Teoría y clínica Vincular


Rodolfo Moguillansky & Silvia Nussbaum

Teoría y Clínica Vincular - Rodolfo Moguillansky y Silvina Nussbaum

  • Autores: Rodolfo Moguillansky y Silvia Nussbaum
  • Tomos: Tomo I: "Fundamentos Teóricos del abordaje clínico de la pareja y la familia". Tomo II: "Discusiones clínicas vinculares".
  • Editor: Lugar Editorial 
  • Páginas: Tomo I: 288. Tomo II: 246
  • ISBN-10: Tomo I: 9508924365 Tomo II: 9508924675
  • ISBN-13: Tomo I: 978-9508924360 Tomo II: 978-9508924674

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Fragmento publicado en el periódico Página/12

Texto de introducción:

Este libro sintetiza nuestra experiencia en el trabajo con parejas y familias que comenzó hace cuarenta años en el Departamento de Familias del Servicio de Psicopatología del Policlínico de Lanús.
En ese servicio, fundado y dirigido por Mauricio Goldemberg —el primer Servicio de Psicopatología que funcionó en un Hospital General en América Latina, un ámbito no manicomial—, se volvió imprescindible, para la comprensión y el abordaje del "sufrimiento psíquico", entender el papel que tenían en el mismo los fenómenos sociales y las relaciones familiares.

El abordaje de las familias que allí se proponía fue el fruto de una nueva visión en el campo de la salud mental, en la comprensión de la psicosis y luego en todo el campo de la psicopatología, producto de los profundos cambios que advinieron después de la segunda guerra mundial. Esa nueva visión era parte de un movimiento que permitió sacar a la psicosis y al sufrimiento psicológico del Hospital Psiquiátrico y abordarla psicoterapéuticamente, abordaje en el que el psicoanálisis tuvo un papel central, dando las bases de la psiquiatría dinámica.

En esa experiencia, junto a salas de internación y hospitales de día en un Hospital General en el que recibían atención los pacientes que antes tenían un destino asilar, también se generalizó la asistencia de padecimientos neuróticos en consultorios externos en los que se comenzaron a atender parejas y familias. Tomó carta de ciudadanía, entonces, el sufrimiento vincular. Considerar el "sufrimiento vincular" aludía no solo a la riqueza que brindaba la familia para la mejor comprensión de la enfermedad mental, implicaba también, considerar el efecto de las relaciones familiares sobre la persona enferma.

Se trataba de abrir los ojos al sufrimiento, al dolor y también a los beneficios que surgían por el hecho de estar inmersos en vínculos, especialmente en vínculos familiares.

Ese origen nos marcó en un modo de pensar que nunca abandonamos, un modo de pensar y de llevar adelante una práctica que incluyera la libertad que implica estar inmerso en diferentes miradas. Esa primera marca se enriqueció con nuestra formación psicoanalítica, sin que ella nos limitara para pensar y utilizar herramientas teóricas y técnicas de otros modelos. Sin embargo, la multiplicidad de miradas que incorpora el abordaje de la familia necesita nuevas precisiones. Nuestra larga experiencia en este campo, tanto la que proviene de nuestra propia práctica clínica como la de variadas experiencias en instituciones que dirigimos, supervisamos o asesoramos, sumado a la experiencia académica universitaria en la que formalizamos y transmitimos un saber sobre lo vincular, nos ha llevado a destilar lo que hemos escrito en este libro. En este texto desarrollamos cuestiones teóricas, técnicas y clínicas tanto para los ya interiorizados en la clínica vincular como para aquellos que quieran familiarizarse con ella. Así exploramos cómo advino la noción de vínculo, discutimos distintas indicaciones y en el seno de las mismas enfatizamos una visión compleja que incluye consideraciones sobre las diferentes configuraciones familiares que conviven en Occidente, la pertinencia de diferentes metas en la terapéutica familiar y las necesarias distinciones psicopatológicas que hay que tener en cuenta al abordar una pareja o una familia.

Le hemos dado especial atención no solo a los fundamentos teóricos de la clínica vincular, sino también a los aspectos prácticos de la misma, con una detallada descripción de los distintos modos de intervención que ejemplificamos en discusiones clínicas con diferentes familias. Si bien hoy podemos dar por sentado la existencia de una clínica vincular en la que podemos y debemos intervenir, es importante contar con una cartografía que nos oriente en ese campo. Consideramos y desarrollamos que para intervenir en esa clínica y fundamentar la intervención es necesaria la creación de instrumentos pertinentes.

Dada la complejidad que plantea, proponemos considerar tres ejes: la diversidad de las familias, la multiplicidad y la sustantividad de la indicación y la caracterización que hacemos del conflicto vincular. Pensamos la clínica vincular en el cruce, en la intersección de estos tres ejes.

A la hora de los agradecimientos y reconocimientos, afortunadamente, hemos contado a lo largo de nuestra vida personal y profesional con muchos amigos y colegas con los que hemos aprendido, con los que hemos establecido un intercambio que nos ha enriquecido, con los que hemos discutido, con los que nos hemos puesto de acuerdo y con los que fraternalmente hemos expuesto nuestras diferencias.

Vaya en primer lugar nuestra gratitud para con Mauricio Goldemberg y Valentín Barenblit quienes dirigieron el "Lanús" en donde inicialmente nos formamos. Nada de lo que somos profesionalmente hubiese sido posible sin lo que ellos hicieron por la salud mental y por nosotros. También estamos muy agradecidos con la inteligente y cálida presencia de Carlos Sluzki y Aurora Pérez, quienes fueron los primeros que nos pusieron en contacto con la clínica familiar.

En los años de la dictadura militar, ante las terribles condiciones que imperaban, algunos de los integrantes del Departamento de Familia del "Lanús", nos reunimos desde 1976 hasta 1984 todos los lunes a la noche para discutir lo que hacíamos en nuestros consultorios con las parejas y/o familias. Estamos muy agradecidos con ese grupo fraterno con el que mantuvimos durante casi diez años, en los años de plomo, una rica y apasionada discusión sobre la clínica vincular.

Tenemos un especial recuerdo de Edmundo Zimmerman, nuestro primun inter pares. Estaban con nosotros Lucía Barbero, Carlos Barredo, Sócrates Beizis, Pedro Boschan, Mario Fuks, Renée Jablkowsky, Beatriz Kovensky, Zew Kuten, Miguel Leivi, Daniel Rodríguez, Lidia Scalozub, Guillermo Seiguer y muchos otros que pasaron por allí.

Con parte de este grupo, fundamos en 1984 el Área de pareja y familia de APdeBA durante la presidencia de Leonardo Wender. Esto marcó un hito en la presencia de la clínica vincular en una institución psicoanalítica de la IPA. En esa área comenzó nuestra relación con Isidoro Berenstein y Janine Puget, quienes hasta ese momento habían realizado sus desarrollos teóricos en la Asociación de Grupos. Con ellos tuvimos un muy importante diálogo desde aquella época hasta la actualidad.

Fue valiosa, para nosotros, la larga conversación con Guillermo Seiguer desde aquellos años hasta ahora. Más tarde, el trabajo en común con Mónica Vorchheimer. Los integrantes del equipo de pareja y familia del Centro Liberman con sus presentaciones enriquecieron nuestra clínica.

Fue trascendente para nosotros el intercambio que hemos tenido en estos años con colegas fuera de la Argentina. En una lista incompleta tenemos un especial reconocimiento en España nuevamente con Valentín Barenblit y los colegas de iPsi en Barcelona; con Eugenia Cid y Lea Forster de la Asociación Madrileña de Psicoterapia Psicoanalítica de Madrid; con Eduardo Chamorro en el Máster de Psicoanálisis de la Universidad Complutense de Madrid; con Gerardo Gutiérrez en el Máster de Psicoterapia Psicoanalítica de la Universidad Complutense de Madrid; con Ariel Liberman en ACCIPPIA, Madrid; con Paloma Morera en la Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente (SEPYPNA) Madrid; con Alicia Monserrat y Francisco Muñoz en la Asociación Psicoanalítica de Madrid (APM); con Eugenio Cornide Cheda en Gradiva y en la Universidad de Santiago de Compostela; con Elizabeth Palacios en AAPIPNA en Zaragoza; en Brasil, con Lia Rachel Cypel y María Aparecida Nicoletti en la Sociedad Brasilera de Psicoanálisis-São Paulo (SBPSP); con Isabel Gomes en la Facultad de Psicología de la Universidad de Sao Paulo; con Ângela Sollberger, Leila Tannus Guimaraes y los otros colegas de la Sociedade de Psicoanalisis de Matto Grande do Sul; con Bruno Salesio en la Sociedade de Psicoanalisis de Pelotas; con Guillermo y Lea Bigliani de Bergasse 19 en Sao Paulo; en Chile con Juan Pablo Jiménez y los colegas de la Institución "Salvador", con la Asociación Chilena de Psicoanálisis (APCH); en Italia con Amanda Musco y Pablo Gentili en la Scuola Internazionale de Ricerca e Formazione in Psicologia clinica e Psicoterapia Psicoanalitica (SIRPIDI) de Roma; con Rosario Di Sauro del Centro Ricerche e Interventi in Psicologia Applicata (CeRIPA) de Roma.

Last but not least a Adriano Zadagoni, quien editó este libro en 2011, en su primera edición en portugués.

Capítulo I (Tomo I): La introducción del punto de vista vincular Un nuevo sujeto de la psicoterapia y del psicoanálisis: la familia

La incorporación de la noción de vínculo como herramienta teórica es bastante reciente y es aún novedosa la utilización de dispositivos técnicos que permiten explorar y ahondar en las determinaciones dadas por el mismo.

La no consideración de lo familiar estuvo precedida históricamente por la expulsión del "loco" de la sociedad y el posterior "aislamiento del loco" de la familia y de la comunidad. No ha sido fácil incorporar las determinaciones dadas por lo vincular. La no consideración de "lo familiar", en la subjetividad en la modernidad, en particular la relación de la subjetividad con la locura, tiene antecedentes dramáticos. Estuvo precedida históricamente por la expulsión del "loco" de la sociedad y el posterior "aislamiento del loco" de la familia y de la comunidad. Esta expulsión es la que muestra Hyeronimus Bosch en La nave de los locos. Bosch alude en esta obra a dos cuestiones: a una noción de la locura ligada al pecado —que es representado como la lujuria— y a la expulsión de los locos de la sociedad. Ilustra en esta tela una práctica medieval: en esos tiempos los locos solían ser metidos en naves dejadas al garete para, de ese modo, echarlos, expulsarlos de la "comunidad cuerda".

Hacia mediados del siglo XVII, en lugar de expulsarlos, se los aisló. El aislamiento del "loco" de la familia y de la sociedad se comenzó a institucionalizar luego del Renacimiento con la creación de "los hospitales generales".

En el mes de abril de 1657 el rey Luis XIV, mediante un edicto real, da las normativas para el establecimiento del Hospital General para el encierro de los pobres, de los mendigos de la ciudad y de los alrededores de París. A estas Casas de la Piedad irían a parar los "locos", sin ser demasiado discriminados de otros personajes que se aislaban de la sociedad. Foucault (1964) nos cuenta que este aislamiento recién adquirió solemnidad médica en el curso del siglo XIX, a posteriori de la Revolución Francesa. Esto quiere decir que, recién a posteriori de la misma, la locura dejó de ser considerada algo demoníaco y comenzó a ser un problema médico. En ese contexto médico, aislar al enfermo mental de la familia siguió siendo una práctica generalizada durante la primera mitad del siglo XX. Previo al siglo XX, la enfermedad, particularmente la enfermedad mental, era un fenómeno que se debía separar de la sociedad y de la familia.

Aislar al enfermo no era una cuestión que solo se daba en el campo de la salud mental, también se llevaba a cabo en el espacio de la medicina en general, incluso en la pediatría se tendía a separar al "enfermo", se aislaba al "niño enfermo" de su entorno.

El surgimiento de la noción de vínculo y los cambios en la constitución de las parejas en el siglo XX

La noción de vínculo en el campo de la salud mental, en el psicoanálisis y en las psicoterapias no surgió espontáneamente. Fue necesaria una larga gestación y un complejo parto, a veces distócico, para incorporar la perspectiva que a la hora de aprehender y operar con la subjetividad humana incluya el papel determinante, instituyente, subjetivante de los vínculos familiares.

Un mayor interés en el papel de las familias es correlativo —o quizás es el resultado— de un profundo cambio que se dio en la modalidad de constitución de las parejas. En el siglo XX se "inventa" una construcción nueva de la pareja. Es lo que provocativamente llamó Denis de Rougemont "un invento de Occidente": una pareja nacida y sustentada por la apasionada ilusión del amor recíproco. En esa "nueva pareja" se suponía que se articulaba el amor con la sexualidad y se podía "arribar a la felicidad".

La constitución de esa pareja que funda la familia moderna se establece mediante una elección amorosa libre, resultado del enamoramiento, concebido este como la consumación del "amor recíproco". Se diferencia así de las formas previas, en las que la pareja era concertada por las familias de origen.

El enamoramiento da apoyo a la construcción de una compleja trama emocional que bajo la forma de un "imaginario", al que se lo siente común. Esta construcción imaginaria, dadora de pertenencia, sustentada en la ilusión del amor recíproco, es la que sustantiva a la pareja y a la familia moderna. En esta nueva pareja se crea, entonces, un tejido imaginario que encuentra su materialidad y sustento en el enamoramiento.

Lo novedoso que caracteriza a este "invento de Occidente" radica en la apoyatura de la pareja y la familia en ese amoroso tejido imaginario dador de pertenencia. Señalemos, entonces, que este nuevo fundamento sobre el que se constituyó la pareja en el siglo XX, basado en "el amor recíproco", nos indica que no siempre se amó del mismo modo.

Hagamos una breve historia. El apasionado amor recíproco en el seno de una pareja es un sentimiento que recién se empezó a concebir en el medioevo: el amor cortés. Se llamó "amor cortés" a un nuevo modo de concebir el amor, un amor recíproco que admitía la unión del amor con el erotismo en la pareja. Emergió en el seno de la aristocracia feudal en la Provenza de fines del siglo XI, al abrigo de los mitos, la poesía y la novela romántica. Este amor, que concebía la reciprocidad asociada al erotismo, encontró también un relato fundante en el mito de Tristán e Isolda (ver nota final 1), en las cartas de Abelardo y Eloísa (ver nota final 2) y más tarde en la narrativa ejemplar de Shakespeare en Romeo y Julieta.

[Continúa]