El “pensamiento único” y su relación con el Narcisismo
Es notorio que se ha hecho, en distintos campos, un enorme esfuerzo intelectual para concebir que no todos pensamos igual, que a nuestro modo de pensar no subyace una igual lógica, que no todos pensamos del mismo modo, que no sentimos lo mismo cuando nombramos un mismo sentimiento. Sin embargo el resultado de este esfuerzo es magro, en tanto no se ha establecido este saber de modo permanente ni en la mente de los hombres ni en el imaginario social.
Rodolfo Moguillansky
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0-Introducción
En este
texto quiero llamar la atención sobre un nudo teórico y clínico, a mi juicio
poco explorado, la relación entre el narcisismo y el discurso social. Poner,
desde el psicoanálisis, la mirada
sobre este sector, parte del criterio que éste es un territorio crítico, en el
cual no tenemos demasiada teoría para pensarlo y abordarlo sin caer en
sociologismos.
Sugiero que
necesitamos teoría psicoanalítica que nos evite hablar de la relación entre el discurso
social y la subjetividad en
abstracto. Precisamos una teoría y una
clínica que dé cuenta tanto:
a-de las
relaciones instituyentes que tiene la familia y la sociedad sobre los
individuos, logrando una descripción de la forma en que los deseos individuales están organizados
en términos de creencias, fantasías inconscientes y conscientes concretas, en
escenas fantaseadas de vínculos con los otros, y como
b-a su vez, esos individuos desde sus fantasías inconscientes y conscientes,
y también desde sus creencias, son instituyentes de los vínculos a los que
pertenecen.
Propongo
que el narcisismo es un nudo especialmente apto para la ampliación de la teoría
que nos diga como ciertas
creencias, frente a determinados
contextos o estímulos externos -características del otro- se activan o
desactivan, es decir, qué influencia ejercen en las creencias personales los
personajes significativos. Me parece importante, en esa línea, la reformulación del concepto de identidad, para sacarla del marco reducido de
categoría sociológica, - desde las creencias que le dan forma. Mi intención es
sumar a esta descripción motivacional el papel instituyente que tiene en las creencias
el “sentido común”.
0-0-1-Propósito de este trabajo
Discutir la
totalidad del complejo problema que se despliega, en el nicho en donde se relaciona
el narcisismo y el discurso social, excede a los límites de este trabajo. Hoy
sólo quiero exponer, en primer término, desde el punto de vista teórico el papel
instituyente y/o alienante que tiene el discurso social, en particular una de
sus versiones, aquella que reifica el
“sentido común”, para luego, sobre el final de este escrito, extenderme
en un material clínico para mostrar cómo esta vertiente entrópica[i]
del discurso, a través del “sentido común” opera en una familia y en uno de sus
integrantes.
Haré un
breve preludio teórico para poder fundamentar la relación que tiene la noción
de narcisismo, dentro de la teoría psicoanalítica, con el discurso social,
algunas de las aporías que allí se suelen construir, para después ocuparme de
conceptualizar, desde el psicoanálisis,
el “sentido común”.
0-0-2-Narcisismo
y discurso social, un anudamiento con líneas de fuerza contradictorias,
estructurantes y entrópicas
Es
importante estar advertido que la noción del narcisismo tiene la virtud de
contener en su seno fuerzas contradictorias. Parte de mi postura es pensar que
su riqueza está dada por seguir conteniéndolas sin fabricar con ellas nociones
que se excluyan. No se me escapa que en este trabajo está acentuada la vertiente del narcisismo que anula la
autonomía individual, que aliena. Este énfasis no desconoce ni deja de valorar
el papel estructurante, instituyente, que tiene el discurso social en la subjetividad
humana, como lo mostraré con “el contrato narcisista” (Aulagnier, 1975), o “el
pacto denegativo” (Kaës,1976) - en el apartado 0-6-, pero, a los efectos de
este escrito acentúo la vertiente entrópica del mismo.
0-1-Preludio sobre el narcisismo
La noción de narcisismo, es
compleja y cuando hablamos de ella tenemos que tener en cuenta que nos
referimos a una familia de nociones. No es posible discutir la noción de
narcisismo sin precisar otra referencia para precisar su uso.
Aunque puede resultar trillado,
para ubicar el tema necesito dar un panorama escueto sobre el narcisismo, para
luego, sobre esa peana, desarrollar lo que quiero comunicar.
0-1-1-Yo y sí mismo
Entre las diversas cuestiones a
aprehender en el texto de Freud Introducción
del Narcisismo está la de deslindar las nociones de “yo” y la de “sí mismo”. Adelanto, como primera toma de posición que no creo que sea una buena decisión
aislarlas. La investidura libidinal del sí mismo, el amor a sí mismo o a su
imagen, son inseparables de la investidura del yo como instancia separada;
también diría, a los efectos de armar una nosografía, que el narcisismo no es
un estadio ni un modo específico de investidura, es una posición del
sujeto humano. Es evidente que las funciones intelectuales como el
pensamiento, o las más objetivas como la percepción de lo real, o los
comportamientos más cercanos al instinto llevan la marca del yo.
Está presupuesta en esta postura que es improcedente
la oposición entre el yo-función adaptacionista y un yo-representación
condenado al desconocimiento. Creo que tomar esa opción nos eximiría construir
una metapsicología del yo y una
psicopatología del narcisismo que
dé cuenta de esta duplicidad, cuando
esa duplicidad precisamente lo constituye al yo y da fundamento a toda
consideración psicopatológica sobre el narcisismo (Hornstein 2000).
Estoy sugiriendo -en este problema es una toma
de partido-, que no es bueno considerar que el yo es sólo una función
adaptativa, o solamente una imagen engañosa. Toda consideración sobre el yo
debe dar cuenta de la articulación compleja de estas dos cuestiones. Participo,
e ese sentido, de las consideraciones que en este punto hace Piera Aulagnier
(1975) cuando afirma que no hay alienación total del yo.
0-2-Nuevos problemas: Narcisismo
una tendencia entrópica o un
fenómeno estructurante.
No perdamos de vista también que si bien la introducción de la noción
del narcisismo viene a enmendar una serie de inconvenientes que planteaba la clínica, aparecen dentro
del texto inaugural Introducción del Narcisismo una cantidad
de nuevos problemas que no terminan de ser solucionados.
Una de las complicaciones la
plantea la oposición entre libido narcisista y libido objetal. Esta oposición -presente
en Introducción del Narcisismo- a
Freud no termina de satisfacerlo. Esto, a mi juicio, se hace tangible con la
evolución que tuvo dicha
oposición. Se hizo evidente, con
el tiempo, que dentro de la noción de Narcisismo convivían nociones distintas
que no iban en la misma dirección: Una tendencia entrópica o un fenómeno
estructurante.
0-2-1- Narcisismo una
tendencia entrópica
La versión del Narcisismo que acentúa su tendencia entrópica
culmina en Mas allá del Principio de
Placer y en El porvenir de una
ilusión. En ese sendero se acuñan nociones como:
1- el Principio de Nirvana, una tendencia
entrópica del no conflicto,
2- el sentimiento oceánico (porvenir de una ilusión).
3-El deseo de no deseo. Esta tendencia entrópica llevará a conceptualizar ese tan particular deseo, que P.
Aulagnier va a llamar deseo de no deseo. Para decirlo en términos
coloquiales, este deseo de no deseo puede ser formulado como una suerte
de alergia a tener cualquier tipo de problema, que toma su máxima expresión en
la muerte.
4-Pulsión de muerte. El concepto teórico que
da cuenta de esta tendencia entrópica Freud lo va a llamar pulsión de muerte.
0-2-2- Narcisismo un fenómeno estructurante
En esta otra versión, el Narcisismo aparece como fenómeno estructurante, que crea estructuras
dentro de un individuo. Trataremos en especial en esta dimensión trófica del
narcisismo como desde él surge el yo y el ideal.
0-3- La noción
de Narcisismo incluye líneas que dentro del psicoanálisis evolucionaron de modo
diverso que es importante distinguir, en tanto dan origen a dos diferentes
perfiles psicopatológicos:
a-
el Narcisismo pensado como “trófico”, o
“estructurante” que culminó con la idea del yo como residuo identificatorio, y
b-
el Narcisismo, asociado al anhelo del
sentimiento oceánico, a la pérdida de complejidad.
0-4-Hay que
conservar las contradicciones que nos trae el concepto de narcisismo y hacerlas
trabajar.
Así como sugiero que no es una buena idea aislar las nociones de Yo y la de sí mismo, tampoco creo que es bueno
separar estas dos dimensiones del narcisismo, la entrópica y la estructurante,
ni perder la oscilación entre aumento de complejidad y la pérdida que nos trae
el narcisismo, ni en la clínica que se desprende de él.
En la misma línea, hay que teorizar dentro
del narcisismo las relaciones intersubjetivas, entre las cuales privilegiaré
las familiares y las que tenemos con la cultura, sin perder de vista ni su
papel instituyente, ni su rol alienante.
0-5-Narcisismo,
identificación y matriz familiar
Agrandando más
nuestro punto de mira, digamos que, de la mano del narcisismo, surgió la noción
de identificación, o al menos ésta tomaría gran vigor en la teoría. Tengamos en
cuenta que el sujeto del Inconsciente después de la segunda tópica deja de ser
exclusivamente un sujeto de la pulsión para ser además un sujeto de
herencia; su subjetividad
esta instituida por
identificaciones adquiridas en el seno de una matriz familiar que otorga
lugares, plantea ideales, prefigura conflictos. Somos entonces,
desde esta perspectiva, el resultado de identificaciones que tomamos de
nuestros semejantes, nos relacionamos desde ellas y buscamos reencontrarlas en
nuestra relación con otros. Con esta formulación la matriz familiar y el otro estarán en el corazón de la estructuración psíquica. Somos
instituidos por esa matriz.
La noción de identificación implicó concebir que las relaciones
interpersonales internalizadas, resultado de identificaciones, jugaban fuertes
papeles en los conflictos
intra-personales. El aparato psíquico de la segunda tópica está construido
sobre la base de la internalización del conflicto entre la pulsión y la matriz
familiar.
La cuestión de la transmisión modifica la concepción del narcisismo, o podríamos mejor decir, acentúa
una de las versiones presentes en el artículo que fundó la noción de narcisismo.
Recordemos que por un lado se lo concibe como una concentración de la libido en
el yo - en una versión que no acentúa lo energético -, y por otro el narcisismo de un sujeto apuntalado sobre la generación
que lo antecede: en la consideración de los padres, su hijo, “his
majesty the baby” debe realizar los sueños irrealizados de ellos.
En la segunda versión el sujeto es un eslabón en una cadena, está dividido, entre la doble necesidad de
ser para sí mismo su propio fin y ser el eslabón de una
cadena generacional a la que está sujeto sin la participación de su voluntad.
0-6-Narcisismo,
identificación y cultura
En las últimas décadas hemos asistido, a una
complejización todavía mayor de la noción de narcisismo, tanto en su versión
entrópica como en su versión estructurante – como vengo sosteniendo
inseparables -, al comprender como somos instituidos por el medio social.
En aras de la brevedad sólo tomaré, en este
preludio al tema que centra este texto, las contribuciones de Piera Aulagnier y Rene Kaës acerca de las relaciones entre narcisismo,
identificación y cultura.
Piera Aulagnier (1975), es una autora
imprescindible para el estudio de la cuestión que versa sobre las relaciones
entre el narcisismo y la cultura. Aulagnier insiste que el nacimiento del sujeto surge a partir del
discurso del otro. No sólo del discurso del otro sino que el nacimiento del
bebé, en tanto sujeto humano, es consecuencia también de ser catectizado por la madre, libidinizado por la madre.
La madre libidiniza y en esa libidinización es portavoz, simultáneamente, del
discurso del medio sociocultural al que pertenece. La pareja parental, en
opinión de Aulagnier (1975) –opinión que comparto -, es portavoz del discurso del medio
cultural. Esto queda marcado a través de lo que Piera Aulagnier llama el contrato narcisista.
El contrato narcisista alude a la
precatecticización y anticipación que el discurso social proyectará sobre el infans
con la esperanza que éste se convierta en transmisor del modelo sociocultural.
El niño tomará los así llamados enunciados
de fundamento de ese discurso, los hará propios, lo que le permitirá
proyectarse a un futuro. Estos enunciados funcionarán como soporte
identificatorio y al alejarse del
primer soporte constituído por la pareja parental, al autonomizarse, encontrará
en el medio socio-cultural un punto de anclaje. El grupo, por su parte,
dependerá de la catectización que de él haga cada sujeto.
Apunta Piera Aulagnier entonces, que a fin de
tener un lugar en el medio sociocultural, el individuo tomará los enunciados
que instituyen a ese medio. El sujeto se ha de apropiar de esos enunciados y en
la medida que esto ocurra se convertirá en sujeto de grupo y en sujeto ideal
del grupo. La autora nos alerta que no debemos confundir esto con el ideal del
yo..
Lo anterior fundamenta cómo
Piera Aulagnier piensa la estructuración, la creación de subjetividad a partir
del otro, desde ese otro materno, portavoz de un discurso más amplio. También
nos señala Piera Aulagnier, que de acuerdo a las particularidades de la
inserción de la pareja en el medio sociocultural serán las significaciones
trasmitidas al niño.
Kaës por su parte plantea que el individuo no
puede rehusarse a ser un sujeto de herencia; si lo hiciera se pensaría a si
mismo como autogenerado. El sujeto de herencia es un sujeto de grupo que se
constituye como sujeto del inconsciente según dos determinaciones convergentes:
una, dependiente del funcionamiento del espacio intrapsíquico y, otra,
subordinada al trabajo impuesto a la psique por su ligazón con lo
intersubjetivo, por su sujeción a las distintas formas de agrupamiento en que
está incluido, tales como la familia, los grupos, las instituciones.
Señala
Kaës que algunas formaciones del inconsciente provienen de la cadena de las generaciones y de los
contemporáneos. Marca como por
medio de esta cadena se produce la
transmisión de la función represora, que también había señalado
Piera Aulagnier cuando dice que junto con el anhelo edípico lo que se trasmite
es la prohibición. Para Kaës, al igual que para Piera Aulagnier, el grupo
precede al sujeto del grupo, el sujeto es en primer lugar un intersujeto
en tanto heredero de sueños irrealizados, de represiones, de renunciamientos,
de fantasías, de historias.
Siguiéndolo a Kaës, podemos decir
que “el grupo nos sostiene, mantiene una matriz de investiduras y de
cuidados, predispone signos de reconocimiento y de convocación, asigna lugares,
presenta objetos, ofrece medios de protección y de ataque, traza vías de
cumplimiento, señala límites, enuncia prohibiciones. El conjunto que lo recibe
también lo nombra, lo ha soñado, lo ubica y le habla. El sujeto del grupo
deviene sujeto hablante y sujeto hablado no sólo por efecto de la lengua sino
por efecto del deseo de los que se hacen portapalabra de la prohibición,
de las representaciones del conjunto”. Esta es, a mi juicio, otra forma de
enunciar el contrato narcisista.
Kaës (1976), complejizando aún más el
problema, agrega otro modo para pensar la ligazón de los componentes del grupo:
introduce la idea de pacto denegativo.
El pacto denegativo es la contrapartida negativa del contrato narcisista. Así
como el contrato narcisista nos dicta que es lo que junta, el pacto denegativo
dice que es lo que hay que dejar afuera para juntarse. El pacto denegativo es
estructurante y defensivo de los vínculos e incluye todo aquello que ha de ser
reprimido, renegado, rechazado. Sobre la base de lo que dejamos afuera nos
juntamos.
0-6-Narcisismo, “pensamiento
único”, y “sentido común”.
Son inseparables entonces a
la hora de pensar el narcisismo, desde la teoría psicoanalítica, el papel
instituyente que tiene la cultura. Sugiero en este escrito que la idea de
“Pensamiento único”, sobre la que he trabajado en los últimos años
(Moguillansky 2003; Moguillansky 2004), es una buena pista para ampliar nuestra
comprensión sobre el narcisismo en su articulación con fenómenos sociales. Advirtamos, en esa línea, que
está implícito en los fundamentos del “pensamiento único” la –supuesta-
sabiduría del “sentido común”. El “sentido común”, modo de sentir y pensar que
goza de un relevante lugar social: más que un saber, suele ser una serie de “lugares comunes” que cada sociedad
acuerda como adecuado para su época instituyendo entre los que pertenecen a ese
conjunto un común modo de pensar.
1-Pensamiento
único y su relación con la Weltanshauung (cosmovisión) implícita en el llamado
“sentido común”
Sugiero,
para comenzar a abordar este problema
que, podemos decir junto con Freud, que con frecuencia pensamos -en
tanto usuarios de “un sentido común”-, desde una cosmovisión (una
Weltanshauung), desde una
construcción intelectual que soluciona de manera unitaria todos los problemas
de nuestra existencia a partir de una única hipótesis.
Se
hace necesario, a mi juicio, para seguir explorando este tema algunas
aclaraciones sobre el “sentido común”.
2- Algunas consideraciones sobre el sentido común.
Para empezar
con esta cuestión hagamos un breve recorrido sobre que se entiende con sentido
común. Digamos de inicio que el sentido común, ha sido
históricamente concebido de dos modos distintos: a) cómo una sensación común, y b) como un sensorio común.
En el primer caso
parece tratarse de una serie de funciones; en el segundo de un órgano. Sobre
este último sentido, ya Aristóteles[ii], nos prevenía
que no hay ningún “órgano” especial sensible que sea un “sentido común”. “Sentido común” entonces alude a una función de unificación de los demás
sentidos. Por extensión el sensus comunis
naturae se lo ha remitido a la idea de un “acuerdo universal” respecto a
ciertos “principios” o “verdades” que se suponen aceptables para todos junto a
la idea de una naturae rationalis
inclinatio que reside en toda naturaleza racional como tal. Advirtamos que
aunque en sentido estricto el sentido común tiene como objetos los “sensibles”,
el que popularmente se usa es el sensus
comunis naturae que tiene como objetos “principios”, que son “sentidos como
evidentes”.
2-1-El sentido común está basado en la creencia de
una ley natural
El sentido común en
tanto función unitaria o unificante, origina (y a su vez está basada en)
la creencia de un orden natural o incluso de una ley natural. La “ley natural”,
hace a una de las piedras angulares que sostiene un orden como el que Foucault
(1966) estima que se presupone en
nuestra mente frente a los “hechos en bruto”, aquellos “hechos” que quedan
entre los que estudia la ciencia y los que estipulan los “usos y costumbres”.
Foucault en Las palabras y las cosas sugiere que
solemos pensar que en esos “hechos en bruto” es posible encontrar un “orden”,
un “orden sólido”, “un ley natural” que rige el universo.
Esta “ley natural” hace al núcleo
central del orden propugnado por
el establishment religioso; así dice Santo Tomás de Aquino en la Summa
Teológica, la ley natural: “no es otra cosa que la luz de la inteligencia
infundida en nosotros por Dios: Gracias a ella reconocemos lo que se debe hacer
y lo que se debe evitar. Dios ha donado esta luz y esta ley en la creación”.
Después – aclara Juan Pablo II (1993) en la Encíclica Veritatis Splendor – volvió a
darla en los mandamientos. Y continúa: “Sin embargo, la autonomía de la razón
no puede significar la creación, por parte de la misma razón, de los valores y
de las normas morales (p. 64); el poder
de decidir sobre el bien y el mal no pertenece al hombre, sino sólo a Dios (p.
57); Dios hace al hombre participe de esta ley suya, de modo que... pueda
reconocer cada vez mas la verdad inmutable” (p. 67) Esto da por resultado creencias a las que se supone de
aceptación universal en las que no suele admitir inconsistencia alguna.
Este absoluto es el
lugar que suele ocupar la fe, incluso ocupando un lugar de una racionalidad que
aunque certera no comprendamos. Para la creencia en “una ley natural”; que no
la comprendamos no la hace menos certera. Descartes[iii]
decía respecto de esto: “No debemos presumir tanto que creamos que Dios nos
haya hecho partícipes de sus resoluciones... Tendremos, sobre todo, como regla
infalible, que lo revelado por Dios es incomparablemente más cierto que todo lo
demás, con el fin de que, si algún destello de razón pareciese sugerirnos una
idea contraria, estemos prestos siempre a someter nuestros juicios a cuanto
venga de él.” (Pág. 26 y 76). Coherente con lo anterior, la duda, no es un dato
inicial para Descartes, por ello ni impuso la obligación de dudar, ni la
proclamó con vehemencia, porque la incorporación de la duda es tarea de toda
una vida, no se adquiere en pocos días o semanas.
2-2- No vemos lo
mismo cuando decimos verde
Es notorio que se ha hecho, en distintos campos,
un enorme esfuerzo intelectual
para concebir que no todos pensamos igual, que a nuestro modo de pensar no
subyace una igual lógica, que no
todos pensamos del mismo modo, que no sentimos lo mismo cuando nombramos un
mismo sentimiento. Sin embargo el resultado de este esfuerzo es magro, en
tanto no se ha establecido este saber de modo permanente ni en la mente de los hombres ni en el
imaginario social. Admitamos que
es frecuente que cuando nombramos
con la palabra verde a un color, aunque sepamos que esta palabra remite a
impresiones sensoriales distintas en cada sujeto - no vemos lo mismo cuando
decimos verde -, solemos juzgar como un mal ver al ver que es diferente al
nuestro.
A la
resistencia a admitir como un buen ver – pari passu de un
buen sentir, de un buen pensar -, la visión que difiere de la propia, se suma
que para acordar que verde es para todos verde usamos palabras. Pero si nos
avispamos que sólo nos ponemos de acuerdo en llamar socialmente a algo verde y
que esto no implica que vemos lo mismo, como para convenir este sentido compartido nos hacen falta
palabras -y estas tienen para las diferentes personas distintas penumbras de
significado y en su articulación son fuente de nuevos y desconocidos sentidos
– hay un malentendido estructural entre nosotros que no podemos eludir.
¡No hay, en este sentido, un sentido común!
Por otro lado el malentendido estructural del que
somos víctimas, en tanto usuarios del lenguaje, genera un nuevo malestar que se
intenta eliminar concibiendo la polisemia de las palabras sólo como un
conocimiento intelectual, que no siempre lo tenemos presente en la actitud con
la que pensamos las palabras y las emociones propias y de los otros.
Aquello,
de que “las cosas son - y se sienten, se piensan y se ven - de acuerdo al
cristal con que se mira”, sólo es cierto en el
pensar en momentos especialmente reflexivos. Solía decirse en el
progresismo sesentista que “no
hay persona más fascista que un burgués asustado”. El aumento de angustia suele
lanzarnos velozmente en los brazos del pensamiento
único.
2-3-El
sentido común y el obstáculo epistemológico
Gastón Bachelard[iv],
ya hace tiempo nos informó de la tendencia unificante de la mente cuando
teorizó sobre la noción de obstáculo
epistemológico. Bachelard dice que “tornar geométrica la representación,
vale decir dibujar los fenómenos y ordenar en serie los acontecimientos
decisivos de una experiencia, he ahí la primera tarea en la que se funda el
espíritu científico... de este modo se llega a la cantidad representada, a mitad de camino entre lo concreto y lo
abstracto” pero unos renglones más abajo sigue “Tarde o temprano,..., estamos
obligados a comprobar que esta primera representación geométrica fundada en un
realismo ingenuo de las propiedades espaciales implica conveniencias más
ocultas, leyes topológicas menos solidarias con las relaciones métricas
inmediatamente aparentes, en una palabra: vínculos esenciales más profundos que
los vínculos de las representaciones geométricas familiares.” (Pág. 7).
Estos vínculos más esenciales, nos son opacos, no
podemos acceder a ellos sensorialmente. Incluso somos ciegos a lo que cuestiona
ese realismo ingenuo compartido y solemos poner de lado esas representaciones
geométricas familiares, sólo frente a eventos que los concebimos como
revolucionarios, no prestando atención a los prolegómenos que precipitaron
dicha revolución. Nos aferramos a esas representaciones que sentimos como
conocidas con enorme fervor.
2-4-
La ciencia moderna no ha brotado perfecta y completa de los cerebros de Galileo
y Descartes, como Atenea de la cabeza de Zeus
Me resultó interesante en este punto la conferencia
que dictó Alexandre Koyre el 7 de mayo de 1955 en el Palais de la Couverture
sobre Galileo y la revolución científica del siglo XVII[v].
En ella comienza diciendo “La ciencia moderna no ha brotado perfecta y completa
de los cerebros de Galileo y Descartes, como Atenea de la cabeza de Zeus. La
revolución galileana y cartesiana –que sigue siendo a pesar de todo, una
revolución – había sido preparada por un largo esfuerzo de pensamiento”
(Pág. 180). No por tener fuertes antecedentes Galileo se libró de la ira de su
época, en tanto sus ideas hacían vacilar las seguridades del sentido común
dominante en ese momento. Koyre
unos renglones más abajo nos cuenta como aquello que rompió la cosmovisión del
siglo XVII, fue luego incorporada como parte de un nuevo sentido común: “El concepto galileano de movimiento (igual que el
de espacio nos parece tan natural (la
cursiva es mía) que creemos incluso que la ley de inercia deriva de la
experiencia y de la observación, aunque, evidentemente, nadie ha podido
observar jamás un movimiento de inercia, por la simple razón de que tal
movimiento es completa y absolutamente imposible” (Pág. 183). Cuando Koyre dice
que tal movimiento es completa
y absolutamente imposible, quiere decir que el movimiento descripto por el
principio de inercia es una abstracción no observable en nuestro mundo, aunque
si sirve – y vaya si ha servido - para explicarlo.
A los vínculos más esenciales de los que nos habla
Bachelard los podemos concebir mediante un trabajo psíquico construyendo
abstracciones. Si no lo hacemos nuestra realidad se cimienta con las
representaciones geométricas familiares que nos dan una visión del mundo basada
en un realismo ingenuo. También tenemos que estar alertados que a aquellas
relaciones más profundas, cuando las incorporamos, a poco andar las integramos
a nuestra visión y creemos verlas, tal como nos lo enseña Koyre (ibid).
2-5-
El conocimiento de lo real siempre es indirecto
Con alguna resonancia de “La caverna” de Platón
podemos decir entonces que el conocimiento de lo real siempre es indirecto, es
desde una luz que proyecta siempre alguna sombra, que jamás es inmediata y
plena. Sin embargo, dos mil años de reflexión sobre el tema no han terminado de
instalar plenamente en la mente humana que sólo accedemos a sombras. Si bien
reflexivamente podemos decir que lo real no es jamás “lo que podría creerse”,
sino lo que “debiera haberse pensado”, tenemos que admitir que se conoce
superando aquello que, con el espíritu mismo, obstaculiza a la
espiritualización.
Me resulta convincente el punto de vista de Piera
Aulagnier (1975) en este punto cuando afirma que “para el yo, conocer el mundo
equivale a representárselo de tal modo que la relación que liga los elementos
que ocupan su escena le sea inteligible: en ese caso inteligible quiere decir
que el Yo puede insertarlos en un esquema relacional acorde con el propio…, el
Yo no es más que el saber del Yo sobre el Yo: si aceptamos por el momento esta
definición se deduce que la estructura relacional que el Yo impone a los
elementos de la realidad es la copia de la que la lógica del discurso impone a
los enunciados que lo constituyen” (Pag. 26).
2-6-Mapa
y territorio
En la misma línea, a pesar de que sabemos que la
representación que tenemos del mundo, que el conocimiento del mundo es en el
mejor de los casos un “mapa” y no accedemos a un “territorio; aunque también
sabemos que del mismo “territorio” se pueden “levantar” distintos “mapas”,
también tenemos que estar alertas a que la discriminación entre mapa y
territorio esta siempre expuesta a perderse.
Bateson[vi]
(1972), siguiendo la traza de A. Korzibsky[vii]
(1941) nos llamó la atención sobre la relación mapa-territorio, llamando así al
hecho que un mensaje no consiste en los objetos que denota. Bateson[viii]
afirma en “Una teoría del juego y la fantasía” que “el lenguaje mantiene con
los objetos que denota, una relación comparable a la que existe entre un mapa y
un territorio” (Pág. 208) y continua que “...es una característica del
pensamiento inconsciente o proceso primario que el pensante no puede
discriminar entre algunos y todos; ni tampoco entre no todos y ninguno... De manera análoga dentro del sueño o de la fantasía, el
soñante no opera con el concepto falso. Opera con todo tipo de enunciados, pero
con una curiosa incapacidad de llegar a meta-enunciados” (Pág. 212-213). Esta
incapacidad de formular meta-enunciados anula la distinción entre mapa y
territorio.
Debiéramos estar despabilados, ¡no siempre lo
estamos!, que no podemos construir un “mapa” que tenga, como el “Aleph” de
Borges[ix],
la suma de todos los saberes y todas las visiones. Recordemos que el Aleph que
nos cuenta Borges, se hallaba en un oscuro sótano de la calle Garay, se trataba
de en una pequeña esfera tornasolada de no más de dos centímetros de diámetro,
que vio al bajar una destartalada escalera. Era tal la luz que irradiaba el
Aleph - escribe Borges -, que creyó al principio que era algo que giraba, pero
no estaba fija; el Aleph, insiste nuestro cuentista, era un lugar, en que sin
confundirse, se podían ver todos
los lugares del mundo, vistos desde todos los ángulos, en él estaban reunidas
todas las representaciones
posibles de ver. Borges intenta en la descripción de su experiencia
encontrar palabras para figurarlo, y en ese afán señala, que podría pronunciar
la palabra pájaro con el sentido que los persas dicen la palabra pájaro, ya que
con él, los persas, nombran todos los pájaros, pero se da cuenta que sólo
todos... los pájaros, ¡no todo!; luego de varios intentos en la misma línea,
admite la insuficiencia del lenguaje para dar una descripción que contenga todo
lo que estaba abarcado en el Aleph, para narrar todas las virtudes que en su
cuento tenía el Aleph.
Luego todo mapa, todo saber,
incluso la palabra pájaro de los persas, es un saber parcial, un saber posible
desde una cierta perspectiva; las
palabras no significan lo mismo para todos; las palabras no recubren la
totalidad del territorio; las palabras remiten a diversos
sentidos; siempre en lo que
pensamos y comunicamos queda un resto indeterminado; nunca tenemos una versión
última de nosotros, ni del otro, ni de lo que nos rodea; nuestra comunicación está atravesada
por el malentendido; hay algo del
otro que siempre nos va a ser ajeno; cuando hablamos, en lugar de comunicarnos
nos hacemos cosas, ..., ..., una lista que puede ser interminable. A pesar de
ese enorme esfuerzo que desde distintas disciplinas se ha hecho para establecer
este saber sobre nuestro no saber; nuestro cotidiano modo de pensar y nuestra
comunicación con los otros habitualmente no contempla todo esto y sucumbe
frente al adocenado y certero “sentido común”.
2-7-El sentido común estipula lo que “es” razonable
Otro vértice
interesante a explorar es que el sentido común estipula lo que es razonable,
lo que está en boga, lo que está de moda, sentido al que la mass media le rinde homenaje
considerándolo el máximo sostén de
la racionalidad, del buen gusto y la sensatez; impregna buena parte de la estética, los valores
e ideales de nuestro pensamiento y de nuestra cultura. Ha traído esta creencia
la pírrica ventaja para nuestra mente
perezosa de ahorrarle el trabajo de pensar, pero por eso mismo ha hecho
estragos en la historia de la humanidad.
Nos advierte Bion
que esta creencia - la racionalidad supuestamente implícita en el sentido comú
-, es de una fuerza muy poderosa. En sus Cogitaciones[x],
en una transcripción magnetofónica registrada en abril de 1979 nos dice que su fuerza “puede verse por la
evidencia del pensamiento del período descubierto por los arqueólogos que
excavaron la tumba de la muerte de Ur”. Bion nos cuenta en esa transcripción
que se descubrió que cuando
murió en Ur la autoridad
gobernante, el Rey, también murió con él su entorno. La investigación
arquelógica parece confirmar que toda la corte de Ur fue enterrada en la misma
tumba. Los arquelogos afirman que esto se debió a que todos los miembros de la
corte de Ur tomaron la misma dosis
de la droga antes de ser sepultados vivos.
No pensemos que
esto es algo que sólo ocurrió en un pasado lejano. Si bien podemos suponer que
esto puede cambiar, advirtamos que, quizás dentro de unos miles de años los
arqueólogos van a encontrar signos de la misma mentalidad existente en nuestro
tiempo. Esto volvió a pasar, hace poco, en la Guyana, en 1978. Recordemos que
alrededor de 900 seguidores del reverendo Jim Jones, el líder del Templo del
Pueblo, murieron el 18 de noviembre de 1978 en ese lugar en un suicidio ritual
masivo.
2-8-El sentido común, el principio de identidad, el
supuesto de un origen y la idea de centro
Para seguir dándole
vueltas al tema es importante no perder de vista que en el altar del sentido
común ocupan un lugar dominante el
principio de identidad, la idea de centro, y la de origen único.
Para darse cuenta
de la importancia que tienen estos sustentos dentro de nosotros, basta saber
que aquellos que han definido la lógica como la ciencia de las leyes del
pensamiento sostienen que hay tres leyes, o principios que son necesarios y
suficientes para que el pensar discurra por carriles “correctos”: el Principio
de identidad; el Principio de contradicción y el Principio de tercero excluido (Copi,
Irving, 1953). Esto toma mayor trascendencia, si a la vez, no ignoramos
que precisamente estos tres principios, son los que Freud nos señala, que no
rigen dentro del pensamiento inconsciente. Luego este razonamiento regido por
estos principios tiende a abolir la noción de inconsciente, a no considerar su
eficacia[xi].
Con el principio de
identidad se nombra tanto un principio lógico como un principio ontológico que
puede enunciarse como a=a, según el cual toda cosa es igual a ella misma. El
principio lógico de identidad abarca tanto “a pertenece a todo a” (lógica de
los términos), como “si p entonces p” (lógica proposicional); y también incluye el principio psicológico de
identidad, entendiendo por él “la imposibilidad de pensar la no-identidad de un
ente consigo mismo”.
Se considera a
Parménides el que ha extremado más la concepción sobre el Principio de
Identidad. Para él es el resultado
de una tendencia de la razón – de esa razón identificadora - de
reducir lo real a lo idéntico, esto es sacrificar la multiplicidad a la
identidad con vistas a su explicación[xii].
El principio de
causalidad es según Meyerson[xiii](1908): el
principio de identidad aplicado a la existencia de los objetos en el tiempo, y
es el caso más característico a que tiende tanto la ciencia como el pensamiento
común. Meyerson (ibid) dice
textualmente: “afirmar que un
objeto es idéntico a sí mismo parece una proposición de pura lógica y, además,
una simple tautología o, si se prefiere, un enunciado analítico según la
nomenclatura de Kant. Pero desde el instante en que se agrega a ello la
consideración del tiempo, el concepto se desdobla, pues fuera del sentido
analítico adquiere,... , un sentido sintético; es analítico cuando expresa el
resultado de un análisis de un concepto; sintético, por el contrario, cuando es
entendido como una afirmación relativa a la naturaleza de los objetos reales”
(página 18). El razonamiento de Meyerson en este punto que lleva en “Identidad
y Realidad”, es muy interesante. Meyerson
critica fuertemente a los científicos como tratan de violentar la
realidad en aras de la identidad; dice que la tendencia a la identidad, no está
en la realidad, sino en la mente de los científicos; el pensar científico no
puede eludir su tendencia natural a la identidad, tendencia que es, la misma
exigencia de la razón. Esto conduce, dice Emile Meyerson, a la ciencia a la
“esfera” de Parmenides; a través de los postulados de la unidad de la materia,
del espacio uniforme, la ciencia acaba por sustituir lo diverso por lo único y,
consiguientemente, acaba por abolir una realidad donde, ausentes los fenómenos,
sobra la ley misma. Me parece central, como Meyerson advierte los peligros que
tiene la ciencia, en su intento de aprehender el conocimiento, por esta
tendencia unificante de ella. A los efectos de este libro, lo que quiero resaltar,
es - es lo que Meyerson señala - esta tendencia unificante de la razón que no
es propia sólo del hombre de ciencia, sino también del pensamiento común del
hombre, que hace de lo múltiple y de lo diverso algo unificado y que consigue
en el curso de este esfuerzo una adecuación – parcial – entre lo
real y lo idéntico. Meyerson previene que la sustitución de lo real por lo
idéntico, es un postulado de la mente.
El principio de
causalidad implica un origen, en general único. Esta identificación es a la que
se inclina tanto el hombre de la ciencia como en el pensamiento común al
afirmar que un objeto es idéntico a sí
mismo. Se ve en lo anterior
que el principio de identidad, además de un principio ontológico y lógico,
parece ser una propensión de “la razón” unificante que da consistencia a una
Weltanshauund basada en “lo Uno”.
También es una
disposición de nuestra mente concebir el mundo alrededor de un centro y de un
único origen, una prueba de ello es el Génesis, en especial el mito del Edén,
que tiene en su núcleo a este hombre creado a imagen y semejanza de Dios. No ha sido fácil poner estas ideas en duda, sabemos de los sufrimientos de
Galileo cuando las hizo titilar y
Freud nos explicó como Copérnico, Darwin y el mismo se ganaron la antipatía de
la mass media, en tanto sus modos de
pensar descentraban a la tierra, hábitat del hombre; descentraban el origen del hombre, concibiéndolo como un
paso más en la evolución de los antropoides y ya no heredero de la perfección de la deidad; y además
determinado su pensar más allá de
su conciencia. Todas ellas fueron terribles heridas narcisistas.
3- Está presupuesto, desde el sentido común,
que todos discurrimos de modo
semejante, que en nuestro modo de
pensar subyace una lógica
uniforme, lo que implica que todos razonamos igual
Convengamos que
es necesario un esfuerzo para advertir que en nuestra vida de relación sólo establecemos un consenso
sobre un modo de denotar y connotar, y que esto no quiere decir que sentimos
igual, que pensamos igual, sin embargo, sentido común mediante, nos deslizamos
de uno a otro modo de pensar, en tanto contiene, el sentido común, la tentadora ventaja de hacernos sentir más seguros en la vida, sabemos lo que
debemos procurarnos, como debemos colocar nuestros afectos e intereses de la
manera más acorde.
4-El pensamiento único excede nuestras
conversaciones ordinarias, también impregna el discurso académico
También admitamos que esta Weltanshauung no sólo suele teñir nuestras
conversaciones habituales, sino también las discusiones entre miembros de una
misma comunidad de conocimiento. Esto es problemático, sobre todo en el discurso científico,
ya que en este modo de pensar, al que propuesto llamar “pensamiento único”, en tanto está incluido en
él una función unitaria o unificante, ninguna cuestión permanece abierta y todo lo que recaba
nuestro interés halla su lugar preciso, desaparece toda incógnita.
5-El pensamiento único, en tanto impregna el
imaginario social define la demanda que nos consulta
Este
común modo de sentir, tiene entre
sus atributos no concebir un sujeto dividido, la crisis o lo negativo, como
inherente a lo humano, y congruentemente con ello reclama la restauración de un
sujeto con formas de pensar similares y relativamente sin conflicto. Esta aspiración
contiene el anhelo de vivir en un
mundo donde “la felicidad” dada por lo absoluto sea posible. Advirtamos que lo
no-absoluto es, para lo que subyace al sentido común, algo que surge por
defecto y casi siempre para este punto de vista – el del sentido común
– de causa accidental, un ejemplo privilegiado se lo puede encontrar en
como es estimada, evaluada, la
muerte o la locura, sabemos que casi nunca son esperadas como parte del devenir
del vivir.
Contiene
este modo de pensar, en tanto lo suponemos parte del “sentido común” la
creencia de un orden natural o incluso de una ley natural una concepción basada en la existencia de lo absoluto.
6-Ilusoriamente el pensamiento único resuelve el malentendido
estructural del que somos víctimas, en tanto humanos con modos de sentir
diversos y usuarios del lenguaje
Ilusoriamente el
pensamiento único resuelve el malentendido estructural del que somos víctimas
en tanto humanos con modos de sentir diversos y usuarios del lenguaje. El ser
usuarios de un lenguaje nos genera un inevitable malestar, que se aspira
eliminar considerando la diversidad en el sentir y la polisemia de las palabras
sólo como un conocimiento intelectual.
7-Pensamiento
único y teoría de la universalidad fálica
No
resulta sencillo, desde esta perspectiva, hacer temblar (en el sentido que le
da Kierkegaard a temblar) la aspiración a Lo Uno. Esta cosmovisión basado en
“Lo Uno”, fundamento de la completud narcisista persiste en el niño, a través
de la “teoría de la universalidad fálica”, una de las teorías sexuales
infantiles que dan sustento a la epistemología con la que piensa un chico –que sostiene la igualdad de
todos los humanos; en otras palabras no hay otro ser diferente a mí-,
epistemología entonces desde la que construimos y miramos el mundo en nuestros
primeros años de vida, y sabemos, la clínica psicoanalítica así nos lo enseña,
que no sólo esto fija las coordenadas con las que reflexionamos en esa etapa
etárea; en nuestra adultez, con frecuencia, seguimos pensando desde esos ejes.
Esta epistemología, fundamentada en
teorías sexuales infantiles, que entre otras cosas asevera la analogía de todas
las personas, sigue vigente en
nuestra forma de pensar, hace a nuestra esencia humana, y en tanto es así
condiciona nuestro pensamiento y nuestra
percepción. Tal es su fuerza que tratamos de acomodar las ideas y los perceptos
a esta teoría, suponiendo que algo falta en las niñas o puede eventualmente
faltar en los varones, cuando nos encontramos con experiencias que hacen
insostenible las exigencias de
dicha teoría. Por ejemplo lleva a ver que falta algo, donde en rigor no falta
nada. La noción de “castración”,
tan cara el pensamiento psicoanalítico, piedra esencial de nuestra comprensión
clínica, tiene el presupuesto de un individuo que presupone la no-existencia de
sujetos diferentes como, contra toda evidencia, lo asegura la teoría de la
“universalidad fálica”.
8-Pensamiento
único y contrato narcisista
También
forma parte de esta cosmovisión, afín con el pensamiento único, la creencia sin
discusión de los “enunciados de fundamento” de la sociedad a la que advenimos.
Nos culturalizamos mediante esta
incorporación a-crítica de los valores, proscripciones y prescripciones
vigentes en esa cultura que nos acoge[xiv];
es el precio que tenemos que pagar para tener un lugar dentro de ella.Creemos
que lo que crea un mundo compartido entre sujetos es precisamente la fantasía
de tener una fantasía en común[xv]. Esta
fantasía construida en común - no por fantástica es menos eficaz en sus
efectos- es precisamente lo conjunto.
9- Una ejemplificación clínica que muestra la importante correlación
entre “pensamiento único” y narcisismo
Juan y María, un
matrimonio de mediana edad, me consultan porque el más chico de sus hijos, Enrique, un muchacho veintiañero – este matrimonio tiene otros dos
hijos, una hija con dos años más que Enrique y otro varón cuatro años mayor
–, luego de terminar el colegio secundario se ha retirado del mundo, no
ha buscado ningún trabajo, ni se ha propuesto proseguir su formación a través
de estudios terciarios. Enrique prácticamente ha dejado de hablar, ha perdido
su red social y se pasa los días retirado en su habitación, casi siempre a
oscuras. En algunas oportunidades toca el piano que está en su dormitorio,
trata de no participar de ninguna actividad familiar, sólo mantiene algún
contacto formal con la hermana del medio, que todavía convive con ellos. El
mayor de sus hijos se ha casado y vive en otra ciudad y lo ven muy de vez en
cuando; hay un tono de queja respecto de él, por haberse apartado y
solapadamente culpan a su mujer y a la familia de la nuera de haberlo capturado y separado de ellos.
En la primera entrevista que tuve con Juan y María me cuentan que han
realizado una serie de consultas previas las que han naufragado, nunca han
convencido a Enrique pese a los denodados esfuerzos que han hecho, ellos y los
psicoanalistas o psiquiatras de turno, para que él se avenga a ir a un consultorio. Luego de realizar un
par de entrevistas más, me convenzo que si sigo con ellas me convertiré en uno
más de la serie de profesionales que han fracasado. Ante este panorama, se me
ocurre como posible vía de acceso, ir yo a la casa de ellos, e intentar hacer
entrevistas familiares allí; cuando voy, me doy cuenta que me resulta muy
difícil sustraerme a las reglas y
los sobreentendidos con los que se mueven; no parecía existir para ellos otro
modo de funcionamiento, ni normas que no fuesen las que circulaban dentro de la
familia, sin que estas necesitasen alguna convalidación; eran para ellos
coextensas con el mundo y la vida misma, eran “naturales”, eran de “sentido
común”. Dado este clima no me resultaba sencillo instalar un clima de
entrevista, en donde yo fijara pautas que me permitieran pensar y operar desde
mi posición profesional. Me era notorio que cada prescripción que se me ocurría
proponer, sonaba ectópica o antinatural.
Les resultaba raro que les sugiriera que a la hora que yo llegaba nos
reuniéramos, o que no se levantaran mientras duraba mi visita, o que no
compartiéramos una comida mientras transcurría la entrevista; yo era
incorporado como parte del habitual funcionamiento famil
iar.
Las entrevistas en la casa, en un comienzo eran con los padres y la
hermana de Enrique; él mientras tanto permanecía en su dormitorio. Luego empezó
a asistir y permanecía callado, y el discurso de los padres se concentraba en
el mutismo de Enrique. Cuando pude descentrar las miradas sobre Enrique, se
hizo manifiesto para mí, como la madre tenía una absoluta convicción de que los
miembros de la familia no podían cuidarse, e incluso sobrevivir sin su ayuda.
No dudaba ni por un momento, que de no mediar su intervención, ellos ingerirían
comidas que los matarían; esta creencia no era una metáfora, era literalmente
así para ella. Esta certidumbre no sólo incluía las comidas, teñía toda la
cotidianeidad. Esta mujer “sabía” de todo y de todos; “percibía” lo que le
pasaba a cada uno, mejor que ellos mismos; “consideraba” que tenía un contacto
“empático” con el modo de sentir de los miembros de su familia, resultando
todos ellos a “sus ojos” “transparentes”. Este efecto de “transparencia”, era
para ella tan “natural”, tan de “sentido común”, que no necesitaba otro fundamento que su propia convicción
de tener esta virtud. El marido y la hija, en los inicios, no sólo compartían
la cosmovisión que tenía María sobre sus “capacidades”, ellos se unían además con María en la “desesperación”
que ella sentía por este hijo, Enrique, que no se avenía a ser salvado por una
madre capaz de anticipar necesidades y peligros.
Yo me sentía conminado para que los ayude a ayudar a este hijo que en forma tan extraña se oponía a esta
mirada materna que sabía sobre él más que él mismo. Tenía la impresión que si
yo decía algo que se apartara del catecismo familiar, pasaría a ser también un extraño. La cordura para este
contexto era compartir esta Weltanshauund.
Cuando pude pensar con más detenimiento, me hice la siguiente composición de
lugar: Enrique para no ser victima de esta intrusión enloquecedora, no había
encontrado otra solución que aislarse; y aunque no comprendía demasiado lo que
sucedía en esta casa presumía que Enrique no había podido irse como su hermano
mayor y debía jugarse algo distinto en esta familia en el ser mujer o varón.
Esto se volvió más claro, cuando me di cuenta que María fundamentaba su
peculiar lugar, como una prolongación del sitio que en su familia de origen
había tenido su propia madre (la abuela materna de Enrique). Esto explicaba en
parte el destino distinto de Enrique y su hermana. También debía tener alguna
significación especial ser el más chico.
Junto con Guillermo Seiguer (1996)[xvi],
hemos estudiado este tipo de funcionamiento familiar, y en un intento de
tipificación las hemos llamado “familias sagradas”, por el tipo de discurso que
portan: una verdad revelada, un “pensamiento único”; lo sagrado alude “a lo
intocable, a lo inviolable, a una fuente de significaciones que refieren a algo
imperecedero y sin límites. Hay en lo sagrado una verdad fuera de todo juicio
que pretende responder a la esencia de lo natural”. Se espera del
analista, en estas familias, que no contradiga al portavoz, habitualmente la
madre.
Con el tiempo se avinieron a que las entrevistas fuesen en mi
consultorio, y se diluyó el acuerdo sin fisuras de Juan con María. Se hizo evidente
que Juan pensaba que María estaba loca, pero por pereza o por suponer que
confrontar con las ideas de María era una batalla perdida de antemano tomaba
una actitud prescindente. Enrique comenzó a increparlo a Juan por su actitud
hipócrita y cínica; Juan cuando se sentía encerrado por los reproches de
Enrique dictaminaba que si bien lo de María era exagerado, a María la movía la bondad. Esta respuesta sacaba de
las casillas a Enrique y enojaba a María, que entendía la actitud de Juan no
como un cuestionamiento a su delirio
de bondad, sino como que la dejaba sola en esta cruzada salvadora en la
que estaba embarcada.
Sin embargo este movimiento, que su padre aunque de modo endeble diera
otra versión del mundo, tuvo como efecto que Enrique saliera parcialmente de su
encierro y me solicitara tener entrevistas a solas con él.
Lo vi a Enrique en una psicoterapia durante unos dos años, en donde si
bien realizó progresos, el menos en su vida social, empezó a trabajar, jugaba
al fútbol con muchachos del barrio, mantenía sin embargo, casi sin modificar,
una fuerte reticencia y desconfianza hacia mí, en tanto me sentía como un agente de la madre, hasta que
un dia hubo un corte de luz en el edificio. Enrique ese dia subió los diez pisos, yo lo esperé con la puerta abierta, ya
que no había luz en el palier. Al llegar estaba totalmente desencajado,
desorientado, confuso, con su mirada perdida, no se daba cuenta por que puerta
se entraba a mi consultorio, yo le resultaba extraño, él se sentía extraño. Si
me veía forzado a hacer una caracterización psicopatológica diría que Enrique
estaba en medio de un cuadro confusional, con la correspondiente
despersonalización y sentimientos
de desrealización.
Luego de varias sesiones, pudimos comenzar a construir la escena que provocó el cuadro confusional. El
pasillo al que da mi consultorio, es relativamente amplio, en una de sus
paredes están dos ascensores, en la pared que los enfrenta llega la escalera y
en las dos paredes restantes hay cuatro puertas de entrada a cuatro departamentos
distintos. Enrique siempre llegaba alpasillo desde el ascensor y al llegar
desde la escalera se encontró con panorama distinto del esperado por él.
La hipótesis que me hice es que para Enrique lo exterior al orden
establecido, no debía tener significación, era un inexistente. Cuando esa
inexistente fuerza su
inclusión en el universo semántico, se suscita en él un rechazo. Lo diferente en tanto desestimado, al
rechazarse la pertenecía a su mundo, adquiría cualidad de exterior, retornando
como siniestro y no como diferente, ya que esta categoría para él y su mundo
(el prefigurado por su madre) no existía.
La elaboración de este episodio fue muy interesante, en tanto nos abrió
a la perspectiva de que hay diversos puntos de vista sobre una misma cosa. Un
hecho azaroso nos ayudó. Enrique vivía en la planta baja y un día subió a la
terraza del edificio donde él moraba. Se sorprendió cuando vio que los pasillos
de los otros pisos, no eran idénticos al que daba su departamento. Él esperaba
que todos fuesen iguales, y cuando vio que esto no era así no hizo un nuevo
cuadro confusional. Vino a la sesión siguiente muy contento a contármelo; él
empezó a pensar que este no era sólo un problema que le planteaba la
arquitectura, correspondía a un modo que él tenía para ver el mundo. Pudo
pensar que hay muchos mundos posibles y cada uno de ellos admite diversas
miradas y que ni los múltiples mundos, ni los diferentes puntos de vista son
totalmente anticipables. Más aun, tomó insight, acerca de cómo el conocimiento
previo puede operar como un obstáculo para conocer. Este poder de anticipación
era claramente relacionable con la madre, pero para Enrique era ya evidente que
este modo de pensar se había hecho carne en él; ahora podía no solamente
separarse de la omnisciencia de la madre, sino de la propia; pero traía como
contrapartida no poder ya refugiarse en la seguridad del mundo restringido en
el que había vivido.
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