LOS AFECTOS Y EL PAPEL DE LO NEGATIVO EN LA CONSTITUCION DE LA REALIDAD PSIQUICA. NOTAS SOBRE LA PERPLEJIDAD
Con negativo aludimos a la inversa de lo positivo. Si con realización positiva designamos el encuentro con el objeto, la vivencia en que se satisfacen nuestros deseos, con realización negativa aludimos a la experiencia emocional indicadora de una ausencia, una falta, un estorbo, un retardo, una interrupción por referencia a una satisfacción (ilusoriamente) posible. Concluíamos aquel comentario diciendo “todos sabemos de la hostilidad que nos despierta aquello que vivenciamos como negativo.
Rodolfo Moguillansky
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Vivíamos en un estado de angustiado
crecimiento; escuelas, notas, profesiones que elegir, matrimonios para los
mayores, libros que salían, facturas, salud... el futuro estaba siempre
demasiado cerca y era un interrogante demasiado grande, por lo que no permitía
la expresión serena de la propia manera de ser. Además, todas estas actividades
dejaban el aire denso de emociones personales y obligaban incluso los niños a
desarrollar prematuramente una faceta. Ayudar, hacer algo, era lo deseable y no
manifestar tímidos deseos, irrelevantes y probablemente caros.
Virginia Woolf, Momentos de vida.
UN
MARCO POSIBLE PARA SITUAR LO NEGATIVO
Las discusiones sobre el afecto, sabemos, han desatado en el
seno del movimiento psicoanalítico intensas pasiones; es uno de los temas más
controvertidos entre nosotros. No voy a intentar abarcarlo, sólo me dedicaré a
un punto específico, la tolerancia emocional al sentimiento de perplejidad, a
la que trataré de situar dentro de este complejo problema.
La noción de afecto remite a múltiples distinciones dentro
de la teoría psicoanalítica; fue
inicialmente modelizada desde la
física, describiéndola desde el vértice de su realización positiva, como el
correlato subjetivo de la descarga de la pulsión. Se completaba esta
conceptualización afirmando que, en la realización de deseos el objeto era
contingente, desestimando el carácter vincular de dicha realización. Esta
concepción fue cuestionada por diversas líneas teóricas; algunas han enfatizado el papel que tiene el
afecto en la constitución subjetiva, relacionándolo con las vicisitudes de la
emoción en los vínculos en los que nacemos, nos constituimos y participamos. Es
parte de mi forma de pensar que hay vínculo si éste está impregnado de pasión
[1]
.
Pertenecer a un vínculo es correlativo a que los los sujetos que lo integran
estén afectados por emociones; esta pertenencia agrega entonces, si esta
impregnada afectivamente, una fuente de sentido que los determina .
Ha sido para mí, de especial interés, los desarrollos que
han estudiado el aspecto emocional que está en juego en los momentos fundantes del yo. Freud nos enseñó como el yo se unifica en
torno a la ilusión de completud. Todo mito de origen, individual o colectivo
presupone un paraíso inicial. Mucho se ha escrito acerca de la naturaleza
vincular de la constitución de este momento ilusoriamente oceánico, solemos
decir que los niños empiezan a existir en el sueño de los padres. No participar de esta creencia tiene
consecuencias, es moneda corriente entre los psicoanalistas la importancia que
tiene en el futuro de un sujeto la narcisización del lugar donde advendrá como
hijo. Destacaría como aportes que han enriquecido nuestro saber sobre este
momento, el contrato narcisista que ha teorizado Piera Aulagnier (1975), o como
piensa esta cuestión Rene Kaës (1989), cuando afirma, que la constitución
narcisista de cada sujeto está apuntalada en los deseos irrealizados de los
padres.
Pero también sabemos que no hay paraíso de donde no nos sintamos expulsados, o relación en la
que no se termine la luna de miel. Le he prestado atención, como diversos
autores han pensado, que es central la elaboración, modulación o significación
según el caso, de la separación, discontinuidad o desilusión que necesariamente
se instala dentro del yo, entre el yo y el ideal, o entre el yo y el otro. Los procesos de simbolización tanto individuales como de lo
conjunto, tienen como punto de partida la contención del afecto que emerge de la realización negativa. Un
capítulo importante en la construcción de la realidad psíquica individual y
vincular es el procesamiento de la
emoción –que acentua el matiz negativo- que subyace a la desilusión, la extrañeza, lo incompartible, o lo que no podemos incluir en una
causalidad.
Desde el andamiaje previo he(mos)
[2]
postulado que en la constitución de cada vínculo se produce una ilusión de
completud que remeda aquella que postulamos, ya desde Freud, en la constitución
del yo. Estudiamos, dentro de este
campo, la diferenciación entre la cualidad fusional que tiene el afecto en los
momentos fundantes de cada vínculo y por ende también en los constitutivos de cada persona, y la
emocionalidad que permite concebir la ajenidad. Para ello he(mos) propuesto la
distinción entre el sentimiento fusional presente en la fundación de cada vínculo, que crea una ilusión de lo conjunto sin alteridad,
ejemplificado en el vínculo
paterno filial en “his majesty the baby”; en la idealización de la igualdad, al
modo del “fenómeno de masa” en la fraternidad; en el “enamoramiento”, en el
vínculo de alianza, y aquellos, en
donde luego del procesamiento de la pérdida de completud ilusioria, se logra
concebir la ajenidad. Sobre estos
últimos, hemos descripto lo que hemos llamado “estados vinculares”, caracterizados por una
capacidad negativa y con posibilidades entonces de contener lo negativo, la desilusión y semantizar
en consecuencia lo ajeno. Creemos que estos estados, los estados vinculares,
son precarios, no constituyen algo estable donde estacionarse, perdiéndose a
poco andar el sentimiento de alteridad logrado, el cual podrá ser nuevamente
recuperado merced a un trabajo vincular. Pensamos la emocionalidad de todo
vínculo como pulsátil, alternando entre momentos fusionales y estados vinculares. Sobre estos
últimos, como se desprende de mi desarrollo previo, hemos enfatizado los fenómenos de lo negativo.
LA PERPLEJIDAD, SENTIMIENTO QUE CONTIENE LO NEGATIVO
Voy a dejar de
lado entonces las discusiones, aún no del todo saldadas, acerca de la
concepción del afecto sobre el modelo de la energía física
[3]
.
Sin embargo mi ponencia puede entenderse como una toma de posición en este
punto, y en algún modo lo es.
Me quiero concentrar en esta comunicación, en cambio, como
ya anticipé, en el papel del afecto, -preferiría hablar de emoción-, en la
construcción por parte del yo de la subjetividad, la realidad psíquica.
Esto implica considerar el papel
que tienen las capacidades negativas para contribuir al proceso de simbolización, o más aún para hacerla posible. Mi ponencia en este
trabajo va a bordear esta cuestión, mostrando como influye lo negativo en la
construcción de la realidad psíquica en un paciente, a partir de una situación
vincular que accidentalmente se produce en el campo transferencial. Especial
mente me voy a ocupar de la
perplejidad
[4]
-que es producto de una capacidad negativa-, sentimiento que tenemos, si lo
podemos soportar, ante lo desconocido, lo indeterminado, lo azaroso. Sigue ésto
algunas líneas exploradas en “Diálogo convencional, diálogo psicoanalítico y su
relación con el sentido común (Moguillansky R., 1995) . Allí enfatizaba como la negatividad hace a uno de los rasgos diferenciales
entre el diálogo común y el psicoanalítico, y como ésta, parafraseando a Green
(1984), “desenlutaba el lenguaje”, dando condiciones emocionales a
posibilidades creativas como las que surgen a partir de los procesos
terciarios.
¿QUE TEORÍAS PRODUCE EL YO?
El yo es un productor de teorías que delimitan la realidad
[5]
y la imagen que tiene de sí. Este proceso está acotado por su tolerancia a las
sensaciones desagradables suscitadas al ponerse en contacto con sentimientos e
ideas que no quiere, o no puede sentir como propios, como así
también por entrar en relación con lo desconocido, el azar y más aún lo
incognoscible en tanto cuestionan sus certezas, cuestionamientos que son
vividos como heridas o injurias narcisistas. Dicho de otro modo, los límites de
la realidad que el yo puede concebir, depende de cuanto puede tolerar el
desagrado, la angustia que implica poner en tela de juicio su omnisciencia o el “alma bella” (haciendo uso
de la frase que acuño Hegel, 1807)
que cree ser. Sin embargo este anhelo, que incluye la conservación de lo
idéntico, vivido como preservación de su identidad, debe entrar en relación con
una función especifica del yo: “posibilitar una conjugación del tiempo futuro,
compatible con la de un tiempo pasado” (P. castoriadis-aulagnier, 1975, pág. 167).. “El yo se abre a un primer
acceso al futuro debido a que puede proyectar en él, el encuentro con un estado
y un ser pasado” (ibid, pág. 169). Sin embargo para no caer en un tiempo
circular el futuro no puede coincidir con la imagen que el sujeto se forja
acerca de él en su presente. Entre el yo futuro
[6]
y el yo actual debe persistir una diferencia, una x que represente lo que
debiera añadirse al yo,... representa la asunción de la prueba de la castración
en el registro identificatorio”, que deja como saldo “la esperanza narcisista
de un autoencuentro permanentemente diferido”... renunciando “a convertir el
futuro en el lugar al que el pasado podría retornar”(ibid 171)
[7]
.
La conservación de esta diferencia depende de esa tolerancia de la que más
arriba hablé y permite no pagar el precio de aquello a lo que la psique tiende
“por naturaleza”, huir del cambio. Bion aborda esta cuestión con la encrucijada que se plantea ante el dolor
psíquico, “por medio de la evasión o la modificación. El problema se soluciona
por medio de la evacuación, si la persona es dominada por el impulso de evadir
la frustración, o pensando los objetos, si la personalidad es dominada por el
impulso a modificar la frustración”... La modificación se produce a través de
“el pensamiento que debiera hacer posible para el aparato mental el soportar
una tensión incrementada”. (Bion, 1962, pág. 115)
Una buena descripción de la huida al cambio y de la
necesidad de negar lo ignoto y el azar, es la que con cierta impiedad hace
André Malraux en sus Antimemorias, cuando afirma que los intelectuales forman una raza caracterizada por un
pensamiento que se apoya más en las bibliotecas que en la experiencia. Este
desdén apunta a criticar un modo de pensar que, según su perspectiva, promueve
un saber que reproduce lo idéntico, lo conocido, yo agregaría lo
predeterminado. Creo, y seguramente todos coincidiremos, que Malraux ha sido
injusto, no es un problema que aqueja sólo a los intelectuales, todos los
humanos son parte de esa raza y usuarios en muchos momentos de su vida, de ese
modo de pensar y de percibir. Bion nos ha iluminado esta cuestión hasta el
hartazgo, y está magníficamente
narrada en su ingeniosa y dramática fábula del mentiroso (Bion, 1970), y entre
otros también por Laing, en su ensayo sobre lo obvio (Laing, 1970). Este modo
de funcionamiento condiciona qué clase de científico es el yo, cuanto
“serendipismo” puede albergar dentro de sí, y cuanta perplejidad puede soportar
frente a lo aleatorio, el desorden, el azar. Los científicos usan en su jerga
un término que todavía no figura en el diccionario: el “serendipity”
[8]
.
Con él se alude a la facultad o don de hacer descubrimientos por accidente de
cosas que no se están buscando. Incluye por cierto, capacidad para asombrarse y
la transformación en pensamiento de lo que sorprende. No sólo se trata, desde
esta perspectiva, descubrir por casualidad, sino que, además, lo hallado debe
ser interpretado con sagacidad. Sin embargo aun poniendo atención a los
principios de Serendip, si bien se puede tener acceso a lo que explícitamente
no se ve, no se puede significar lo que no forma parte de “el hecho
seleccionado” -usando el modelo que nos ha propuesto Bion a partir de
Poincare-. Lo que queda afuera no es significado, tiene ausencia de
significación, la historización por eso siempre deja un resto, aunque con mayor
frecuencia que lo deseable lo negamos y tendemos a creer que el mapa coincide
con el territorio
[9]
.
Nuestro yo tiene que distinguir dentro de lo que no ve: lo que no quiere ver; lo que no ve, pero es posible significar, como lo
hicieron los Príncipes de Serendip, esto es deducir una abstracción que permita
comprenderlo; y lo indeterminable
[10]
.
A esto último, en el mejor de los casos, solo se lo puede situar y
eventualmente resignificar parcialmente a posteriori. Ignorar su existencia
tiene consecuencias, y aunque en el comienzo de mi ponencia hice una crítica
sobre la utilización de la física
para modelizar lo emocional, me voy a permitir una licencia diciendo, que lo no
significado suele operar en nuestra mente al modo de un “agujero negro” estelar, ya que posee
un alto poder entrópico, amenaza
con hacerle perder complejidad a nuestro pensamiento, y es capaz de atraer y
hacer desaparecer enormes zonas y funciones de nuestro firmamento psíquico. En
el material clínico que más tarde voy a examinar quiero discutir como para
conservarse dentro de un mundo conocido, porque no soporta la emoción que
podría significar como perplejidad, el paciente ataca su percepción. Deviene
entonces una construcción de la realidad con interrogantes acotables, lo que
tiene consecuencias en su pensar. Este es el núcleo duro de mi trabajo.
LA
CONSTRUCCION DE LA REALIDAD PSIQUICA DEPENDE DE UNA CAPACIDAD NEGATIVA
Si
exploramos, tal como me he propuesto en este escrito, como juega la emoción en
la construcción de la realidad psíquica, esta opción teórica, lleva inevitablemente a estudiar la
relación entre emoción y una capacidad negativa
[11]
a la que me voy a referir con negatividad. Sugiero que existe una íntima
relación entre la mayor complejidad emocional que sustenta una mayor
complejidad en nuestros pensamientos y la negatividad.
Para
connotar y denotar la negatividad recurro a las distinciones que hicimos con G.
Seiguer (Moguillansky, R. Y Seiguer G., 1996) sobre este punto. Con negativo
aludimos a la inversa de lo positivo. Si con realización positiva designamos el
encuentro con el objeto, la vivencia en que se satisfacen nuestros deseos, con
realización negativa aludimos a la experiencia emocional indicadora de una
ausencia, una falta, un estorbo, un retardo, una interrupción por referencia a
una satisfacción (ilusoriamente) posible. Concluíamos aquel comentario diciendo
“todos sabemos de la hostilidad que nos despierta aquello que vivenciamos como
negativo. Tendemos a negarlo, reprimirlo, desmentirlo, repudiarlo,... la
operación primitiva de la negación se extiende sobre dos registros: el de lo
malo, inadecuado, desfavorable, rechazable, y el que entraña un vacío, una
ausencia, un hiato”. Recordemos que Freud (1925) en la Negación, para dar
cuenta de estos dos registros, distinguió el juicio de atribución que opone lo bueno y lo malo, al juicio
de existencia que distingue lo que es, de lo que no es. Trataré de mostrar como
la negatividad, la capacidad negativa que permite contener la emoción, es
condición de posibilidad de poder concebir dentro de la realidad psíquica,
tanto lo desagradable como lo ausente.
Con concebir quiero decir tanto significar, historizar, como situar y tolerar
emocionalmente lo desconocido.
EL
JUICIO DE ATRIBUCION Y LA REALIDAD PSIQUICA.
El
primer registro (el juicio de atribución) fue el preponderante en la teoría
general de la neurosis. El yo acoge dentro de sí lo agradable, lo bueno y
reprime lo desagradable. En
la represión de lo desagradable sabemos que hay un desinvestimiento
preconciente que conlleva una pérdida de realidad psíquica (Freud, 1925,
Pérdida de realidad en la neurosis y en la psicosis). El levantamiento de la represión tiene como primer paso
(así nos lo enseñó Freud en la
negación), la emergencia de la
idea desagradable a través de su negación. La afirmación como parte de la
realidad psíquica es consecuencia de la negación de la negación
[12]
.
Redundando, es necesaria una nueva negación para que aquello que, en su forma
negativa empezó a formar parte de lo que admitimos como parte de la realidad
psíquica, tenga una formulación positiva. Estas operaciones no son simples
pasos lógicos, son posibles si y sólo si, se toleran los sentimientos negativos
que se suscitan. Este logro entonces, se sostiene sobre una compleja trama
emocional, de la cual esta
capacidad negativa, la negatividad, es una de sus piedras angulares. Podemos
concluir que se conquista un nuevo espacio en la realidad psíquica, al levantar
la represión si se toleran los sentimientos negativos, (aquí encontramos una primera acepción
de negatividad) en el sentido de desagradables. El proceso de apropiación por
parte del yo de las ideas desagradables, presupone soportar el dolor psíquico que le provocan sus ocurrencias.
Sólo desde esa tolerancia puede ponerla en palabras, historizarla. Aunque obvio, necesito enfatizarlo, es condición de posibilidad, la modulación de la emoción para
restaurar la realidad psíquica, convertirla en parte de su historia. No
presupongo que al historizarse se llenan lagunas mnémicas, ni pienso que se recuperan eventos,
sugiero que se construye una historia de significaciones sobre la base de una
contención del afecto, que se
establecen nuevas correlaciones que determinan una coherencia soportable por el
yo, que a su vez es dadora de nuevos sentidos. Esto espero tomará mas espesor
en la discusión que sigue.
Sobre
este primer registro sólo realizaré este breve comentario para concentrarme en el segundo.
LA
REALIDAD PSIQUICA Y EL JUICIO DE EXISTENCIA.
Además
de descartar por el desagrado que nos producen ideas y sentimientos
semantizados como prohibidos o pecaminosos, tenemos horror al vacío, nos suele espantar la falta de sentido que acompaña al accidente,
que eventualmente puede tomar la forma un acontecimiento
[13]
.
Tratamos de semantizar lo incierto como desconocido animados por la esperanza
de conocerlo o en otros momentos de normatizarlo en tanto pensamos que se trata
de situaciones anómicas. En la angustia que nos provocan estas experiencias
emocionales está uno de los motores que ha movido a la ciencia a la búsqueda de
conocimiento
[14]
, y también a la construcción de normas, leyes, instituciones, que a la vez
que hacen más previsible la naturaleza, pacifican las relaciones entre las
personas. Así se acumula conocimiento y se construyen los variables ritos con
que la cultura nos inicia y nos sostiene en cada pasaje, atemperando las crisis
vitales a través de sugerirnos como cursar el tránsito de la adolescencia, como
aparearnos, como educar a nuestros hijos, como debemos comportarnos si somos
varones o mujeres, en una lista
interminable. Podemos así tener la ilusión que deja de ser una aventura como
iniciaremos cada día o como serán los encuentros con nuestros congéneres. Una
tradición que heredamos y que transmitimos a la generación que nos sigue. Sin
embargo la cultura no aporta una total consistencia, y esto no es fácil de
tolerar, Freud (1932, El malestar de la cultura) nos advirtió que nos resulta
difícil concebir que la cultura no nos proteja totalmente del azar.
Conocemos
el malestar que nos trae la insuficiencia tanto de los hábitos con que
ritualizamos nuestra vida cotidiana como del conocimiento que nos aporta la
ciencia. Incluso sabemos como intentamos obturar esta insuficiencia con la
imaginería del destino o las ilusiones de la religión (Freud, 1927, El porvenir
de una ilusión).
El
psicoanálisis ha tratado desde distintas vertientes de estudiar y
conceptualizar como nuestro pensar hace lugar a lo nuevo, lo desconocido, lo
imposible de conocer.
Discutiendo
el status científico del psicoanálisis Lacán, en Los Cuatro Conceptos,
establece una distinción que retomo, para mostrar como se contrapone el modo de pensar de la “raza” a la que
aludía Malraux con otras modalidades. Así diferencia “búsqueda” y “encuentro”,
aludiendo con búsqueda a la producción de un conocimiento que sólo reproduce lo
conocido, oponiéndolo a encuentro,
que en su modelo remite a un encuentro con un “real”.
Desde
una otra perspectiva Bion (1962) distingue entre el vínculo K y su
contrapartida -K. Un vínculo con un objeto “a conocer” contraponiéndolo con un
uso de lo conocido que desconoce todo sentimiento de ajenidad, que convierte el
saber en un “conocimiento saturado”. Abre así la posibilidad de discriminar dos
modalidades de relación con el objeto en tanto objeto de conocimiento.
Los
puntos de vista comentados anteriormente bordean un tema: la curiosidad. Freud
postulaba que la fuente de la curiosidad infantil era la sexualidad y su
relación con la escena primaria. Las teorías sexuales infantiles son la
respuesta que se dan los niños, precoces intelectuales, frente a una escena, la
escena primaria –se trata sobre todo de una escena que se les escapa a su percepción: la
de su engendramiento, en la que nunca estuvieron ni tendrán acceso-. Para
aludir a ella se han creado una serie de fantasías sustitutivas, la historia de
la cigüeña o el repollo, que si las concebimos sólo como mentiras piadosas
crean la ilusión de que encubren un secreto que podría ser dicho o al que se
podría tener acceso. Accederíamos, si se develara, “si esuvieramos avivados” una historia que proveería un conocimiento
del pasado que nos daría acceso a causas últimas, al modo de un determinismo
ontológico. La construcción de un pasado y no la reconstrucción del
Pasado, genera significados, pero no permite conocerlo, tiene sentido y eficacia, pero no provee un conocimiento de la
realidad psíquica con la connotación de alcanzar una realidad material (J.
Puget, 1994).
EL
TIMBRE, ¿QUÉ TIMBRE?
Mi consultorio está ubicado en un piso alto de un edificio
de departamentos. Cuando ese día Roberto tocó el timbre de la puerta de entrada
a mi consultorio, yo me confundí y pensé que el sonido correspondía al de la
puerta de entrada del edificio. Fui caminando desde la habitación en la que
está ubicado mi consultorio a la cocina, que está al lado de la puerta de entrada
al departamento, donde está el interruptor que permite abrir la cerradura
eléctrica de la puerta de entrada al edificio. Al rato me llamó la atención que
Roberto no llegara, se me ocurrió que podría haberse demorado con el ascensor.
En ese momento llamó nuevamente el timbre, para mí ahora sí en la puerta de
acceso del consultorio. En el momento que le abrí, Roberto me dijo con voz
angustiada y en tono de pregunta “¿Sonó el timbre la primera vez?”. Entonces me
di cuenta de mi equivocación, las dos veces había tocado arriba
[15]
.
Mi cara debía denunciar que estaba confundido e inmediatamente él me respondió,
quizás intentando consolarme, “a mí me pareció que sonó distinto la segunda
vez”. Como yo no compartía ese parecer, pensé que lo decía para aliviarme, aunque
tuve a la vez la impresión que Roberto creía en lo que me estaba diciendo, sin
atisbo de hipocresía.
Luego él se acostó en el diván y yo me quedé pensando qué me
habría querido decir cuando me preguntó “¿Sonó la primera vez?” ¿Sería un modo
aplacatorio de informarme que no le había respondido al primer llamado? El
sonido de la chicharra se escucha claramente desde el palier, donde él estaba
al pulsarla, y también debía haber escuchado desde allí mis pasos. A poco se
aclaró que lo dicho por él no era una mera frase de compromiso. Roberto quería
preguntarme literalmente si había sonado el timbre. Él tenía la convicción que
el primer timbre no había sonado y que el segundo había sonado distinto, pero
si era así, era difícil de explicar por qué había tardado tanto en volver a
pulsarlo por segunda vez y el sentido de la pregunta. Volvió a contarme, una
vez más que una de sus escenas temidas es que le digan “cargoso” y no quería
que yo lo hubiese pensado. Pero para éso tendría que haber sonado el primer
timbre y él insistía que no había existido tal sonido. Progresando en la sesión
pudimos intelegir que la situación de él esperando detrás de la puerta, era muy
angustiante. Por cierto, la angustia hubiera sido mucho mayor si hubiera sonado el timbre, si hubiera escuchaba
mis pasos y yo no le abría la puerta. Si recordaba que se preguntaba, ¿qué
estaría ocurriendo, me pasaría algo?. Sus primeras ocurrencias parecían un
calco de lo que había signado las primeras sesiones.
Roberto en los comienzos de su análisis entraba en
situaciones de pánico, con intensas sudoraciones y la sensación de que se caía,
que perdía el equilibrio, cada vez que sus hijos salían y desaparecían de su
vista. Trataba de disimular sus sentimientos para no perturbarlos, pero no lo
conseguía. Su cabeza se inundaba de escenas terroríficas que se acompañaban de
intensas crisis de angustia cada vez que no sabía exactamente donde estaban.
Poco después recordó que se había preguntado ¿si yo estaría
en el consultorio?. Sin embargo, ¡Él, por el lugar en donde estaba, no podía no
haber escuchado mis pasos!. Si se preguntaba si yo no estaba, nos ponía en la
pista que quizás había desestimado
[16]
el primer timbre y también mis pasos. Que el primer timbre no hubiese existido, ni mis pasos, ponía orden en
la escena, eliminaba todas las incógnitas. ¡Un alto precio! Atacaba su
percepción para que todo se volviera más razonable. Esta escueta viñeta me
llevo a preguntarme como era la (neo)realidad que Roberto construía por su
intolerancia a la perplejidad.
A comienzos del año en que había sucedido lo que relaté con
el timbre -Roberto estaba en su quinto año de análisis-, había comentado que
dado el tiempo transcurrido desde el comienzo de su tratamiento debíamos pensar
en el final y en tono tentativo me propuso que bajáramos progresivamente el
número de sesiones. Aunque incluí esto en interpretaciones que me parecieron
pertinentes, también le dije que si él sentía que su análisis estaba llegando a
su fin ésto iba a emerger de sus asociaciones; lo mejor que podíamos hacer era
escucharlo a él y que para poder escucharlo era importante mantener el número
de sesiones. Poco tiempo después tuvo que hacer un viaje y no volvió a hablar
del tema.
Una de sus sesiones la tiene a la mañana temprano, a esta
solía desde siempre, llegar algunos minutos tarde, pero luego de su viaje su
demora fue mayor aún y se volvió sistemática. Poco más tarde del incidente del
timbre, ésto es varios meses después del regreso de su viaje, al inicio de una sesión me pregunta cuál es el
horario de comienza de su sesión mañanera “¿mi sesión empieza a las ocho y
veinte?” Su sesión comenzaba a las ocho y diez. Fue a fijarse en sus agendas y
constató que había alterado el horario luego del viaje. Más éso no era todo,
¡él seguía pensando que la sesión terminaba a las nueve de la mañana! Había
corrido diez minutos el comienzo pero no el final. ¿Se trataba de una actitud
unilateral donde por su cuenta estaba reduciendo el número de sesiones?
Si esto era así era llamativo como la modificación del
horario de comienzo no había cuestionado la hora de finalización. Estos dos
datos convivían dentro de su yo sin que entraran en conflicto. Estabamos en
presencia entonces, de una alteración de la función sintética del yo. Roberto
insistía que ésto se debía a que no prestaba atención a esas minucias.
Este intento de situar la cuestión en la falta de atención
pudimos correlacionarlo con otras actitudes de él. En sus transacciones
económicas solía crear situaciones ambiguas y confusas. Un tiempo atrás se
había demorado en el pago de mis honorarios. Al pagarme me propuso no sólo
pagar lo atrasado, sino adelantarme parte del mes siguiente. Como yo le sugerí
que lo analizáramos, me dijo que era puntilloso, descalificando el intento de
pensar en el significado que podría tener. A mi juicio, quería implicarme en un
sistema que volviera razonable y consensuado lo que él llamaba “no prestar
atención”.
Volviendo ahora a la viñeta del timbre, podríamos
preguntarnos ¿Qué sucedía en la mente de Roberto? ¿Se había distraído, no había
prestado atención y por eso no recordaba si había existido el primer timbre, ni
mis pasos y había escuchado distinto el segundo? ¿O el escuchar lo ponía en
contacto con emociones insoportables? ¿Si esto era así, de que se trataba? ¿Su
emocionalidad se relacionaba con una escena de la que estaba excluido en la que
intuía situaciones penosas, como las que habían sido usuales con sus hijos y
por eso le suscitaba preguntas terribles o se angustiaba porque no sabía que
ocurría detrás de la puerta? Volviendo a Virginia Woolf, ¿el futuro, porque estaba demasiado cerca
-¡cómo si alguna vez pudiese no estarlo!-, precipitaba interrogantes que lo
llevaban a respuestas apresuradas o es que esta precipitación y la rapidez con
que respondía, es porque no sabía como sería el futuro?. ¿Hubiese podido
Roberto, como los príncipes de Serendip, si fuese mas paciente y observador,
deducir que pasaba?. ¿”Denegó” el timbre, y también mis pasos para negar su
miedo a que me hubiera pasado algo o de ese modo repudiaba un trozo de realidad
porque le resultaba insoportable el sentimiento de perplejidad?. Sugiero que no
podía contener una experiencia emocional que no le permitiera manejarse dentro
de lo idéntico, lo conocido, tal como ironizaba Malraux, pero que tampoco la
hubiera podido significar aún si tuviese la sagacidad de los príncipes de
Serendip. Diciéndolo en los términos que nos propuso Freud, ¿estamos en el
terreno del heimlich o del unheimlich?. Creo que dentro de lo segundo, pienso
que Roberto estaba mas espantado que con miedo. Pienso que es lo inaccesible,
lo insemantizable de este accidente, lo que vuelve a esta experiencia
productora de emociones indigeribles para él. Haciendo un enorme salto y en un
intento de modelizar lo vivido por Roberto, no lo concibo solo frente a una
escena primaria angustiante por los celos, la exclusión o la pequeñez de las
que emergerían sus fantasías terroríficas, como las que tenía cuando sus hijos
desaparecían de su vista, sino también por lo inaccesible de ella, por lo irrepresentable. Si esta
configuración es convincente, esta escena es atormentadora no sólo porque tiene
secretos y el pequeño investigador que hay dentro del paciente se mete con
curiosidad porque está excluido, sino porque además de esa eventual
semantización, encubre una escena con una dimensión inabarcable y esto no lo
tolera.
¿Que le ocurría a mi paciente?. Ante esta experiencia, que
Roberto no puede sentir como inaccesible, no sólo deniega su percepción,
también ataca sus funciones mentales. Como hice notar pierde la integridad del
yo, su capacidad sintética está atacada y además no percibe que esta función
está alterada. Esta descripción es similar a la de Bion cuando nos explica como
en la evacuación del dolor psíquico no solo se expulsa lo doloroso, se consuma
para hacer más eficaz la evacuación, un ataque a las funciones del yo y a la
percepción de esa destrucción.
UNA
ULTIMA RECORRIDA POR EL PRINCIPIO DE REALIDAD.
Cuando discutimos o intentamos la exégesis de alguna noción
conceptualizada por Freud y
tomamos como referencia un escrito de él, tenemos que tener en cuenta que cada
texto puede ser leído de distintos modos. Por ejemplo ser leído y entendido en
sí mismo, desde otro texto, o desde el comentario que otros autores han hecho acerca de él. Sin esta advertencia
muchas discusiones son estériles en tanto toman puntos de partida que hacen
incompartibles e incontrastables los diversos puntos de vista.
Desde hace tiempo me había llamado la atención como era
posible que el texto de Freud, “Dos principios del suceder psíquico”,
fuera tomado como un referente insoslayable tanto por H. Hartmann
[17]
,
como por W. Bion
[18]
, cuando a
mi juicio se me aparecían representando dos concepciones tan distintas dentro
del psicoanálisis.
Hartmann acentúa el aplazamiento para luego lograr una
adecuada realización de deseos, esto es una acción específica eficaz. Para
Bion, en cambio, el énfasis está en soportar y aceptar lo desagradable,
tolerancia necesaria para lograr una abstracción, un pensamiento. No es a mi
juicio en una lectura literal quizás lo enfatizado por Freud en “Dos
principios...” y en ese sentido la
interpretación de Hartmann probablemente se ajusta mas “a la letre”. Sin
embargo es discutible ¿cuál representa mejor el pensamiento de Freud? ¿Cuál es
desde esta perspectiva más verdadera o menos falsa?
[19]
.
Sugiero que también en una lectura freudiana
[20]
de “Dos principios...”, “el acceso a la realidad” no está signado sólo por una
espera y un aplazamiento a lo perentorio del deseo. “La realidad psíquica”,
-esta es la realidad que nos
importa a los psicoanalistas- se abre paso en el levantamiento de la represión,
es per vía di levare que el yo admite
una realidad psíquica, que había declarado inconciliable con él. Es a través de
los retornos de lo reprimido primariamente, que accedemos a la realidad del
deseo inconciente. Sólo la admisión de ideas desagradables, reprimidas, permite
que el yo se aparte de su visión narcisista del mundo. ¿Cuál es la mala
noticia? : la incompletud del yo y la correlativa dependencia de objetos que tienen
algo que el yo desea como parte de él, y que ni son parte de él, ni están a su
disposición, son autónomos y pueden no estar o tener deseos que no tengan que
ver con el yo. En otros términos, la admisión de la castración, la tolerancia
emocional a la percepción de órganos sexuales distintos de nenes y nenas, abre la posibilidad de cuestionar la teoría sexual infantil de
la universalidad fálica, una visión narcisista del mundo, y permite que se conciban diferencias
sexuales, lo que equivale a admitir un yo no completo, esto es apartarse de la
perspectiva del yo de placer y admitir objetos sustituibles potencialmente
ausentes. Esto implica además como lo señala Meltzer (1978) en su comentario
sobre “Mas allá del principio del placer”, un cambio en la teoría del afecto que incluye la noción de
negatividad. Hay que concebir lo negativo, lo desagradable de lo negativo, para
poder acceder a una realidad psíquica no dominada por una visión idiosincrática
del mundo.
Todo simbolismo tiene, desde esta perspectiva, fundamento
inicial en una renuncia a la identidad de percepción y una aceptación de la
identidad de pensamiento. En “bionés” esto transcurre en la tolerancia
emocional que permite la transformación de un objeto malo presente en uno
ausente. Sugiero que además que subyacen dos paradigmas diferentes en las
perspectivas que he esquematizado. La primera se fundamenta en un principio de
realidad en el cual el logro a alcanzar son mejores condiciones para el acceso
a la acción especifica que permita una mejor realización de deseo; en la
segunda se basa en un principio cuya meta es la creación de condiciones
emocionales de la que pueda surgir un pensamiento. En el primer caso es necesario una dosis de paciencia para
encontrar el momento adecuado para la descarga, en el segundo el énfasis está
puesto en la emoción que es necesario contener para que sea posible la
complejización que implica pensar.
Por último, y no es un detalle menor, hay una realidad
última que siempre se escapa. No hay espera o aplazamiento que permita una
adecuación posible y contacto con la cosa en sí misma. Nuestra mente tiene que
aceptar que sólo hay relación con sustitutos, con recubrimientos no plenos que
signan una realidad ultima inalcanzable, accedemos a una versión de ella. Sólo
es posible una significación nunca del todo lograda de la compulsión de
repetición o una versión falsa con un vértice en K de O.
Cuando nuestro aparato para pensar no puede digerir la
turbulencia emocional que sobreviene al ponerse en contacto con una experiencia
emocional, evacuandose la emoción y atacando las funciones del yo puede advenir
el “terror sin nombre”. En ocasiones, como mostré en el material clínico que
discutí, cuando no se dan estas condiciones emocionales puede crearse una
neorealidad restitutiva, secundaria a la desestimación de percepciones por los
sentimientos que provocaba, y al ataque a funciones del yo.
Propongo que “las fuentes de la realidad” están en la capacidad negativa que da las condiciones de
posibilidad afectivas para la
aceptación de lo desagradable de las ideas reprimidas o la
significación del fragmento de realidad incluido en la compulsión de repetición
que tenga como marco, la
tolerancia emocional a que esta semantización nunca es totalizadora. Desde el
“terror sin nombre”, si se puede contener y volver pensable la experiencia
emocional de la que surgió, puede
ser la vía de acceso al fragmento de realidad emocional que ella contiene,
aunque el “nombre” último sea imposible de alcanzar.
Sugiero, para terminar, que a través de la continencia del
sentimiento de perplejidad se puede concebir que toda nueva experiencia
emocional es inédita, se accede así a una realidad psíquica más compleja, que
permite pensar un –parafraseando a Bion- universo en expansión, ya que da
las bases emocionales de la capacidad de asombro.
RESUMEN
En
este escrito exploro como la tolerancia al sentimiento de perplejidad brinda
las posibilidades de tolerar experiencias emocionales con lo inédito. Toda
ampliación de la realidad psíquica que no implique repetir lo idéntico la tiene
como presupuesto. Expongo un material clínico en el que se muestra como su
intolerancia lleva a la construcción de una realidad psíquica con interrogantes
acotables, y como para ésto ataca su percepción y las funciones del yo.
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[1]
Bion
(1962) respecto de esto dice (pág.
122): “el continente y el contenido son susceptibles de ser unidos e
impregnados por la emoción. Así unidos o impregnados o ambas cosas a la vez
cambian de un modo generalmente descripto como crecimiento. Cuando están
separados o despojados de emoción disminuyen su vitalidad, es decir se
aproximan a objetos inanimados”.
[2]
Junto
con Guillermo Seiguer hace años venimos trabajando en estas ideas.
[3]
Por ejemplo la oposición entre
representación y afecto, heredada de la distinción entre masa y energía de la
física del siglo XIX; la asimilación de afecto a energía, que tuvo como
arrastre, pensar al afecto regido por principios derivados del de inercia o del
segundo principio de termodinámica y concebirlo entonces como una mera
descarga, que llevo definirlo como el correlato subjetivo de la misma. Esto fue
extensamente discutido por M. Y W. Baranger (Baranger, Madeleine y Willy, 1969)
en nuestro medio, en especial las dificultades del enfoque económico del
afecto. Meltzer (1978) desde una otra perspectiva criticó una concepción del
afecto regida por principios similares a los de la mecánica newtoniana que
-para él- no daban cuenta de los intercambios emocionales entre seres vivos.
Esta concepción nacía de susbsumir la noción de afecto a la descarga de la
pulsión y tenía como corolario acentuar la contingencia del objeto. Una disgresión,
la discusión sobre la contingencia del objeto debiera hacerse teniendo como
telón de fondo toda la complejidad de la noción de objeto, en especial las
distinciones entre: objeto de la pulsión, objeto de la percepción, objeto de la
identificación, objeto de amor, objeto interno, etc. Personalmente me parece empobrecedora tanto la
separación entre representación y afecto, como considerar al afecto solo como
descarga y no responsable de crecientes niveles de complejidad. Green (1995)
comenta sobre este punto (pag 32) "se ha querido oponer la sexualidad (la
pulsión) a la objetalidad siendo desde una perspectiva freudiana ambos
inseparables. En el concepto de "relación" (de objeto), no se trata
sino de dar nombre al vínculo sexual, sobre el presupuesto de que la esencia de
la sexualidad no es solamente el placer sino también el vínculo".
En otro trabajo (Moguillansky y Seiguer, 1994) he(mos)
postulado que esta concepción del afecto (como descarga) no se adecua para
explicar una teoría psicoanalítica sobre la genitalidad ni da cuenta de la
complejidad emocional que adscribimos a la misma.
[4]
Preferí
llamar perplejidad para referirme a la situación emocional de la que me quiero ocupar, en lugar de
la frase de Bion (1962) “duda tolerada”, que recubre algunos de los fenómenos
que describo con perplejidad. La perplejidad también supone soportar la
dispersión sin persecución, pero quizás acentua la sensación de urgencia que
solemos tener ante lo indeterminado o lo incognoscible.
[5]
Con realidad no me refiero al conocimiento objetivo de
la misma. Pienso al igual que Green, que "no se puede decir que el
conocimiento de la realidad exterior forme parte de las preocupaciones del
psicoanalista. Todo lo que se puede afirmar es que el mundo interior tal como
es -y, mas aun, tal como ha sido construido (lo destacado es mio)- se ha edificado también gracias al conocimiento de la
realidad exterior, que por lo tanto es integrante de el mismo"...y también
que "el conocimiento de la realidad exterior...pasa por el rodeo de la realidad
interior". (Andre Green. 1991). He enfatizado en otro lugar
(Moguillansky,R., 1998), como el otro externo rompe la creencia anticipada que
tenemos sobre él y el trabajo emocional que implica concebir esta ruptura como
ajenidad y como tal incorporarla a nuestra realidad psíquica.
[6]
Esto es aún cierto con los cambios que ha tenido la noción subjetiva de “el
futuro”. El hombre de la postmodernidad no concibe el futuro como un momento
separado de su presente, al modo en como era pensado por el hombre de la
modernidad. El futuro para el hombre de las postrimerías del siglo XX es una
prolongación del presente, sin solución de continuidad con él. (Ignacio
Lewcowitz, 1997).
[7]
Esta idea viene siendo desde hace tiempo parte de mis
preocupaciones. Pueden seguirse en "Aproximación al problema de la
causalidad psíquica” en Psicoanálisis , 1992:3 y en el comentario al relato de
Carlos Rios, Actas del Simposio sobre “Identificación” de APdeBA, 1985.
[8]
El camellero preguntó a los tres principes si por
casualidad habían visto su camello, y los tres preguntaron, a su vez, si el
camello perdido era tuerto, si le faltaba un diente, si era rengo, si llevaba a
un costado una alforja con manteca y al otro una con miel, si no transportaba
sobre su joroba una mujer y si esta no estaba embarazada. A todo tuvo que
contestar que si y salió a buscar el camello perdido. Como no lo encontró acusó
a los principes de haberselo robado y los tres fueron encarcelados. Enterado el
emperador de Bergamo, harto de los salteadores, montó en cólera y condenó a los
hermanos a una muerte avergonzante. Ante la acusación explicaron que eran tres
viajeros que recorrian el mundo para observar sus maravillas, que nunca habian
visto el camello, y sólo quisieron gastar una broma basandose en algunas observaciones.
El animal apareció, el emperador pidió disculpas y los liberó, pero les rogó
que le explicasen como se habían informado de los detalles sin haber visto
nunca al camello. Contestaron que como era tuerto había comido el pasto del
lado del camino en que era malo, y no el otro, donde era bueno; por faltarle un
diente se le habían escapado de la boca pelotones de rumia visibles en la
senda; había huellas de tres pezuñas y de una pata arrastrada; las hormigas que
vieron en un largo trecho indicaban que allá había caido manteca y otro tanto
ocurría con las moscas atraidas por la miel; habían deducido que llevaba a una
mujer porque cerca del sitio donde el camello se había arrodillado vieron la
huella de un pie pequeño y restos de orina que exhalaba concupiscencia (por lo
tanto el pie no era de un niño) y que estaba embarazada porque para
incorporarse despues de orinar habia apoyado sus manos en el polvo dejando
huellas... A continuación sigue la historia del "Peregrinagio" de los
príncipes de Serendip. Serendip es el antiguo nombre de Ceylan (actual Sri
Lanka) y es de donde viene el concepto de Serenidipity en ingles, difundido por
Horatio Walpole (1717-1797) en una carta a un amigo en la que le anunciaba el
feliz arribo de un cuadro de la Gran Duquesa Bianca Capello y de sus sagaces
observaciones realizadas casualmente. De "Houssay y el serendipismo"
de R. Pasqualini, Medicina, Vol. 41, Nº6, 1981.
[9]
Estoy utilizando la metafora de Bateson
(1972), aludiendo con mapa a lo pensado y con territorio, acerca lo que
pensamos.
[10]
"Admitir un determinismo causal absoluto de todo
lo que acontece en el universo, de tal manera que sólo nuestra ignorancia nos
impida percibirlo postulando que todo fenómeno puede ser predicho -sea de
hecho, a partir de leyes causales que conocemos; sea de derecho, a partir de
determinaciones ocultas- implica negarle a lo nuevo la posibilidad de
existir." (H. Atlan, 1990)
[11]
"Bion: Keats descubrió un ´principio de
incertidumbre´ que el llamo ´Capacidad Negativa´. Los autores del Libro de Job
o del Baghadad Git, para no ir mas lejos, decubrieron la presunción de Job y
Arjuna, quienes pensaban que lo que ellos ´no conocían no era conocimiento¨. De
Bion, 1991, Memorias del Futuro, pág 267.
[12]
Sandor
Ferenczi, (1981) nos decía que “Freud ha descubierto que el acto psicológico representado por la negación de
la realidad constituye una fase
intermedia entre la ignorancia y el reconocimiento de la realidad; el mundo
exterior extraño al ego, es decir
hostil, puede acceder a la conciencia a pesar del desagrado, en la medida en
que está afectado por el símbolo de lo negativo, de la negación, en el que es
negado...Naturalmente, surge enseguida una cuestión: ¿qué debe ocurrir para que
desaparezca el último obstáculo a esta aceptación y se haga posible la
afirmación de un desagrado, es decir la desaparición de la tendencia al
rechazo?. (pag.459)...”El reconocimiento del mundo exterior, es decir la
afirmación del desagrado, sólo es posible tras haber abandonado la defensa
contra los objeto que originaba desagrado y su denegación, y tras haber
transformado en impulsos internos las excitaciones que provienen de estos
objetos incorporandolos al Ego” (pag.469). Otra perspectiva es la que propone Hypolitte en su
comentario sobre la negación (Hyppolite, Jean, Comentario verbal sobre la
Verneinung de Freud) . Define la negatividad (termino que toma de Hegel) como
la negación de la negación que subyace a la afirmación (la bejahung). En la
negación, sugiere, lo intelectual se separa de lo afectivo; mas aún afirma que
“lo intelectual es esa especie de suspensión del contenido para la que no sería
inconveniente en un lenguaje un poco bárbaro el término sublimación”. Suponer
la afirmación separada de lo afectivo sería concebir, lo intelectual sólo como mera intelectualización y no como
la aprehensión inteligente de una realidad psíquica con la que se siente
compromiso emocional. En este texto quiero explorar como contribuye lo
emocional a esta definición, lo que me ubica más cerca en este punto de
Ferenczi.
[13]
Para definir accidente recurro a la que en su momento
hizo I. Berenstein (I. Berenstein, 1997): “hechos de una magnitud tal que introducen una ruptura en el acontecer
cotidiano...Es una irrupción del azar, de aquello no incluido en el
encadenamiento subjetivo, un desorden que luego el sujeto intentará y podrá o
no subsumir en un orden”.
El acontecimiento como noción, fue introducido por
Alain Badiou. Parte del presupuesto que discernimos conceptos singulares de una multiplicidad indiscernible.
Entonces “la verdad hace agujero en el saber“. No hay para
Badiou saber de la verdad, sino solamente producción de verdades. Los
acontecimientos poseen nominaciones suspendidas o precarias”. Badiou ubica
“acontecimientos del matema, del poema, del pensamiento del amor y de la
política” (pag 56 , Badiou, 1989,
Manifiesto de la filosofía). Si el intento de significarlo a traves del
fantasear se realiza sólo a partir de combinaciones inconcientes -una actividad
recombinatoria-...de cosas vividas u oidas, lo nuevo no existe en absoluto.
“Para que lo novedoso tenga lugar en la mente o en el vínculo ha de haber un
cambio de significación, y no sólo una ampliación en la significación que
estaba predeterminada o en estado latente. Aquello que llamaremos
acontecimiento resulta de aquello que no cabe en la representación en ese
momento y que deberá hacer una operación agregada, que se describe como
suplementación, que cambia la significación hasta ese momento” (I. Berenstein,
1997, ibid).
La noción de acontecimiento cuestiona la noción de
repetición, al menos en su versión mas canoniga. Pareciera mas adecuada la
descripción de Deleuze (1968) que insistió que en cada repetición se inscribe
una diferencia.
El acontecimiento puede organizar una escena, ésta
puede tener un efecto de bifurcación (Laplanche discute la distinción entre
acontecimiento y escena, en Interpretation between determinism and
hermeneutics: a restatement of the problem, 1992, Int. J. Psych. 73). Entre
bifurcación y bifurcación, se produce una "meseta" en la que prevalecen
las leyes deterministas, pero antes y después de tales puntos críticos, reina
el azar. Solo por retroacción es posible comprender el proceso; durante si
transcurso solo hay incertidumbre (Luis Hornstein 1994). Una contribución a
este tema, postulando como lo nuevo no aparece como resultado de un proceso de
aposición de nuevas identificaciones, sino como resultado de la emergencia de
“sucesos” (tomados sobre el modelo del cambio catastrófico propuesto por Bion)
fue el que describi(mos) en Crecimiento mental y desidentificación (1989, Bianchedi E., Alba
E.,Barugel N., Krakov H., Moguillansky C., Moguillansky R., Rodriguez Saenz N.,
Seiguer G.)
[14]
"La meta de la ciencia hasta el final del siglo
pasado fue eliminar lo indeterminado, lo impreciso, la complejidad; por el
contrario hoy apuesta a desentrañar la realidad aceptando la incertidumbre, lo
aleatorio, la indeterminación y la complejidad...Un orden complejo que propone
un diálogo entre orden, desorden y organización." (Luis Hornstein, 1994)
[15]
Voy a dejar de lado en el examen de esta viñeta mi
lapsus, para concentrarme en como el paciente semantiza, o mejor dicho no
semantiza la perplejidad que lo
inunda como consecuencia de esta ruptura del encuadre. El material que sigue,
tal como nos enseñara Bleger (1967), seguramente esta influenciado por esa
ruptura y también quisiera agregar que luego fue posible significarlo al
conservar el encuadre.
[16]
Dude como
calificar este fenómeno clínico. También se me ocurrió que podía describir que
estaba en presencia de una alucinación negativa. Green nos dice que la
alucinación negativa resulta de "una doble acción a partir de una interfaz
sobre: su cara externa, una percepción indeseable, insoportable o intolerable
da lugar a una alucinación negativa que traduce el deseo de recusarla hasta el
punto de negar la existencia de los objetos de la percepción; su cara interna,
una representación inconciente de deseo (abolida) que intenta hacerse conciente
pero se ve impedida por la barrera del sistema Cc (P). Al ceder a esta presión,
el lugar de la percepción denegada deja el espacio vacante" (Green, A,
1993, pag 234)..."La alucinación negativa es el proceso por el cual el yo
puede romper o interrumpir sus relaciones con la realidad" (ibid, pag
235). La importancia de la actividad alucinatoria responde a la necesidad de
construir un neorealidad. Hay que considerar para articularlo con la
desmentida, también siguiendolo a Green, lo que sucede en el fetichismo:
"el varoncito rehuso darse por enterado de un hecho de su percepción"..."en
la alucinación negativa, pasa por la abolición de la percepción y ...la
desmentida en la Verleugnung: el sujeto no cree lo que le informan sus ojos,
pero lo hace justamente porque ve, y no porque estuviese ciego" (ibid; pag
237).
[17]
Recordemos
que Hartmann (1964) en los Ensayos sobre el yo (en especial, en Comentarios sobre la teoría
psicoanalítica del yo y en El desarrrollo del concepto de yo en la obra de
Freud) afirma, que con este artículo nace el psicoanálisis, ya que en él Freud
conceptualiza por primera vez las funciones del yo (conciencia, pensamiento,
atención, juicio, control de la motilidad). Recalca además que en este ensayo
se postula, que la neurosis encuentra una de sus causas en que las pulsiones
del yo están dispuestas a someterse a la influencia del principio de realidad y
en cambio las pulsiones sexuales se mantenían largo tiempo dajo el dominio del
principio del placer. Completa su elogio a este escrito, ensalzando el
razonamiento de Freud que afirma, que si al niño en una situación de necesidad
la realización alucinatoria le resulta insatisfactoria, se volverá hacia la
realidad. Este volverse a la realidad sigue, para Hartmann, el principio del
placer. Renuncia al placer incierto, con el propósito de procurar en una forma
nueva, que un placer seguro llegue
mas tarde. Esto presupone dos funciones del yo: aplazamiento y anticipación.
(Según Hartmann “demandas de la realidad” es un modo metafórico de aludir a una
tendencia a la autoconservación del hombre y sobre todo del yo)
El principio de
realidad –para este autor- representa las modificaciones impuesta por el
yo a los otros dos principios (placer y nirvana) y por lo tanto no está en el
mismo plano que los otros, incluye
el aplazamiento de la satisfacción
y una tolerancia temporal al displacer, para luego conseguir una adecuada
acción especifica. Es decir una tendencia adaptativa en la percepción, el
pensamiento y la acción, cuando se considere características “reales” de un
objeto o de una situación. Entonces principio de realidad es idéntico a un grupo de funciones del
yo. El principio de realidad incluye tanto el conocimiento de la realidad como
la actuación respecto a ella.
A mi juicio están en juego, en el planteo de Hartmann, ideas similares a las propuestas por Freud en “el Proyecto” a propósito de “la defensa primaria” y la “función inhibidora” del yo, condición de existencia del “signo de realidad”. En este momento teórico la defensa primaria (represión primaria funcional en la terminología que nos propusiera Brudny, 1980) no “reprime”, mas bien “aplaza” y este aplazamiento hace a la diferencia entre proceso primario y proceso secundario. Se aplaza la descarga hasta que estén presentes los signos de realidad y estos sólo pueden existir si hay un yo inhibidor. La defensa primaria funda entonces, una diferencia tópica entre un funcionamiento inconciente y un funcionamiento conciente. A la vez da las condiciones de posibilidad de una acción especifica eficiente y adaptada a la realidad
[18]
Bion
desde sus primeros textos rinde homenaje al texto “Dos principios ...”. El acceso a la realidad para Bion está
ligado a la posibilidad de concebir, pensar, un objeto ausente: transformar un
objeto “malo presente” (primer modo de significar la frustración según Bion),
en un “objeto ausente”. Este salto simbólico implica una digestión de algo emocionalmente intolerable y
por lo tanto impensable por la propia mente. Es necesaria la asistencia de un
otro (función de reverie) para que esta función “digestiva” del dolor psíquico
pueda adquirirse. Quien no lo soporta o no ha sido asistido para este logro, no
tiene las condiciones emocionales que le permitan abstraer que lo
“ausente” existe. Sólo la
tolerancia emocional a la existencia desagradable de lo ausente abre la
posibilidad de concebir una relación no mentirosa con nosotros y con el mundo (estoy utilizando la distinción
que hizo Bion entre verdad, falsedad y mentira). Sin embargo, es necesario un
esfuerzo emocional mayor, tenemos que aceptar que sólo podemos acceder a un
saber falso de las experiencias emocionales. Siguiendolo a Bion la verdad sólo
puede ser sida pero no conocida y esto también es penoso.
[19]
Es para mi un motivo de interés como se definen las pertenencias y la supuestas
interpretaciones verdaderas, que llevan a filiaciones fanáticas que
descalifican una diversidad de interpretaciones respecto de un autor o de un
texto.
[20]
Esta
forma de ver “Dos principios...” resulta de articularlo con textos posteriores
de Freud, en especial Mas allá del principio del placer y El yo y el ello.