había signado las primeras sesiones.

Roberto en los comienzos de su análisis entraba en situaciones de pánico, con intensas sudoraciones y la sensación de que se caía, que perdía el equilibrio, cada vez que sus hijos salían y desaparecían de su vista. Trataba de disimular sus sentimientos para no perturbarlos, pero no lo conseguía. Su cabeza se inundaba de escenas terroríficas que se acompañaban de intensas crisis de angustia cada vez que no sabía exactamente donde estaban.

Poco después recordó que se había preguntado ¿si yo estaría en el consultorio?. Sin embargo, ¡Él, por el lugar en donde estaba, no podía no haber escuchado mis pasos!. Si se preguntaba si yo no estaba, nos ponía en la pista que quizás había desestimado [16] el primer timbre y también mis pasos.  Que el primer timbre no hubiese existido, ni mis pasos, ponía orden en la escena, eliminaba todas las incógnitas. ¡Un alto precio! Atacaba su percepción para que todo se volviera más razonable. Esta escueta viñeta me llevo a preguntarme como era la (neo)realidad que Roberto construía por su intolerancia a la perplejidad.

A comienzos del año en que había sucedido lo que relaté con el timbre -Roberto estaba en su quinto año de análisis-, había comentado que dado el tiempo transcurrido desde el comienzo de su tratamiento debíamos pensar en el final y en tono tentativo me propuso que bajáramos progresivamente el número de sesiones. Aunque incluí esto en interpretaciones que me parecieron pertinentes, también le dije que si él sentía que su análisis estaba llegando a su fin ésto iba a emerger de sus asociaciones; lo mejor que podíamos hacer era escucharlo a él y que para poder escucharlo era importante mantener el número de sesiones. Poco tiempo después tuvo que hacer un viaje y no volvió a hablar del tema.

Una de sus sesiones la tiene a la mañana temprano, a esta solía desde siempre, llegar algunos minutos tarde, pero luego de su viaje su demora fue mayor aún y se volvió sistemática. Poco más tarde del incidente del timbre, ésto es varios meses después del regreso de su viaje, al inicio de  una sesión me pregunta cuál es el horario de comienza de su sesión mañanera “¿mi sesión empieza a las ocho y veinte?” Su sesión comenzaba a las ocho y diez. Fue a fijarse en sus agendas y constató que había alterado el horario luego del viaje. Más éso no era todo, ¡él seguía pensando que la sesión terminaba a las nueve de la mañana! Había corrido diez minutos el comienzo pero no el final. ¿Se trataba de una actitud unilateral donde por su cuenta estaba reduciendo el número de sesiones?

Si esto era así era llamativo como la modificación del horario de comienzo no había cuestionado la hora de finalización. Estos dos datos convivían dentro de su yo sin que entraran en conflicto. Estabamos en presencia entonces, de una alteración de la función sintética del yo. Roberto insistía que ésto se debía a que no prestaba atención a esas minucias.

Este intento de situar la cuestión en la falta de atención pudimos correlacionarlo con otras actitudes de él. En sus transacciones económicas solía crear situaciones ambiguas y confusas. Un tiempo atrás se había demorado en el pago de mis honorarios. Al pagarme me propuso no sólo pagar lo atrasado, sino adelantarme parte del mes siguiente. Como yo le sugerí que lo analizáramos, me dijo que era puntilloso, descalificando el intento de pensar en el significado que podría tener. A mi juicio, quería implicarme en un sistema que volviera razonable y consensuado lo que él llamaba “no prestar atención”.

Volviendo ahora a la viñeta del timbre, podríamos preguntarnos ¿Qué sucedía en la mente de Roberto? ¿Se había distraído, no había prestado atención y por eso no recordaba si había existido el primer timbre, ni mis pasos y había escuchado distinto el segundo? ¿O el escuchar lo ponía en contacto con emociones insoportables? ¿Si esto era así, de que se trataba? ¿Su emocionalidad se relacionaba con una escena de la que estaba excluido en la que intuía situaciones penosas, como las que habían sido usuales con sus hijos y por eso le suscitaba preguntas terribles o se angustiaba porque no sabía que ocurría detrás de la puerta?  Volviendo a Virginia Woolf, ¿el futuro, porque estaba demasiado cerca -¡cómo si alguna vez pudiese no estarlo!-, precipitaba interrogantes que lo llevaban a respuestas apresuradas o es que esta precipitación y la rapidez con que respondía, es porque no sabía como sería el futuro?. ¿Hubiese podido Roberto, como los príncipes de Serendip, si fuese mas paciente y observador, deducir que pasaba?. ¿”Denegó” el timbre, y también mis pasos para negar su miedo a que me hubiera pasado algo o de ese modo repudiaba un trozo de realidad porque le resultaba insoportable el sentimiento de perplejidad?. Sugiero que no podía contener una experiencia emocional que no le permitiera manejarse dentro de lo idéntico, lo conocido, tal como ironizaba Malraux, pero que tampoco la hubiera podido significar aún si tuviese la sagacidad de los príncipes de Serendip. Diciéndolo en los términos que nos propuso Freud, ¿estamos en el terreno del heimlich o del unheimlich?. Creo que dentro de lo segundo, pienso que Roberto estaba mas espantado que con miedo. Pienso que es lo inaccesible, lo insemantizable de este accidente, lo que vuelve a esta experiencia productora de emociones indigeribles para él. Haciendo un enorme salto y en un intento de modelizar lo vivido por Roberto, no lo concibo solo frente a una escena primaria angustiante por los celos, la exclusión o la pequeñez de las que emergerían sus fantasías terroríficas, como las que tenía cuando sus hijos desaparecían de su vista, sino  también por lo inaccesible de ella, por lo irrepresentable. Si esta configuración es convincente, esta escena es atormentadora no sólo porque tiene secretos y el pequeño investigador que hay dentro del paciente se mete con curiosidad porque está excluido, sino porque además de esa eventual semantización, encubre una escena con una dimensión inabarcable y esto no lo tolera.

¿Que le ocurría a mi paciente?. Ante esta experiencia, que Roberto no puede sentir como inaccesible, no sólo deniega su percepción, también ataca sus funciones mentales. Como hice notar pierde la integridad del yo, su capacidad sintética está atacada y además no percibe que esta función está alterada. Esta descripción es similar a la de Bion cuando nos explica como en la evacuación del dolor psíquico no solo se expulsa lo doloroso, se consuma para hacer más eficaz la evacuación, un ataque a las funciones del yo y a la percepción de esa destrucción.

UNA ULTIMA RECORRIDA POR EL PRINCIPIO DE REALIDAD.

Cuando discutimos o intentamos la exégesis de alguna noción conceptualizada  por Freud y tomamos como referencia un escrito de él, tenemos que tener en cuenta que cada texto puede ser leído de distintos modos. Por ejemplo ser leído y entendido en sí mismo, desde otro texto, o desde el comentario que otros autores han hecho  acerca de él. Sin esta advertencia muchas discusiones son estériles en tanto toman puntos de partida que hacen incompartibles e incontrastables los diversos puntos de vista.

Desde hace tiempo me había llamado la atención como era posible que  el  texto de Freud,  “Dos principios del suceder psíquico”, fuera tomado como un referente insoslayable tanto por H. Hartmann [17] , como por W. Bion [18] , cuando a mi juicio se me aparecían representando dos concepciones tan distintas dentro del psicoanálisis.

Hartmann acentúa el aplazamiento para luego lograr una adecuada realización de deseos, esto es una acción específica eficaz. Para Bion, en cambio, el énfasis está en soportar y aceptar lo desagradable, tolerancia necesaria para lograr una abstracción, un pensamiento. No es a mi juicio en una lectura literal quizás lo enfatizado por Freud en “Dos principios...”  y en ese sentido la interpretación de Hartmann probablemente se ajusta mas “a la letre”. Sin embargo es discutible ¿cuál representa mejor el pensamiento de Freud? ¿Cuál es desde esta perspectiva más verdadera o menos falsa? [19] .

Sugiero que también en una lectura freudiana [20] de “Dos principios...”, “el acceso a la realidad” no está signado sólo por una espera y un aplazamiento a lo perentorio del deseo. “La realidad psíquica”, -esta es la realidad que  nos importa a los psicoanalistas- se abre paso en el levantamiento de la represión, es per vía di levare que el yo admite una realidad psíquica, que había declarado inconciliable con él. Es a través de los retornos de lo reprimido primariamente, que accedemos a la realidad del deseo inconciente. Sólo la admisión de ideas desagradables, reprimidas, permite que el yo se aparte de su visión narcisista del mundo. ¿Cuál es la mala noticia? : la incompletud del yo y la correlativa dependencia de objetos que tienen algo que el yo desea como parte de él, y que ni son parte de él, ni están a su disposición, son autónomos y pueden no estar o tener deseos que no tengan que ver con el yo. En otros términos, la admisión de la castración, la tolerancia emocional a la percepción de órganos sexuales  distintos de nenes y nenas, abre la posibilidad de  cuestionar la teoría sexual infantil de la universalidad fálica, una visión narcisista del mundo,  y permite que se conciban diferencias sexuales, lo que equivale a admitir un yo no completo, esto es apartarse de la perspectiva del yo de placer y admitir objetos sustituibles potencialmente ausentes. Esto implica además como lo señala Meltzer (1978) en su comentario sobre “Mas allá del principio del placer”,  un cambio en la teoría del afecto que incluye la noción de negatividad. Hay que concebir lo negativo, lo desagradable de lo negativo, para poder acceder a una realidad psíquica no dominada por una visión idiosincrática del mundo.

Todo simbolismo tiene, desde esta perspectiva, fundamento inicial en una renuncia a la identidad de percepción y una aceptación de la identidad de pensamiento. En “bionés” esto transcurre en la tolerancia emocional que permite la transformación de un objeto malo presente en uno ausente. Sugiero que además que subyacen dos paradigmas diferentes en las perspectivas que he esquematizado. La primera se fundamenta en un principio de realidad en el cual el logro a alcanzar son mejores condiciones para el acceso a la acción especifica que permita una mejor realización de deseo; en la segunda se basa en un principio cuya meta es la creación de condiciones emocionales de la que pueda surgir  un pensamiento. En el primer caso es necesario una dosis de paciencia para encontrar el momento adecuado para la descarga, en el segundo el énfasis está puesto en la emoción que es necesario contener para que sea posible la complejización que implica pensar.

Por último, y no es un detalle menor, hay una realidad última que siempre se escapa. No hay espera o aplazamiento que permita una adecuación posible y contacto con la cosa en sí misma. Nuestra mente tiene que aceptar que sólo hay relación con sustitutos, con recubrimientos no plenos que signan una realidad ultima inalcanzable, accedemos a una versión de ella. Sólo es posible una significación nunca del todo lograda de la compulsión de repetición o una versión falsa con un vértice en K de O.

Cuando nuestro aparato para pensar no puede digerir la turbulencia emocional que sobreviene al ponerse en contacto con una experiencia emocional, evacuandose la emoción y atacando las funciones del yo puede advenir el “terror sin nombre”. En ocasiones, como mostré en el material clínico que discutí, cuando no se dan estas condiciones emocionales puede crearse una neorealidad restitutiva, secundaria a la desestimación de percepciones por los sentimientos que provocaba, y al ataque a funciones del yo.

Propongo que “las fuentes de la realidad”  están  en la capacidad negativa que da las condiciones de posibilidad afectivas  para la aceptación de lo desagradable de las ideas reprimidas  o  la significación del fragmento de realidad incluido en la compulsión de repetición que tenga como marco,  la tolerancia emocional a que esta semantización nunca es totalizadora. Desde el “terror sin nombre”, si se puede contener y volver pensable la experiencia emocional de la que surgió,  puede ser la vía de acceso al fragmento de realidad emocional que ella contiene, aunque el “nombre” último sea imposible de alcanzar.

Sugiero, para terminar, que a través de la continencia del sentimiento de perplejidad se puede concebir que toda nueva experiencia emocional es inédita, se accede así a una realidad psíquica más compleja, que permite pensar un –parafraseando a Bion- universo en expansión, ya que da las bases emocionales de la capacidad de asombro.

RESUMEN

En este escrito exploro como la tolerancia al sentimiento de perplejidad brinda las posibilidades de tolerar experiencias emocionales con lo inédito. Toda ampliación de la realidad psíquica que no implique repetir lo idéntico la tiene como presupuesto. Expongo un material clínico en el que se muestra como su intolerancia lleva a la construcción de una realidad psíquica con interrogantes acotables, y como para ésto ataca su percepción y las funciones del yo.

 

                 

 

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[1] Bion (1962) respecto de esto dice  (pág. 122): “el continente y el contenido son susceptibles de ser unidos e impregnados por la emoción. Así unidos o impregnados o ambas cosas a la vez cambian de un modo generalmente descripto como crecimiento. Cuando están separados o despojados de emoción disminuyen su vitalidad, es decir se aproximan a objetos inanimados”.

[2] Junto con Guillermo Seiguer hace años venimos trabajando en estas ideas.

[3] Por ejemplo la oposición entre representación y afecto, heredada de la distinción entre masa y energía de la física del siglo XIX; la asimilación de afecto a energía, que tuvo como arrastre, pensar al afecto regido por principios derivados del de inercia o del segundo principio de termodinámica y concebirlo entonces como una mera descarga, que llevo definirlo como el correlato subjetivo de la misma. Esto fue extensamente discutido por M. Y W. Baranger (Baranger, Madeleine y Willy, 1969) en nuestro medio, en especial las dificultades del enfoque económico del afecto. Meltzer (1978) desde una otra perspectiva criticó una concepción del afecto regida por principios similares a los de la mecánica newtoniana que -para él- no daban cuenta de los intercambios emocionales entre seres vivos. Esta concepción nacía de susbsumir la noción de afecto a la descarga de la pulsión y tenía como corolario acentuar la contingencia del objeto. Una disgresión, la discusión sobre la contingencia del objeto debiera hacerse teniendo como telón de fondo toda la complejidad de la noción de objeto, en especial las distinciones entre: objeto de la pulsión, objeto de la percepción, objeto de la identificación, objeto de amor,  objeto interno, etc. Personalmente me parece empobrecedora tanto la separación entre representación y afecto, como considerar al afecto solo como descarga y no responsable de crecientes niveles de complejidad. Green (1995) comenta sobre este punto (pag 32) "se ha querido oponer la sexualidad (la pulsión) a la objetalidad siendo desde una perspectiva freudiana ambos inseparables. En el concepto de "relación" (de objeto), no se trata sino de dar nombre al vínculo sexual, sobre el presupuesto de que la esencia de la sexualidad no es solamente el placer sino también el vínculo".

En otro trabajo (Moguillansky y Seiguer, 1994) he(mos) postulado que esta concepción del afecto (como descarga) no se adecua para explicar una teoría psicoanalítica sobre la genitalidad ni da cuenta de la complejidad emocional que adscribimos a la misma. 

[4] Preferí llamar perplejidad para referirme a la situación emocional  de la que me quiero ocupar, en lugar de la frase de Bion (1962) “duda tolerada”, que recubre algunos de los fenómenos que describo con perplejidad. La perplejidad también supone soportar la dispersión sin persecución, pero quizás acentua la sensación de urgencia que solemos tener ante lo indeterminado o lo incognoscible.

[5] Con realidad no me refiero al conocimiento objetivo de la misma. Pienso al igual que Green, que "no se puede decir que el conocimiento de la realidad exterior forme parte de las preocupaciones del psicoanalista. Todo lo que se puede afirmar es que el mundo interior tal como es -y, mas aun, tal como ha sido construido (lo destacado es mio)- se ha edificado también gracias al conocimiento de la realidad exterior, que por lo tanto es integrante de el mismo"...y también que "el conocimiento de la realidad exterior...pasa por el rodeo de la realidad interior". (Andre Green. 1991). He enfatizado en otro lugar (Moguillansky,R., 1998), como el otro externo rompe la creencia anticipada que tenemos sobre él y el trabajo emocional que implica concebir esta ruptura como ajenidad y como tal incorporarla a nuestra realidad psíquica.

[6] Esto es aún cierto con los cambios que ha tenido la noción subjetiva de “el futuro”. El hombre de la postmodernidad no concibe el futuro como un momento separado de su presente, al modo en como era pensado por el hombre de la modernidad. El futuro para el hombre de las postrimerías del siglo XX es una prolongación del presente, sin solución de continuidad con él. (Ignacio Lewcowitz, 1997).

 

[7] Esta idea viene siendo desde hace tiempo parte de mis preocupaciones. Pueden seguirse en "Aproximación al problema de la causalidad psíquica” en Psicoanálisis , 1992:3 y en el comentario al relato de Carlos Rios, Actas del Simposio sobre “Identificación” de APdeBA, 1985.

[8] El camellero preguntó a los tres principes si por casualidad habían visto su camello, y los tres preguntaron, a su vez, si el camello perdido era tuerto, si le faltaba un diente, si era rengo, si llevaba a un costado una alforja con manteca y al otro una con miel, si no transportaba sobre su joroba una mujer y si esta no estaba embarazada. A todo tuvo que contestar que si y salió a buscar el camello perdido. Como no lo encontró acusó a los principes de haberselo robado y los tres fueron encarcelados. Enterado el emperador de Bergamo, harto de los salteadores, montó en cólera y condenó a los hermanos a una muerte avergonzante. Ante la acusación explicaron que eran tres viajeros que recorrian el mundo para observar sus maravillas, que nunca habian visto el camello, y sólo quisieron gastar una broma basandose en algunas observaciones. El animal apareció, el emperador pidió disculpas y los liberó, pero les rogó que le explicasen como se habían informado de los detalles sin haber visto nunca al camello. Contestaron que como era tuerto había comido el pasto del lado del camino en que era malo, y no el otro, donde era bueno; por faltarle un diente se le habían escapado de la boca pelotones de rumia visibles en la senda; había huellas de tres pezuñas y de una pata arrastrada; las hormigas que vieron en un largo trecho indicaban que allá había caido manteca y otro tanto ocurría con las moscas atraidas por la miel; habían deducido que llevaba a una mujer porque cerca del sitio donde el camello se había arrodillado vieron la huella de un pie pequeño y restos de orina que exhalaba concupiscencia (por lo tanto el pie no era de un niño) y que estaba embarazada porque para incorporarse despues de orinar habia apoyado sus manos en el polvo dejando huellas... A continuación sigue la historia del "Peregrinagio" de los príncipes de Serendip. Serendip es el antiguo nombre de Ceylan (actual Sri Lanka) y es de donde viene el concepto de Serenidipity en ingles, difundido por Horatio Walpole (1717-1797) en una carta a un amigo en la que le anunciaba el feliz arribo de un cuadro de la Gran Duquesa Bianca Capello y de sus sagaces observaciones realizadas casualmente. De "Houssay y el serendipismo" de R. Pasqualini, Medicina, Vol. 41, Nº6, 1981.

 

[9] Estoy  utilizando la metafora de Bateson (1972), aludiendo con mapa a lo pensado y con territorio, acerca lo que pensamos.

[10] "Admitir un determinismo causal absoluto de todo lo que acontece en el universo, de tal manera que sólo nuestra ignorancia nos impida percibirlo postulando que todo fenómeno puede ser predicho -sea de hecho, a partir de leyes causales que conocemos; sea de derecho, a partir de determinaciones ocultas- implica negarle a lo nuevo la posibilidad de existir." (H. Atlan, 1990)

[11] "Bion: Keats descubrió un ´principio de incertidumbre´ que el llamo ´Capacidad Negativa´. Los autores del Libro de Job o del Baghadad Git, para no ir mas lejos, decubrieron la presunción de Job y Arjuna, quienes pensaban que lo que ellos ´no conocían no era conocimiento¨. De Bion, 1991, Memorias del Futuro, pág 267. 

[12] Sandor Ferenczi, (1981) nos decía que “Freud  ha descubierto que el acto psicológico representado por la negación de la realidad  constituye una fase intermedia entre la ignorancia y el reconocimiento de la realidad; el mundo exterior extraño al  ego, es decir hostil, puede acceder a la conciencia a pesar del desagrado, en la medida en que está afectado por el símbolo de lo negativo, de la negación, en el que es negado...Naturalmente, surge enseguida una cuestión: ¿qué debe ocurrir para que desaparezca el último obstáculo a esta aceptación y se haga posible la afirmación de un desagrado, es decir la desaparición de la tendencia al rechazo?. (pag.459)...”El reconocimiento del mundo exterior, es decir la afirmación del desagrado, sólo es posible tras haber abandonado la defensa contra los objeto que originaba desagrado y su denegación, y tras haber transformado en impulsos internos las excitaciones que provienen de estos objetos incorporandolos al Ego” (pag.469).  Otra perspectiva es la que propone Hypolitte en su comentario sobre la negación (Hyppolite, Jean, Comentario verbal sobre la Verneinung de Freud) . Define la negatividad (termino que toma de Hegel) como la negación de la negación que subyace a la afirmación (la bejahung). En la negación, sugiere, lo intelectual se separa de lo afectivo; mas aún afirma que “lo intelectual es esa especie de suspensión del contenido para la que no sería inconveniente en un lenguaje un poco bárbaro el término sublimación”. Suponer la afirmación separada de lo afectivo sería concebir,  lo intelectual sólo como mera intelectualización y no como la aprehensión inteligente de una realidad psíquica con la que se siente compromiso emocional. En este texto quiero explorar como contribuye lo emocional a esta definición, lo que me ubica más cerca en este punto de Ferenczi.

[13] Para definir accidente recurro a la que en su momento hizo I. Berenstein (I. Berenstein, 1997):  “hechos de una magnitud tal que introducen una ruptura en el acontecer cotidiano...Es una irrupción del azar, de aquello no incluido en el encadenamiento subjetivo, un desorden que luego el sujeto intentará y podrá o no subsumir en un orden”.

El acontecimiento como noción, fue introducido por Alain Badiou. Parte del presupuesto que discernimos  conceptos singulares de una multiplicidad indiscernible. Entonces “la verdad hace agujero  en el saber“. No  hay para Badiou saber de la verdad, sino solamente producción de verdades. Los acontecimientos poseen nominaciones suspendidas o precarias”. Badiou ubica “acontecimientos del matema, del poema, del pensamiento del amor y de la política”  (pag 56 , Badiou, 1989, Manifiesto de la filosofía). Si el intento de significarlo a traves del fantasear se realiza sólo a partir de combinaciones inconcientes -una actividad recombinatoria-...de cosas vividas u oidas, lo nuevo no existe en absoluto. “Para que lo novedoso tenga lugar en la mente o en el vínculo ha de haber un cambio de significación, y no sólo una ampliación en la significación que estaba predeterminada o en estado latente. Aquello que llamaremos acontecimiento resulta de aquello que no cabe en la representación en ese momento y que deberá hacer una operación agregada, que se describe como suplementación, que cambia la significación hasta ese momento” (I. Berenstein, 1997, ibid).

La noción de acontecimiento cuestiona la noción de repetición, al menos en su versión mas canoniga. Pareciera mas adecuada la descripción de Deleuze (1968) que insistió que en cada repetición se inscribe una diferencia.

El acontecimiento puede organizar una escena, ésta puede tener un efecto de bifurcación (Laplanche discute la distinción entre acontecimiento y escena, en Interpretation between determinism and hermeneutics: a restatement of the problem, 1992, Int. J. Psych. 73). Entre bifurcación y bifurcación, se produce una "meseta" en la que prevalecen las leyes deterministas, pero antes y después de tales puntos críticos, reina el azar. Solo por retroacción es posible comprender el proceso; durante si transcurso solo hay incertidumbre (Luis Hornstein 1994). Una contribución a este tema, postulando como lo nuevo no aparece como resultado de un proceso de aposición de nuevas identificaciones, sino como resultado de la emergencia de “sucesos” (tomados sobre el modelo del cambio catastrófico propuesto por Bion) fue el que describi(mos) en  Crecimiento mental y desidentificación (1989, Bianchedi E., Alba E.,Barugel N., Krakov H., Moguillansky C., Moguillansky R., Rodriguez Saenz N., Seiguer G.) 

[14] "La meta de la ciencia hasta el final del siglo pasado fue eliminar lo indeterminado, lo impreciso, la complejidad; por el contrario hoy apuesta a desentrañar la realidad aceptando la incertidumbre, lo aleatorio, la indeterminación y la complejidad...Un orden complejo que propone un diálogo entre orden, desorden y organización." (Luis Hornstein, 1994)

[15] Voy a dejar de lado en el examen de esta viñeta mi lapsus, para concentrarme en como el paciente semantiza, o mejor dicho no semantiza  la perplejidad que lo inunda como consecuencia de esta ruptura del encuadre. El material que sigue, tal como nos enseñara Bleger (1967), seguramente esta influenciado por esa ruptura y también quisiera agregar que luego fue posible significarlo al conservar el encuadre.

[16] Dude  como calificar este fenómeno clínico. También se me ocurrió que podía describir que estaba en presencia de una alucinación negativa. Green nos dice que la alucinación negativa resulta de "una doble acción a partir de una interfaz sobre: su cara externa, una percepción indeseable, insoportable o intolerable da lugar a una alucinación negativa que traduce el deseo de recusarla hasta el punto de negar la existencia de los objetos de la percepción; su cara interna, una representación inconciente de deseo (abolida) que intenta hacerse conciente pero se ve impedida por la barrera del sistema Cc (P). Al ceder a esta presión, el lugar de la percepción denegada deja el espacio vacante" (Green, A, 1993, pag 234)..."La alucinación negativa es el proceso por el cual el yo puede romper o interrumpir sus relaciones con la realidad" (ibid, pag 235). La importancia de la actividad alucinatoria responde a la necesidad de construir un neorealidad. Hay que considerar para articularlo con la desmentida, también siguiendolo a Green, lo que sucede en el fetichismo: "el varoncito rehuso darse por enterado de un hecho de su percepción"..."en la alucinación negativa, pasa por la abolición de la percepción y ...la desmentida en la Verleugnung: el sujeto no cree lo que le informan sus ojos, pero lo hace justamente porque ve, y no porque estuviese ciego" (ibid; pag 237).

[17] Recordemos que Hartmann (1964) en los Ensayos sobre el yo (en especial,  en Comentarios sobre la teoría psicoanalítica del yo y en El desarrrollo del concepto de yo en la obra de Freud) afirma, que con este artículo nace el psicoanálisis, ya que en él Freud conceptualiza por primera vez las funciones del yo (conciencia, pensamiento, atención, juicio, control de la motilidad). Recalca además que en este ensayo se postula, que la neurosis encuentra una de sus causas en que las pulsiones del yo están dispuestas a someterse a la influencia del principio de realidad y en cambio las pulsiones sexuales se mantenían largo tiempo dajo el dominio del principio del placer. Completa su elogio a este escrito, ensalzando el razonamiento de Freud que afirma, que si al niño en una situación de necesidad la realización alucinatoria le resulta insatisfactoria, se volverá hacia la realidad. Este volverse a la realidad sigue, para Hartmann, el principio del placer. Renuncia al placer incierto, con el propósito de procurar en una forma nueva, que  un placer seguro llegue mas tarde. Esto presupone dos funciones del yo: aplazamiento y anticipación. (Según Hartmann “demandas de la realidad” es un modo metafórico de aludir a una tendencia a la autoconservación del hombre y sobre todo del yo)

El principio de realidad –para este autor- representa las modificaciones impuesta por el yo a los otros dos principios (placer y nirvana) y por lo tanto no está en el mismo plano que los otros,  incluye el aplazamiento  de la satisfacción y una tolerancia temporal al displacer, para luego conseguir una adecuada acción especifica. Es decir una tendencia adaptativa en la percepción, el pensamiento y la acción, cuando se considere características “reales” de un objeto o de una situación.  Entonces principio de realidad es idéntico a un grupo de funciones del yo. El principio de realidad incluye tanto el conocimiento de la realidad como la actuación respecto a ella.

A mi juicio están en juego, en el planteo de Hartmann, ideas similares a las propuestas por Freud en “el Proyecto” a propósito de “la defensa primaria” y la “función inhibidora” del yo, condición de existencia del  “signo de realidad”.  En este momento teórico la defensa primaria (represión primaria funcional en la terminología que nos propusiera  Brudny, 1980) no “reprime”, mas bien “aplaza” y este aplazamiento hace a la diferencia entre proceso primario y proceso secundario. Se aplaza la descarga hasta que estén presentes los signos de realidad y estos sólo pueden existir si hay un yo inhibidor. La defensa primaria funda entonces, una diferencia tópica entre un funcionamiento inconciente y un funcionamiento conciente. A la vez da las condiciones de posibilidad de una acción especifica eficiente y adaptada a la realidad

[18] Bion desde sus primeros textos rinde homenaje al texto “Dos principios ...”.  El acceso a la realidad para Bion está ligado a la posibilidad de concebir, pensar, un objeto ausente: transformar un objeto “malo presente” (primer modo de significar la frustración según Bion), en un “objeto ausente”. Este salto simbólico implica una digestión  de algo emocionalmente intolerable y por lo tanto impensable por la propia mente. Es necesaria la asistencia de un otro (función de reverie) para que esta función “digestiva” del dolor psíquico pueda adquirirse. Quien no lo soporta o no ha sido asistido para este logro, no tiene las condiciones emocionales que le permitan abstraer que lo “ausente”  existe. Sólo la tolerancia emocional a la existencia desagradable de lo ausente abre la posibilidad de concebir una relación no  mentirosa con nosotros y con el mundo (estoy utilizando la distinción que hizo Bion entre verdad, falsedad y mentira). Sin embargo, es necesario un esfuerzo emocional mayor, tenemos que aceptar que sólo podemos acceder a un saber falso de las experiencias emocionales. Siguiendolo a Bion la verdad sólo puede ser sida pero no conocida y esto también es penoso.

 

[19] Es para mi un motivo de interés como se definen las pertenencias y la supuestas interpretaciones verdaderas, que llevan a filiaciones fanáticas que descalifican una diversidad de interpretaciones respecto de un autor o de un texto.

[20] Esta forma de ver “Dos principios...” resulta de articularlo con textos posteriores de Freud, en especial Mas allá del principio del placer y El yo y el ello.