¿Qué se le discute a Freud –en especial al Freud teórico- cuando se lo caracteriza como un neurofisiólogo determinista que piensa con modelos físicos?
Una contribución a la elucidación de una discusión no
totalmente saldada en una interfase teórica del psicoanálisis* [1].
Rodolfo Moguillansky
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A la memoria de mi padre
(por su libertad para pensar)
Cualquier modelo de comunicación es al mismo tiempo
un modelo de traslado, de transferencia vertical u horizontal de significado.
No existen dos épocas históricas, dos clases, dos localidades que empleen las
palabras y la sintaxis para expresar exactamente lo mismo, para enviar señales
idénticas de juicio o hipótesis. Tampoco dos seres humanos... Sin embargo la
tradición oculta sostiene que una lengua original, única o Ur-sprage corre
disimulada bajo nuestras discordias actuales y que tal vez se encuentra en
estado latente bajo el áspero tumulto de lenguas rivales que siguió al derrumbe del zigurat de Nemrod…A su etimología
directa, divina, la Ur-sprage añadía una congruencia con la realidad de la que
carecería cualquier otra lengua después de Babel…
George Steiner[2]
La apertura de una polémica.
Cada
trabajo, además de comunicar ideas, de modo implícito o explícito está dirigido
a alguna cuestión que tiene
resonancia, o entra en consonancia con el medio en que se produce. Este, en
particular, tiene como referencia a la comunidad de psicoanalistas que
integramos en derredor del Río de
la Plata (Ricardo Bernardi[3]
2000). Aunque también tenemos la impresión que la polémica que queremos
contribuir a abrir, es una
discusión no saldada no sólo en esta geografía, sino dentro de todo el
movimiento psicoanalítico.
La
comunidad psicoanalítica del Río de la Plata tiene como característica contener
en su seno múltiples corrientes teóricas con un intercambio bastante fluido
entre ellas. Sin embargo, en ocasiones, algunas de las formulaciones que en
ella circulan, además de su significado teórico, toman el carácter de shibolet, se vuelven emblemáticas y
definen pertenencias. Sabemos que cuando ocurre esto las teorías dejan de ser
“construcciones”[4], pasan a
forman parte de lo que, siguiéndolo a Bleger[5],
merece ser llamado lo “institucionalizado de la mente”. Ideas que no necesitan
ser discutidas, que constituyen una “jerga” -en el sentido que le da Adorno[6]
a este término- y entonces operan
como convicciones, tienen la congruencia con la realidad del Ur-sprage a la que aludía George Steiner
en el epígrafe, no siendo aptas para la discusión. “Lo institucionalizado” de
la mente no sólo convierte el intercambio entre colegas en un
dialogo de sordos, sino que también -“lo institucionalizado” de nuestra mente-
condiciona nuestras ocurrencias y contribuye al modo en que comprendemos
–o mejor dicho no comprendemos- y más tarde formulamos nuestras
interpretaciones.
Entender
es traducir
Cada
corriente teórica construye su propio idiolecto, y acuña términos que le
pertenecen. Hablamos distintas lenguas, cada “parroquia” tiene su diccionario
sólo entendible, casi siempre, para los iniciados en esa comunidad. Sería
ingenuo pensar que por debajo de la Babel del psicoanálisis subyace un Ur-sprage.
¿Podemos entendernos? Es una experiencia corriente cuando estamos ante una
persona que fue educada en otro idioma, que para referirse a algo importante
para él recurra a una expresión idiomática que pertenece a su lengua de origen,
y que al intentar explicarlo en castellano se sienta insatisfecho, y termine
diciendo “es algo parecido a lo que estoy diciendo, pero no es exactamente eso,
en ´...´ (mi idioma) tiene otra resonancia”. En la misma dirección George
Steiner, en “Después de Babel” nos dice –desde fuera del psicoanálisis-
que “cada persona viva dispone, deliberadamente o por la fuerza de la costumbre
de dos fuentes lingüísticas: la vulgata corriente que corresponde a su
nivel de cultura personal, y un diccionario privado. Este último se relaciona
de manera inextricable con su subconsciente (sic) y con sus recuerdos, en la
medida en que son susceptibles de verbalización, y con el conjunto singular e
irreductible que compone su personalidad psicológica y somática. La respuesta
al conocido acertijo lógico de sí puede haber o no un “lenguaje privado”
reside, hasta cierto punto, en el hecho de que todo acto lingüístico posee
aspectos únicos e individuales, que establecen lo que los lingüistas llaman un
idiolecto. Todo gesto comunicante posee un residuo privado” (Ibíd)., Pág. 67)
Pero aunque reconoce la imposibilidad de una traducción que no deje algo sin
significar, también afirma que “dentro o entre las lenguas, la comunicación
humana es una traducción”, entender es traducir. Ya hace tiempo Jacques Derrida[7],
aumentó la apuesta cuando nos advirtió sobre la producción de sentido que puede
darnos la intertextualidad.
¿Dónde está mi ciencia? He sido un testarudo, he perseguido
un simulacro de orden, cuando debía saber que no exige orden en el universo.
-Pero sin embargo, imaginando órdenes falsos habéis
encontrado algo...
-Gracias Adso, has dicho algo muy bello. El orden que imagina nuestra mente es
como una red, o una escalera que se construye para llegar hasta algo. Pero
después hay que arrojar la escalera, porque se descubre que, aunque haya
servido, carecía de sentido.
Humberto Eco[8]
¿Evolución, involución o distintas
construcciones teóricas?
En algunas oportunidades en “un intento de traducir”
se caracteriza a una teoría desde otra con juicios que aparentemente sólo
intentan describir, aunque, en rigor, se trata de adjetivaciones que crean una estratificación de buenas y
malas teorías, antiguas y nuevas, psicoanalíticas y no psicoanalíticas. Se
postula a veces que la “otra teoría” es un primer y rudimentario escalón de una
“evolución” siendo la nueva teoría
el resultado más acabado; en otras oportunidades se piensa que un nuevo
modo de pensar es una “involución”, que traiciona los escritos fundacionales.
Participamos junto con Bernardi (Ibíd.), que este modo de “argumentar” no
permite el intercambio entre colegas y entre diferentes posturas teóricas.
“Cada posición o enfoque construye su propio campo discursivo, al cual
considera, en forma más o menos explícita como es el verdadero psicoanálisis,
no tomando en cuenta sino fragmentariamente las posiciones divergentes” (Pág.4).
Se pierde la dimensión de la que nos habla Ecco, a través de su personaje
Guillermo, cuando le responde a Adso: las teorías son sólo redes o escaleras.
El debate
que queremos contribuir a abrir -que tiene a nuestro juicio algunos de estos
vicios- transcurre en la interfase entre la obra de Freud y la obra de Meltzer,
o para ser más preciso entre algunas caracterizaciones que Meltzer hace acerca
de la teoría de Freud y en forma recíproca, las que se hacen desde continuadores de Freud acerca de
ellas. No es nuestro propósito plantear un debate global entre estas teorías, sino transformar las
caracterizaciones recíprocas en un problema, intentar elucidarlas. Esto implica
traducir –con toda la dificultad que ya hemos advertido tiene este
propósito-, lo que a nuestro juicio se está implícitamente diciendo con algunas
afirmaciones, lo que creemos nos va a
permitir armar una suerte de agenda para una discusión con algunas de
las categorías que se suelen aplicar.
Es entonces
una suposición nuestra, que en las adjetivaciones, están en juego puntos de
vista alternativos, con toda la legitimidad que esto tiene y querríamos contribuir al esclarecimiento de ellos. Nos parece
importante ponernos de acuerdo que estamos frente a distintas “construcciones”
teóricas (en la línea que propone Bertrand Russell). Si llegáramos a ese
resultado podríamos poner a “trabajar la teoría” (en el sentido
que le da Laplanche) y elegir luego –provisoriamente- cual preferimos[9].
Este trabajo apunta a aumentar la racionalidad –dentro de lo que esto es
posible- de estas preferencias.
Thus they in mutual accusation spent
The
fruitless hours, but neither self-condemning:
And
of their vain contest appeared no end[10]
John
Milton
Sobre la necesidad de
trascender la objeción “0”
Con
frecuencia, en una simplificación de posiciones, escuchamos la caracterización
de la obra de Freud como la de un “neurofisiólogo cuya comprensión de lo
emocional se basa en los modelos físicos de su época”. Desde otra perspectiva
se suele calificar a algunas postulaciones postkleinianas como teñidas de una
pátina religiosa.
Nos
proponemos examinar con algún detenimiento estas posiciones. Sabemos que corremos un enorme riesgo;
seguramente se nos puede acusar que seleccionamos las citas de un modo
arbitrario, que podríamos haber usado otras que sustentarían otras visiones. No
tenemos dudas que esta crítica es entendible[11].
Las citas que elegimos son aquellas que nos permiten polarizar posiciones, son
en ese sentido sesgadas –toda cita lo es- y no representan la obra total
de estos autores.
Ya hemos
advertido que no es nuestro propósito contrastar la totalidad de la obra de
Freud con la de Meltzer, o viceversa, esa es una tarea que excede los límites
de este escrito. Por otro lado cada teoría no se opone punto a punto a la otra,
a veces sus posturas son complementarias, otras son inconmensurables, en
oportunidades plantean frente a un mismo problema soluciones diversas. Nuestro fin es mucho más acotado, es
intentar sacar, dentro de nuestras humildes posibilidades, una discusión que se
desarrolla en ocasiones, en
términos similares a los que sostienen Adán y Eva en la cita de John
Milton, lo que Jacques Alain Miller
llamó en su conferencia de APdeBA a mediados del 2000, objeción “0”, objeción
que quita toda posibilidad de dialogo. La objeción “0” es la que descalifica al
interlocutor como alguien con quien no vale la pena dialogar. Tenemos la
impresión que a veces en estos puntos tan fuertemente adjetivados corremos ese
peligro.
Los argumentos de un debate.
Una punta de este debate encuentra sus cimientos en
ideas como las siguientes. S. Leclaire[12]
en 1972 dio una serie de conferencias y supervisiones en la Asociación Uruguaya
de Psicoanálisis. En un pasaje del diálogo, que mantuvo en Montevideo con psicoanalistas
uruguayos, frente a un comentario que decía: “la escuela kleiniana postula como
hecho primario la intencionalidad, y Ud. plantea como hecho primario la
diferencia establecida por la división del sujeto, S. Leclaire contestó:
“Plantear como fundamental una intencionalidad es un resto de religiosidad, una
forma de poner en algún lugar del
cuerpo una intención divina”. Sería importante examinar la distinción
entre el vértice religioso, del que se enorgullece Meltzer por estar
contemplado en la teorización kleiniana, en tanto incluye un mundo de valores,
y la “intención divina” con la que Leclaire denosta la postura de su
interlocutor. Por razones de
espacio, en este trabajo no vamos a abordar esta cuestión. Tenemos la intención
de que esto sea motivo de una próxima indagación. De todos modos nos parecía
que teníamos que mostrar las dos puntas de estas adjetivaciones.
Nos vamos a ocupar singularmente de la otra
punta: la caracterización de
Freud, en tanto teórico, como un neurofisiólogo determinista que piensa con
modelos físicos por parte de Meltzer. Esta caracterización es el núcleo duro de
un cuestionamiento global que él hace a una teoría, que a su juicio no es
adecuada para dar cuenta de fenómenos emocionales. Meltzer insiste en distintos
textos que los modelos físicos –que a su juicio subyacen a la teoría de
Freud, en especial en el Proyecto, el capitulo 7 de la interpretación de los
sueños y la metapsicología del 15 - no sirven para comprender el mundo de
emociones humanas. Que así como fue rechazada la teoría de “la escena de
seducción” –en la carta 69 a Fliess- en tanto presuponía una hipótesis
traumática, y fue dejada de lado –cuando no le creyó más a su neurótica-
como “un cuento de hadas” es necesario –así lo considera él- contraponer
el concepto de “la mente es el cerebro” al concepto de “la mente como
fenómeno”. Meltzer considera al Freud clínico como afín al segundo –al
que reivindica y supone seguir sus pasos-, y al Freud teórico operando con el
primero –al que cuestiona y sugiere que hay que dejar de lado-. Su
posición incluye la necesidad de un pasaje (D. Meltzer, 1990, Metapsicología
ampliada; ¿qué es una experiencia emocional?) “desde una ciencia explicativa
preocupada por las causas –la de Freud según Meltzer-, a una ciencia
descriptiva más preocupada por el significado” (Pág. 17) -la que él
propone-. A su juicio el
psicoanálisis debe ocuparse de la”experiencia emocional con el fin de explorar
su significado”... “en tanto que el sentido inmediato es experimentado como
emociones quizás tan diversas como los objetos capaces de evocarlas en esa
forma inmediata, su significación siempre se refiere, en última instancia, a
las relaciones humanas íntimas” (Pág. 22).
También su postura incluye la necesidad, para la comprensión psicoanalítica,
incorporar los cambiantes fenómenos culturales, y sugiere que al son de ellos
ha habido cambios en la psicopatología. Así dice en ¿Por qué la historia?
(Meltzer, 1978, Desarrollo Kleiniano): “En cien años, ha habido una gran
oscilación del péndulo, y no poco ha sido justamente atribuido al impacto
ejercido por el trabajo de Freud sobre la cultura occidental. No obstante, el
péndulo ha pasado de la hipocresía del doble sistema de valores victoriano a la
más solapada hipocresía de la decadencia. El contexto de antaño favorecía la
formación de síntomas en el territorio del conflicto sexual, ahora hace a la
consolidación de las perversiones en el carácter” (la cursiva es nuestra)
(Pág. 8).
Lo
anterior nos sirve como prólogo para arribar a nuestro objetivo central en este
escrito. Explorar no el cuestionamiento global que Meltzer hace, sino los
argumentos singulares en los que se apoya, para llevar adelante esta caracterización de Freud. Veamos
entonces (Meltzer, D., 1978)[13] su comentario a “Tres ensayos…”.
Allí afirma que “Freud se
transformó desde un neurofisiólogo determinista (con neurofisiólogo
determinista hace referencia a los
modelos teóricos de Freud, que diferencia de la aproximación clínica del mismo,
que la califica como sigue -lo que figura entre paréntesis es nuestro-) a ser
un psicólogo fenomenológico”. Meltzer fundamenta esta caracterización –la
del Freud teórico- en varios
tópicos. Dice que para Freud “El instinto sexual, era considerado como una
función corporal carente en si misma de significado,
el que posteriormente podría obtener mediante una posterior elaboración de su
conexión con objetos”…(sigue más abajo)… ”Ahora bien, no sabemos si darle a
esto el nombre de teoría o modelo, o forma de pensar. Probablemente sea más
útil tomarlo como un modelo o forma de pensar, el más natural para el Freud de
su época. Este ha sido llamado modelo hidrostático de las pulsiones y del
funcionamiento mental; se basa en la concepción de que existe una
excitación homogénea en el cuerpo, equivalente a la presión de agua o al
voltaje de un sistema eléctrico… Solamente cuando la búsqueda del objeto
entra en escena, cobran significado las actividades relacionadas con la
sexualidad y, al tenerlo, entonces pueden ser sometidas a elaboración, formar
parte de la fantasía o incluirse en el proceso de desarrollo que puede ser
considerado esencialmente mental” (la cursiva es nuestra) (Pág. 37-38).
¿Qué se discute de modo
singular, cuando se dice que Freud es un neurofisiólogo determinista que piensa
con modelos físicos?
De lo
anterior, como ya anticipamos, no
vamos a comentar lo que tiene de innovador el planteo de Meltzer. Nuestro foco
estará puesto en ver que teorías de Freud, Meltzer cuestiona o deja de lado. No
nos anima un respeto reverencial hacia la obra de Freud ni creemos que no se le
rinde un homenaje, cuando se crean hipótesis alternativas. Pensamos, sin
embargo, que es importante darnos cuenta que se le está discutiendo
sustantivamente a Freud cuando se lo describe como “un neurofisiólogo ...” Para
ello vamos a destacar algunos de los argumentos que dan fundamento a la
caracterización del Freud teórico como un neurofisiólogo determinista que
piensa con modelos físicos:
a)
carencia
de significado del
instinto sexual en la formulación de “Tres ensayos;
b)
el
modelo hidrostático de las pulsiones y de la mente;
c)
sólo
la inclusión de la búsqueda del objeto hace que lo sexual cobre significado,
pueda ser elaborado, forme parte de la fantasía, pueda ser incluido en un
proceso de desarrollo que pueda ser considerado mental.
a) carencia de significado del instinto sexual.
Cuando
Meltzer habla de esta carencia de
significado del instinto sexual es central comprender a que alude Meltzer
con significado. No podemos dejar de evocar para
comprenderlo a Susan Isaacs [14]
cuando nos dice que “el niño con hambre, anhelo o malestar, experiencia
verdaderas sensaciones en su boca, sus miembros o sus vísceras que significan para él
que le hace algo, o que él hace lo que desea tocar o teme. Siente como sí efectuara esto o aquello”
(la cursiva es de la autora) (Pág. 93). También digamos que esta misma autora
relativiza en el mismo artículo este significado (la cita que sigue pertenece
al mismo texto): “por lo tanto cuando decimos (justificadamente), que el niño
siente que la madre no le alivia un dolor es una madre “mala”, no queremos
significar que tenga una noción clara del hecho negativo de que su madre no
suprime la fuente dolorosa. Esto corresponde a una comprensión ulterior”
(Ibíd., Pág. 97).
Esta
relación entre las apreciaciones de D. Meltzer y la teorización en torno a la
fantasía inconsciente de Susan
Isaacs, se puede ver también en las numerosas recapitulaciones que lleva
adelante sobre su perspectiva acerca de la evolución del psicoanálisis. Por
ejemplo el capítulo 2 de la “Aprehensión de la belleza”[15]
comienza con: “la evolución del Modelo de
la Mente que subyace a la observación y a las ideas de los psicoanalistas,
ha sido callada y encubierta en muchos aspectos, pero sus puntos nodales están
claramente marcados por la progresión Freud-Abraham-Klein-Bion. Lo que comenzó
como un modelo hidrostático para la distribución de la energía psíquica,
siguiendo el espíritu de la física decimonónica, fue modificando gradualmente
su analogía. La aparición del aspecto genético dio lugar a la metáfora
arqueológica; el reemplazo de la topografía por la imaginación estructural
introdujo una comparación social; el reemplazo de mecanismos por fantasía
inconsciente, la insistencia en lo concreto
de la realidad psíquica y la introducción de un instinto epistemofílico para reemplazar las
investigaciones sexuales infantiles de los niños mudaron el modelo biológico de
la evolución de la mente del individuo, de una base darwiniana a una base
lamarckiana” (Pág. 13).
Respecto de
esta cuestión queremos citar a Laplanche en tanto nos permite en este punto
expresar un punto de vista próximo
a Freud. Laplanche[16] (1985)
opina que Susan Isaacs “considera que las fantasías inconscientes son “una
actividad paralela a las pulsiones de las que emanan”, una “expresión psíquica”
de una vivencia (la cursiva es nuestra), determinada a su vez por el campo
de fuerzas formado por la actividad de los instintos tanto libidinales como
agresivos, y las defensas que éstos movilizan; por último, trata de establecer
una intima relación entre las
modalidades especificas que adopta la vida fantasmática con las zonas del
cuerpo que son asiento del funcionamiento instintual”. Susan Isaacas, para Laplanche, “con su
argumento no aceptaría la concepción freudiana del instinto y la fantasía”...
Para ella “la fantasía es la transcripción imaginaria del objeto primero de toda
pulsión, que es un objeto específico. El ´impulso instintual´ es vivido
necesariamente como una fantasía, … Si la fantasía es para Susan Isaacs
una manifestación inmediata de la pulsión, casi consustancial con esta, y
en última instancia equiparable... puede pasar rápidamente a funcionar como
defensa, toda la dinámica interna del sujeto termina por mostrar este único
tipo de organización…lleva necesariamente a sostener que toda operación mental tiene un doble subyacente que es
una fantasía, y que esta puede ser equiparada por principio con la
manifestación primaria de un impulso instintual” (la cursiva es nuestra)
(Pág. 81-82).
Pensamos
entonces que lo que discute Meltzer, con
la carencia de significado del instinto sexual, es, que en la obra de Freud la noción de pulsión:
a-no traiga
predeterminada una significación
b-no haya
continuidad significativa entre pulsión y fantasía. (Esta falta de continuidad
entre representación y pulsión se acentúa en la obra de Freud luego de escribir
Más allá del Principio del placer. Luego de este artículo, hay para Freud una
brecha mayor, diríamos insalvable entre pulsión y representación.)
c-no exista
de un “objeto específico de la pulsión”
Surgen de la
anterior, un par de cuestiones más, muy importantes, que se discuten en esta
interfase: d) la oposición entre fantasía
inconsciente y teoría sexuales infantiles, que a su vez llevan a
considerar, e) el valor del
llamado “instinto epistemofílico”.
Sigamos con
la segunda objeción que hemos recortado en el planteo de Meltzer:
b) El modelo hidrostático de la pulsión y de la
mente.
Pensamos que para
examinar la contrapartida en la teoría de Freud a esta objeción, en un primer
paso, hay que deslindar modelo
hidrostático de la pulsión de modelo hidrostático de la mente. Es
parte de la discusión homologar o poner juntos mente y pulsión, o tratarlos
como dos fenómenos diversos. Vamos a elegir este último camino.
Comencemos
por modelo hidrostático de la pulsión.
Este modelo –el hidrostático o mejor hidrodinámico- en rigor sólo subyace explicativamente
a una de las cuatro
características que Freud (1915)[17]
examina cuando estudia la noción de pulsión: el “esfuerzo” (Drang)[18],
el carácter esforzante de la pulsión.
Advirtamos
que el principio más general que Freud invoca, como el que a su juicio rige lo psíquico, no es alguno derivado
de la hidrostática o de la hidrodinámica[19],
sino el “principio de inercia
neuronal”, que enuncia: “las neuronas
procuran aliviarse de la cantidad”[20],
tienden a deshacerse de toda diferencia. De él desprenderá en sucesivos pasos
el principio de constancia, el principio de placer, el principio de realidad y
el principio de nirvana.
Desde
nuestro punto de vista, el modelo físico que conceptualmente está implícito en
el “principio de inercia neuronal”, no es como podría pensarse en una rápida
homonimia, el principio de inercia establecido por Galileo[21],
sino el segundo principio de
termodinámica[22]. Este puede
enunciarse así: Es imposible construir un
motor tal que, funcionando periódicamente, no produzca otro efecto que el de
tomar calor de un foco calorífero y convertir íntegramente este calor en
trabajo. El hecho de que
el trabajo pueda disiparse completamente en calor y que el calor no pueda
convertirse por entero en trabajo, llevó a los físicos a pensar que
existe una tendencia en la naturaleza a evolucionar hacia un estado de mayor
desorden molecular. En otras palabras hay una tendencia a la anulación de
las diferencias[23], lo que
implica una mayor homogeneidad, una menor complejidad, en consecuencia la entropía aumenta.
La
concepción que se deriva del segundo principio de termodinámica es la que subyace tanto al principio de inercia
neuronal, como al modo en que Freud cree que se comporta el afecto. Advirtamos
que esta concepción en la obra de Freud hace a la base conceptual del narcisismo, sobre todo
en la vertiente que enfatiza el
anhelo de participar en el “sentimiento oceánico”, lo que luego Andre Green[24]
va llamar narcisismo de muerte. Sin duda este principio entrópico también está
contenido en la formulación de Freud acerca de la naturaleza “conservadora de
la pulsión”: “la meta de toda vida es la muerte” (Freud, 1920[25]).
También está presupuesta en la descarga plena que Freud adscribe a la
genitalidad; en la misma línea Freud explica, fundamentada en esta tendencia
entrópica, el acercamiento amoroso: al enamorarnos buscamos fusionarnos en un
solo ser, restaurar el andrógino del que por división surgió la diferencia
sexual, tal como propuso Platón en “El banquete”.
En una
primera síntesis podemos decir que para esta perspectiva, lo que se le está
cuestionando a Freud con el modelo físico, es la tendencia entrópica que está presupuesta en su teoría, en
el carácter conservador de la pulsión definido en Más allá...; en la teoría del
narcisismo de Introducción del Narcisismo; en la genitalidad en la teoría de la
libido; en el modelo de acercamiento amoroso del enamoramiento; … entre otros.
Es
importante destacar entonces, dentro de esta discusión, que la pulsión, para Freud, no tiende a
crear diferencias -si esta surge no es porque esa sea su meta-, sino es por su
fracaso en el cumplimiento de su meta. La introducción de diferencias surge de lo fallido del encuentro
amoroso en la consecución de
plenitud –un meta entrópica-. Esta falla, según Freud (Ibíd.),
opera como un “factor pulsionante”, que no debe confundirse con la pulsión. La
falla por parte de la pulsión, en alcanzar su aspiración introduce una
diferencia, que luego el aparato debe contener, inhibir, reprimir, complejizar.
En el acercamiento amoroso se
conjugaban entonces dos efectos, lo que en sí mismo constituye una paradoja:
una aspiración a la calma –propia de la pulsión- que parece heredera de
introducción al narcisismo en su
intento de reproducir lo anterior, y las consecuencias dadas por la
imposibilidad de realizar la plenitud anhelada[26],
la que si pudiese ser procesada,
complejizada –por parte del aparato-, produciría lo diverso[27].
Pero no sólo
Meltzer cuestiona el modelo hidrostático que supuestamente tiene Freud para
pensar la pulsión -y la mente-; el hueso del problema a los ojos de Meltzer es
que Freud queda atado a modelos en donde la energía se homologa al afecto. Pero
una cosa es discutir si la “energía”, es de la misma “naturaleza” que el
“afecto” y otra muy distinta es suponer que la lógica con la que se mueve la
pulsión no es explicable desde un
principio entrópico. Meltzer, no sólo discute la suposición de que el afecto y
la energía son homologables, tampoco está de acuerdo con la tendencia entrópica
que Freud supone que reina para la pulsión: Meltzer como veremos en la próxima
cita, va a este main point
apoyándose en su visión en torno al segundo principio de termodinámica,
concluye que el ser humano tiende al desarrollo y simpatiza con la adquisición
de diferencias. Pero esto nos lleva al segundo punto que propusimos en este
apartado: el modelo hidrostático de la
mente;
El modelo -neurofisiológico e-
hidrostático de la mente.
Examinemos,
tal como lo anticipamos, la perspectiva de Meltzer en este punto: en “Estados
sexuales de la mente”[28]
Meltzer (1973) había planteado,
mientras estaba historiando la evolución del pensamiento de Freud sobre la
sexualidad infantil y el complejo de Edipo, que por “la segunda ley de
termodinámica en su aplicación a la comunicación... el modelo de la mente
implícito en la teoría psicoanalítica pasa de un sistema hidráulico (la teoría
de la libido) a un sistema de comunicación, en donde se moviliza información
más que energía, en donde el principio de organización que prevalece esta
dado por el orden y no por el equilibrio, y en donde el principio económico que
gobierna tiende al desarrollo y no a minimizar la tensión” (la cursiva es
nuestra) (Pág. 51).
Aunque
Meltzer cuando habla de economía
de la mente tiene como modelo la
“Política económica”, como también
en su comentario se refiere a la segunda ley de termodinámica, pensamos
que quizás aluda a la “Teoría matemática de la
información” o sus derivados, o más probablemente a los desarrollos de
Prigogine. La primera la
desarrolló Shannon (Adrián Faigón 1999) durante la segunda guerra en sus
escritos sobre la economía en la codificación y transmisión de mensajes -la
naturaleza nos “informa” acerca de su estado, o mejor, un sistema informa a su
entorno acerca de su estado-. El pilar de esta teoría se encontraba en definir
la cantidad de información contenida en un mensaje en función de cuán improbable era para el receptor
recibirlo. Esto es: si el receptor esperaba la noticia, entonces el mensaje no
le aportaba información ninguna. Inversamente, había más información cuanto
menos probable fuese para el
receptor recibirlo. ¿Cómo se
interpreta entonces a la entropía en términos de la información? Esto supone
explorar el eje de la entropía
asociada a la probabilidad, y la probabilidad relacionada con la información[29].
Esto
nos lleva a la otra cuestión que plantea Meltzer alrededor de este problema, el
orden y el equilibrio. Frecuentemente se asocia la entropía a desorden.
Comencemos por definir “orden”, o para ser más preciso que es un “estado
ordenado”. En un intento de dar una definición ostensiva podemos decir que en un lanzamiento de dados, en un mazo
de naipes, en una distribución de velocidades moleculares, los estados
ordenados son estados en que se reconoce cierto patrón de repetición: todos los
valores iguales, valores alternados, formando escaleras, etc. Todos estos
estados son pocos respecto de la multitud de estados desordenados, esto quiere decir
que tienen baja probabilidad de ocurrir. Baja probabilidad equivale a alta
información y baja entropía.
Surge de la perspectiva anterior,
si es que rige el segundo principio de termodinámica, que la evolución natural va acompañada por pérdida de información
entre las partes interactuantes, en ese sentido hay un aumento entrópico. No
podría desprenderse desde estas consideraciones que se tiende
espontáneamente al desarrollo y a
minimizar las diferencias.
Otra mirada es la que se abre a la
luz de las ideas de Prigogine[30].
El ha replanteado la relación entre orden y desorden. En el centro de la visión
de Prigogine está el lugar constructivo que el desorden entrópico juega en la
creación del orden. El caos puede conducir al orden, como ocurre con los sistemas
autoorganizantes. Prigogine postula que la complejidad surge
espontáneamente y propone una visión del universo, a diferencia de la
termodinámica del siglo XIX, que tiene la capacidad de renovarse
permanentemente. Desde esta perspectiva, el desorden no interfiere en los
procesos de auto-organización, sino que los estimula.
Por lo que hemos discutido hasta
acá se ve con claridad, la importancia que tiene en la teoría psicoanalítica el
mantenimiento o no de un principio entrópico. Este principio, como hemos
mostrado está presupuesto en numerosas teorías psicoanalíticas, por lo menos en
las propuestas por Freud (pulsión, narcisismo, etc.). Además vemos que otro
problema íntimamente conectado es de donde surge la complejidad. ¿Sí esta surge
espontáneamente o si es necesario un trabajo para instalarla?. ¿Sí esta
complejidad es un orden precario, o se logra un orden sostenido, esto es un
equilibrio? Advirtamos que cuando estamos discutiendo estas cuestiones
implícitamente estamos hablando de la pulsión –en particular si contiene
en sí un principio ordenador, una tendencia al desarrollo y un anhelo de saber-
y de su relación con el “aparato pulsión que “desorganiza”, o si es la misma
pulsión, en continuidad con el aparato-mente que tiende al desarrollo?. ¿El aparato psíquico, introduce un
orden que “contiene” todo el “desorden” que la pulsión introduce
–exigencia de trabajo psíquico-, o la precariedad del orden que se
consigue es que “el aparato” es siempre insuficiente respecto de la pulsión?.
Son algunas de estas nociones las que se están discutiendo en esta interfase.
Es obvio que lo central para el psicoanálisis, no es
discutir cual es la mejor versión del segundo principio de termodinámica en
física. Pero pensamos con modelos. Es importante, a nuestro juicio si los
modelos que elegimos nos sirven para describir los fenómenos de nuestro campo.
Para ello no tenemos que confundir el modelo con lo modelizado, en este caso su
validez en el campo de la física –el modelo- y que las cualidades de este modelo –independientemente
de su validez en su campo de origen- sirvan para explicarnos fenómenos
psíquicos[31]
-lo modelizado-.
La discusión que pensamos que nos
compete a los psicoanalistas, en esta interfase teórica, es si un principio
entrópico describe las metas de la
pulsión, o si por el contrario esta, la pulsión, tiende a la complejidad, al
desarrollo. Se suma a lo anterior discutir, también en esta interfase si ¿hay
un gap, un hiato, una cesura entre pulsión y representación psíquica? ¿La organización o complejidad de
la representación o de las relaciones entre representaciones están
predeterminadas en la pulsión o provienen de un otro orden, esto es lo que
introduce “el aparato”?.
Sigamos con
lo que veníamos. Quizás donde Meltzer con
más claridad exponga la
caracterización de un modelo neurofisiológico
e hidrostático de la mente es en “Vida onírica[32]”.
Cuando describe lo que él llama “la concepción freudiana del sueño como
guardián del dormir” afirma que “la base de la teoría está tan profundamente enraizada en un
modelo neurofisiológico de la mente, con su ecuación mente-cerebro, que no
puede soportar el peso de una investigación de lo que significa el significado
de los sueños” (Pág.9).
Queremos
subrayar que merecería todo un apartado la noción de "mente",
sustantivo extraño a la inicial concepción del psicoanálisis, pero que en la
teorización de Meltzer tiene tanto valor. Tenemos la impresión que con la
noción de mente pierde fuerza, o más aun se discute la idea de sujeto
freudiano, sujeto escindido, partido por la represión, determinado por el deseo
inconsciente.
Retomamos
lo anterior; fundamenta Meltzer la opinión sobre Freud expuesta más arriba, en “Vida onírica”, que adoptó el
criterio de la época (equivocado según Meltzer a la luz de la investigación
posterior) que lo que diferenciaba
los estímulos físicos dolorosos de los placenteros era una diferencia
cuantitativa. “Y que Freud asumió este mismo punto de vista respecto del dolor
mental. (y sumándose a esto) El modelo de la mente en su conjunto no era
favorable a la consideración de los procesos desde un punto de vista
cualitativo… Freud estaba predispuesto
a una concepción cuantitativa”. Su razonamiento seguía, polemizando con la idea de Freud acerca de que el sueño
daba cumplimiento a un deseo,
afirmando –que en su lectura- es imposible hacerse una idea clara
de lo que Freud quería decir cuando habla de deseo. Se pregunta si con deseo
alude a ¿intención, motivo, plan, anhelo, impulso, expectativa? Se contesta
preguntándose sí Freud se referirá
a un "anhelo insatisfecho", por el momento insatisfecho . . . sí se
referirá a intención ¿existirá un plan de acción que según una esperanza
razonable, pueda conducir a su cumplimiento? Para Meltzer no es posible
comprender esta idea sin la noción de omnipotencia, con la que según él, Freud
no contaba. Termina con su crítica
a esta concepción, diciendo que “la impresión que nos queda de la actitud de
Freud hacia los sueños es que
estos tienen escaso interés para el soñante, excepto en la medida que arrojan
alguna luz sobre su vida mental inconsciente” (Pág., 11). Avanza aún más
cuando discute la concepción de Freud
que afirma que “pensamientos del sueño y contenido del sueño se nos
presentan como dos figuraciones del mismo contenido en dos lenguajes diferentes; …, el contenido del sueño se nos aparece como una
transferencia de los pensamientos del sueño a otro modo de expresión, cuyos
signos y leyes de articulación debemos aprender a discernir por vía de
comparación entre el original y su traducción”(Pág. 11). Distingue entre la
tarea de “comprender y resolver”. Con “resolver” alude a un supuesto intento
criptográfico de Freud, que
desnude lo que llama “superchería “ (con
superchería se refiere a la deformación que Freud afirma se da en el sueño) del
sueño. Esta crítica se profundiza cuando examina el papel del censor del sueño.
Discute también el modo en que Freud describe el trabajo de sueño, en tanto
proceso de deformación -apoyado en las cuatro operaciones: condensamiento,
desplazamiento, cuidado en la figuración y elaboración secundaria-, ya que a su
juicio desde ellas "se constituye una investigación de un proceso
carente de significado)[33]
(sic), un proceso en que el significado, en todo caso, es destruido más que
creado o incrementado" (Pág. 12.
Presta por
último, en su comentario respecto de como él ve "la concepción freudiana
del sueño" especial atención al "fenómeno funcional de
Silberer". Le rinde homenaje, en tanto a través de ella se logra "la
representación simbólica de los estados de ánimo" (Pág., 21). Este a su
juicio es uno de los aspectos a privilegiar. El piensa que el fenómeno
propuesto por Silberer amenaza toda la estructura de la teoría sobre los sueños
de Freud.
También
encontramos objeciones de parte de Meltzer, a la noción de represión y por extensión a la de transferencia, tal como la comprende Freud, en “Represión, olvido e
infidelidad”[34], entre
otros textos. Allí, luego de transcribir un fragmento de Dora, muestra como en la transferencia se ve,
según Meltzer, la ´habilidad´ que Freud cita como base de reediciones; implica
–concepción que Meltzer critica- que el pasado llega a ser aceptable por
medio de alguna modificación de su contenido. Subraya –Meltzer- que esta
misma idea se encuentra en otro fragmento
que reproduce, en ese texto, de Análisis
terminable e interminable en el que se ve “la interferencia con la verdad”
por la represión. Concluye que tanto en la forma en que Freud concibe la
transferencia como la represión, “subyace la hipótesis que en ambas hay una hábil distorsión de la verdad acerca del
modelo primario sobre el cual se basan estas relaciones” (la cursiva es
nuestra) (Pág. 297). Más adelante afirma que “la represión es un mecanismo que
crea baches en la disponibilidad de experiencias para su recuerdo consciente y
su reconstrucción. Estos baches son el resultado de una fantasía inconsciente
en la cual algo, ya sea un objeto o sus contenidos, se pierde, o es robado”
(Pág. 299). Advirtamos que lo que se objeta, cuando se objeta la represión es
algo más amplio, se objeta la noción
de “formaciones de lo inconsciente”[35].
Hagamos un
breve listado de las nociones freudianas que a nuestro juicio son objetadas por
Meltzer en este último apartado:
a) la
noción de deseo
Destacaríamos
para mostrar en que punto radica la diferencia de enfoque, dos definiciones de
deseo en la obra de Freud, para contrastarlos con las objeciones que Meltzer
hace a estas nociones:
1-la del
Proyecto...: el deseo es para Freud en este texto, el heredero de la marca que
deja el objeto de la satisfacción, al ofrecerse y darle significado en
consecuencia a la “alteración interna” (protomodelo de la pulsión). El deseo,
es en esta definición, el anhelo imposible de reencuentro con aquel objeto,
siendo necesario un trabajo, para en esta búsqueda de reencuentro, se
“encuentre un objeto sustituto”. El producto de este trabajo es para Freud un
pensamiento, no un reemplazo omnipotente del objeto inicial.
2-la de
Tres ensayos …: el deseo es el deseo sexual infantil, que por virtud de la
represión primaria esta destinado a ser reprimido. . Este deseo retorna a
través de “retoños”, deseos sustitutivos, que por medio de un trabajo , termina
tomando formas de figuración que son aceptables para su expresión. Esta transformación es un rendimiento del pensamiento. Para
que haya pensamiento es necesario, en la teoría de Freud, que haya un trabajo,
del cual el “trabajo de sueño” es uno de
los ejemplos privilegiados.
b)la noción
de represión, solidaria con la existencia de un inconsciente reprimido; una
otra escena. Esta noción es la que subyace a la idea de deformación que tiene
el sueño según Freud, en común con las otras "formaciones del
inconsciente".
c)se
desprende de lo anterior que Meltzer cuestiona que intervengan en el
"trabajo de sueño" un proceso de “deformación” –a nuestro
juicio sólo se puede referir a la condensación, el desplazamiento, el cuidado
en la figuración y la elaboración secundaria-. Meltzer postula en cambio el
valor que tiene el "fenómeno funcional de Silberer", el cual permite
simbolizar la “experiencia emocional”.
Es central para esta visión la capacidad de la mente para representarse
a sí misma y dar significado a la emoción en juego. Sería bueno contrastar esta
concepción con la expuesta por
Jean Laplanche y Serge Leclaire[36]
en su artículo sobre El inconsciente en el Coloquio de Boneval. Es posible que
buena parte de los argumentos que estos dos autores despliegan en su critica a
Politzer (critica al texto de Politzer Crítica de los fundamentos de la
Psicología) sea aplicable al fenómeno de Silberer. Lacan en
Escritos (1966), en su artículo “De un silabario a posteriori”, había
cuestionado la capacidad de la mente de observarse a sí misma, noción
presupuesta en el fenómeno
funcional de Silberer.
Es importante, para comprender los distintos puntos de
vista en juego en esta cuestión,
discutir en este contexto que se entiende cuando Freud afirma que en el
sueño se da “cumplimiento al deseo”. Recordemos que esta postulación de Freud forma
parte de una más amplia que dice que el aparato psíquico está al servicio de la
realización de deseos, postura que sólo relativiza parcialmente luego de Más
allá ...
El cumplimiento de deseo en el sueño –para
Freud- se realiza a través de un
sustituto simbólico, y como tal es del orden del pensamiento; no se trata en
ese sentido de una ilusión omnipotente, que importa sólo como un fenómeno de
descarga para que el soñante siga durmiendo. Suponemos que Freud diría que si
es un fenómeno de descarga, pero de descarga secundarizada, producto de la
complejización que introdujo el aparato, y no de una tendencia natural o
instintiva. Esta descarga en su
teoría es diferenciable de la descarga que presupone el proceso primario.
La distinción entre pulsión y un “aparato psíquico”
que complejiza -en el que la represión juega un lugar central- se acentúa en la
obra de Freud luego de la segunda tópica. Incluso lleva a repensar las leyes
implícitas en el “modelo de la mente” basado en el segundo principio de
termodinámica, ya que pasa, manteniendo este principio, de un sistema cerrado a
un sistema abierto. Luis Hornstein[37]
lo enuncia con agudeza. Nos dice que la noción de Ello introdujo
“desorden”. “Trastornó la de inconsciente al menos por dos razones. La relación
entre el Ello y el cuerpo otorga a la segunda tópica un carácter
“psicosomático” ya que integra un ello-cuerpo desprovisto de representaciones,
mientras que el inconsciente de la primera tópica alberga representaciones.
Además con el ello, Freud dio un lugar, en su modelo pulsional, a las fuerzas
desorganizadoras... La estabilidad psíquica ya no se considera como
manifestación de la estructura misma del psiquismo, sino que se tiene que
recrear, reconstituir en cada instante según condiciones que surgen y se
desvanecen sin cesar. El Yo de la segunda tópica es en sí mismo la
resultante de transformaciones permanentes de un psiquismo abierto”. Sigue más
abajo: “Dos consecuencias se desprenden,..., de la idea de sistema abierto:
1)las leyes de organización de lo viviente no son de equilibrio sino de
desequilibrio, retomado compensado, de dinamismo estabilizado; 2) la
inteligibilidad del sistema debe encontrarse en su relación con el ambiente. Si
el sistema es “abierto” su existencia y el mantenimiento de su diversidad son
inseparables de interrelaciones con el entorno, a través de las cuales el
sistema extrae del exterior materia, energía e información” (Pág. 104-105).
(Ver en este punto, en el apéndice, la formulación sobre el segundo principio
de termodinámica de Classius; él enfatiza que para se invierta la dirección es
necesaria una fuente de energía externa, Meltzer seguramente diría un objeto).
En
conclusión pensamos que la objeción de Meltzer a lo que llama el modelo
neurofisiológico de la mente se basa en que para él Freud no se ocupa del significado de los sueños, incluso radicaliza esta
posición cuando como vimos que llega a decir que en tanto Freud concibe al
sueño como guardián del dormir (es
por el que Meltzer dice que Freud estaba predispuesto a una concepción cuantitativa) se ocupa u investigación sobre
el sueño es sobre un proceso carente de significado (sic), un proceso en que el
significado, en todo caso, es destruido más que creado o incrementado".
Esta
destrucción de significado de la que habla Meltzer alude a la
deformación, que según Freud se realiza en el sueño sobre el deseo sexual
inconsciente reprimido, y a al interés –de Freud- al analizar el sueño en
lograr “alguna luz sobre su vida mental inconsciente” (sic).
Creemos que
se desprende de lo anterior que Meltzer no esta de acuerdo con la noción de
inconsciente reprimido, ni con las leyes y mecanismos que Freud describió sobre
lo inconsciente en el capítulo VII del Traumdeutung y se entiende
entonces su preferencia por el fenómeno funcional de Silberer, el cual a
su juicio crearía o incrementaría el significado[38].
Tampoco
estaría de acuerdo con una pulsión, expresión de fuerzas desorganizadoras, y
que la complejidad viene dado desde el aparato introduciendo represiones,
inhibiciones, sublimaciones, aunque si acordaría en el papel que ocupa en este
proceso de complejización el entorno, el objeto. Aunque también aquí habría
quizás acentos distintos de acuerdo a como se conciba el objeto. Sabemos que la
discusión en torno a la noción de objeto en la obra de Freud es muy compleja y
remite a múltiples diferenciaciones. En este caso se trata del lugar del
“otro”. En una posible lectura freudiana el otro marca el borde exterior. Un
borde que permanece abierto, por su carácter de irreductible respecto del
sujeto, un límite a conquistar, a reconocer y/o a negar. La presencia del otro
es otro polo que trae “una exigencia de trabajo”, constituye una herida
narcisista, que demanda complejidad.
c) sólo la inclusión de la búsqueda
del objeto hace que lo sexual cobre significado, pueda ser elaborado, forme parte
de la fantasía, pueda ser incluido en un proceso de desarrollo que pueda ser
considerado mental.
Probablemente donde queda más evidente, al menos
para nosotros, la diferencia de concepción entre el enfoque de Meltzer y el de
Freud en este punto es en el ensayo de Meltzer sobre “El claustrum”[39].
Este, El claustrum, es un texto de enorme complejidad, y sólo nos vamos a ocupar muy
parcialmente de algunos de los comentarios atinentes a esta cuestión. En la
Pág. 62 afirma que “Desde el punto de vista del modelo de la mente es necesario
bosquejar el desarrollo, tanto en términos de self como de
objetos”... recalca –en el contexto de su “exploración de las
consecuencias del aspecto intrusivo del fenómeno dual de la identificación
proyectiva”- que “necesitamos procurar, en primer lugar, una descripción de la
geografía y de las cualidades de los objetos internos y, en segundo lugar,
trazar las implicaciones metapsicológicas que ello tienen para el self”. En este mismo texto, mientras esta investigando “El papel del claustrum
e irrupción de la esquizofrenia”, comienza preguntándose ¿cómo es que una de
las partes de la personalidad llegan a vivir en es mundo del ´no lugar´ “ (Pág.
117). La noción de “no lugar” en
la obra de Meltzer es muy sofisticada y examinarla está totalmente por fuera de
las intenciones de este escrito. Sólo nos referiremos a ella para mostrar como
en su definición interviene una definición “objetal”. Así se responde a esta
pregunta con lo siguiente: “dentro de los objetos internos, el mundo claustrofóbico
de los estados borderline psicóticos” (Pág. 118). Luego de hacer un
pormenorizado estudio sobre las características de la identificación
proyectiva, la atmósfera social que reina en este “mundo claustrofóbico” y los
valores que allí juegan, concluye que en el mundo claustrofóbico “no pueden
surgir lazos emocionales, los que son reemplazados, de manera simulada, por
diversos estados de excitación general” (Pág. 120). Más adelante dice “Esto nos lleva al corazón del
problema. Os estoy pidiendo que imaginéis el compromiso de la parte de la
personalidad, necesariamente una parte infantil, si hablamos estructuralmente,
en su vida en el claustrum. Habréis identificado inmediatamente un inquietante
parecido entre esta descripción del mundo claustrofóbico y la que Freud hace
del ´compromiso del yo sirviendo a tres amos´ en El Yo y el Ello.
Esta visión pesimista de la
condición humana, que da tal crédito a conceptos tales como el principio del
Nirvana o el instinto de muerte, emana de la vida en el mundo claustrofóbico de
la identificación proyectiva y no de la ida en el mundo externo de las
relaciones emocionales íntimas, en el que se experimenta la verdad y la
generosidad de la naturaleza (con ´n´
minúscula)” (Pág. 121) (la cursiva es nuestra).
La perspectiva que adopta Meltzer, en su énfasis
“objetal”, lo lleva en “Estados Sexuales de la Mente”, a definir la “compulsión
de repetición” en términos objetales –y no en algo falto de significación
que busca inscribirse-. Así dice refiriéndose a la compulsión de repetición:
“En la práctica eso significa simplemente que, es tan fuerte el impulso a
repetir la forma de relaciones objetales pasadas que estas irrumpirán en la
escena cada vez que el impedimento a hacerlo desaparezca” (Pág. 40).
Nos parece importante traer algunos pasajes del Primer Simposio de la
Federación Europea de Psicoanálisis, dedicado a la “Pulsión de Muerte”[40],
que tuvo lugar en Marsella en 1984, pues allí se plantearon posiciones que se contraponen en el punto que
estamos debatiendo. En este Simposio, como ejemplo de la postura freudiana Daniel Widlöcher afirma que con “el concepto de
pulsión de muerte ... se trata de
formalizar una teoría general que organice en un sistema explicativo más vasto
la interacción de los procesos psíquicos. Fundada en la hipótesis de una
tendencia primaria del organismo a la reducción completa de las tensiones, ella
quiere entonces dar razón del dualismo pulsional fundamental, de la tendencia a
la compulsión de repetición, del origen de la agresividad y de la primacía de
la autoagresividad sobre la agresividad dirigida contra otro” (Pág. 11). Desde
posiciones similares Jean Laplanche, en esa misma reunión, proponía que “la
pulsión de muerte está estrechamente ligada en Freud a la noción del principio
del cero o del Nirvana y a la compulsión de repetición cuya insistencia se hace
cada vez más evidente en la clínica y en la cura. Como contrapartida Hanna Segal en su ponencia, dice:
“Freud menciona a veces este rechazo a la perturbación como principio de Nirvana.
Tal formulación me parece sin embargo una idealización de la muerte y de la
pulsión de muerte, afín a la de fusión con un objeto, como en el sentimiento
oceánico”.
Resalta a nuestro juicio con claridad, que el punto de divergencia es
en torno al principio de Nirvana, lo que obviamente implica como se concibe la
pulsión de muerte, en tanto nociones que no implican una “relación de objeto”
para la óptica de Freud. Para Meltzer –ni para Hanna Segal- no es
pensable una noción de pulsión que
no implique una relación de objeto, y parece objetable un principio de
funcionamiento como el principio de Nirvana. Para terminar de redondear la
diferencia en cuestión vamos a volver a citar a Meltzer en el Claustrum, cuando describe su
distinta visión sobre la psicosis y nos cuenta su preferencia por la metáfora
de John Milton por sobre la descripción de Freud en Schreber. Lo que Meltzer
llama “no lugar”, emerge, según su concepción, a consecuencia de la falta de
relaciones emocionales intimas y de una cualidad intrusiva de la identificación
proyectiva sobre el objeto. Se puede ver la consecuencia de esta diversa visión
cuando contrapone “a la descripción que Freud hace de la reconstrucción del
mundo de Schreber después de que tuviera lugar la fantasía de destrucción del
mundo, y a la de Satán y su cohorte de Ángeles Caídos, pero con materiales
infernales, que Milton hace en El
paraíso perdido” (Pág. 118).
d) la
oposición entre fantasía inconsciente y teoría sexuales infantiles, que a su
vez llevan a considerar, e) el
valor del llamado “instinto epistemofílico”.
Vamos a
tratar estos dos puntos como parte de un único problema, ya que a nuestro
juicio están íntimamente entrelazados.
La
reificación de la fantasía en detrimento de las teorías sexuales está firmemente enlazada con como
Meltzer concibe la transferencia. Su afirmación, congruente con la
reformulación kleiniana en este punto, a “considerar que la transferencia es de
interés fundamental debido a su inmediatez, es decir, la evidencia inmediata de
relaciones infantiles con objetos internos que son externalizados con
respecto a la persona del analista” da razón a este punto de vista.
Contrapongámosla
a la visión de Freud (1909 ) y la de algunos de sus comentaristas. Para esta
última perspectiva la curiosidad infantil intenta responder a la pregunta ¿de
dónde vienen los niños? Se intenta dar respuesta a la causa de sí mismo, al
sufrimiento del deseo, al origen de su primer placer través de las llamadas
“teorías sexuales infantiles”. De ellos según Avenburg (1998) “nace (a veces,
no siempre) la autonomía intelectual, el pensar se emancipa y deviene la pulsión de investigación (la cursiva es
nuestra)”. No se trata de un instinto en la teoría freudiana que tiene una
presencia inicial. No hay en ese sentido en la teoría de Freud un “Instinto
epistemofílico”. El “anhelo de saber” es una consecuencia de tratar “desde su
propio cuerpo” un enigma: aquel del cual desde un no ser surge el niño. Con ese
“conocimiento”, se tiene la ilusión de recubrir un interrogante sobre como es
la sexualidad de la pareja parental, el enigma de su placer y de lo que podría
ser la causa de su deseo. Luis Hornstein (Ibíd.) Dice en este punto que: “el
niño no está ante ciertos enigmas. El niño es
ciertos enigmas”
Epílogo
Hemos querido en este escrito contribuir a armar un
listado de problemas, que se plantean en esta importante interfase teórica. Esperamos que sirva a una
mejor comprensión de las diversas posturas.
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Apéndice (Este apéndice está extraído de
“Intento de explicación de la segunda ley de termodinámica y su significado” de
Adrián Faigon. Al escrito el Dr. Adrian Faigon le debo mucho sobre la comprensión de los
problemas que en este trabajo
discuto)
Intento de
explicación de la Segunda Ley y su significado.
La Primera Ley de la Termodinámica expresa que el calor, al igual que el
trabajo mecánico, es un vehículo de intercambio de energía entre cuerpos.
Explica así la posibilidad de que un mecanismo adecuado tome calor de un cuerpo
y lo convierta en trabajo sobre otro o viceversa.
La Segunda Ley de la Termodinámica
se formuló originalmente con referencia a ciertas limitaciones o
imposibilidades de dichos mecanismos, las máquinas térmicas, máquinas
conversoras de calor en trabajo mecánico.
Distintas formulaciones de esta ley se conocen con el nombre de sus
autores.
A posteriori de las formulaciones de Carnot, Lord Kelvin
(1851) planteó: No es posible la construcción de una máquina cuyo único
resultado sea la conversión en trabajo del calor extraído de una única
fuente de calor -de igual temperatura en todos sus puntos-. Para entender la formulación de Kelvin, único resultado significa que al
cabo del proceso, todo el resto de cosas se encuentre igual que al principio,
de modo de poder iniciar un nuevo ciclo y así transformar de modo continuo
calor en trabajo. De este modo, la formulación expresa que la máquina térmica
que convierta calor en trabajo debe intercambiar calor con al menos dos
fuentes, una de temperatura alta de la cual toma calor y otra a temperatura más
baja a la cual debe necesariamente ceder parte del calor absorbido de la otra
para regresar a su estado original y poder funcionar de modo continuo. La
diferencia entre ambas cantidades es el calor neto que puede convertir en
trabajo.
Otra formulación sobre esta misma ley es la de
Clausius (1850). Él dice: no es posible una máquina que por único resultado de
su funcionamiento tome calor de una fuente fría y lo deposite en una más
caliente.[41] No es que eso no se pueda. De hecho cualquier
heladera o aire acondicionado hace eso: toma calor del ambiente frío y lo
deposita en el exterior más caliente. Lo que dice Claussius es que eso no se
puede hacer sin que ocurran cambios en algún otro lado, por ejemplo sin que se
consuma electricidad.
¿Qué tienen de común ambas
formulaciones, se pregunta Faigón (2000)? Las dos afirman la imposibilidad de
ocurrencia de ciertos procesos “sin cambios en otra parte”; procesos que
ocurriendo en sentido inverso no solo son posibles sino que ocurren
espontáneamente. El opuesto del que refiere Claussius es el flujo de calor de
un cuerpo caliente a uno frío, hecho que ocurre espontáneamente y que no
produce ni requiere cambios adicionales en ninguna otra parte. El opuesto de
Kelvin es la transformación de trabajo en calor, hecho que ocurre también espontáneamente
en todo movimiento con rozamiento. En los textos se muestra que si la
formulación de Clausius no fuese cierta tampoco lo sería la afirmación de
Kelvin y viceversa, demostrando que las dos dicen lo mismo.
He aquí el significado esencial de
la Segunda Ley (ibid): hay procesos que en la naturaleza ocurren
espontáneamente; se pueden forzar a ocurrir en sentido inverso pero no sin
cambio en algún otro lado. Es decir hay acá una diferenciación entre las dos
direcciones en las que ocurren los cambios en la naturaleza: una dirección
preferencial, aquella de la ocurrencia espontánea (el calor fluye del cuerpo
caliente al frío); y otra que pese a que también se puede observar, ocurre
“forzadamente” (del frío al caliente, requiere trabajo) lo cual se expresa
arriba diciendo que requiere de cambios en otras partes.
La entropía y la formulación
entrópica de la Segunda Ley
Clausius dio una formalización matemática y una mejor comprensión al
introducir la magnitud Entropía (1865). La magnitud no tiene en sí nada de
misterioso en la medida en que está bien definida, definido el modo en que se
puede medir, y definido el modo en que se debe calcular. La variación de
entropía de un cuerpo (que es en realidad todo lo que interesa) es el calor
absorbido por el cuerpo dividido la temperatura del mismo.
Cuando se calcula la variación de entropía ocurrida en todos los cuerpos
involucrados en un cambio espontáneo se encuentra que ésta siempre crece. De
modo que en el proceso inverso (calor del cuerpo frío al caliente), decrece …
Pero se dijo que este proceso inverso es forzado, requiere de otros cambios que
también tendrán su variación entrópica. Si se suman, como antes, las
variaciones entrópicas de todas las cosas que cambian se encuentra, que la
variación total es positiva, o que la entropía total también crece.
¿Qué es lo bueno de esto? Da un modo sencillo de expresar todo lo
anterior:
No ocurren
en la naturaleza procesos cuyo resultado sea una disminución de la entropía. O, de otro modo, todo cambio en la naturaleza va
acompañado de un aumento de entropía. Este enunciado equivale a los de Kelvin y
Clausius.
La segunda ley de la
Termodinámica establece la dirección en la que ocurren los procesos en la
naturaleza. Esta dirección corresponde a la desaparición de diferencias (de
temperatura, de concentraciones, de presiones, etc.) hacia estados
indiferenciados, uniformes en su desorden; los que, por no ocurrir ya cambios
distinguibles, se denominan estados de equilibrio. Termodinámicamente son los de máxima entropía, estadísticamente
los de mayor probabilidad. Vista la interacción como proceso de comunicación se
dirá que el proceso ocurre en el sentido de la pérdida de información.
Se comenzó distinguiendo entre cambios espontáneos y forzados, y se
concluyó en una formulación simple donde todo lo que ocurre tiene una común
característica, el aumento entrópico.